Familia
Por qué un rey siempre tiene que «matar» a su padre
El Rey tiene claro que lo primero es la Corona por encima de la familia e incluso de sí mismo. José Apezarena, autor de «Los hombres de Felipe VI», ahonda en la ambivalente relación entre padre e hijo
Al final, un rey siempre tiene que matar a su padre». Son palabras de un ex jefe de la Casa. Felipe no se ha propuesto ‘matar’ a su padre. Pero, sí tiene claro que lo primero es la institución, por encima de su hermana Cristina, a la que retiró el ducado de Palma y apartó de la familia; por encima de sí mismo, porque estuvo dispuesto a renunciar a casarse con Letizia si se lo prohibían; y, desde luego, por encima de su padre.
En La Zarzuela asumen que, como rey, Felipe «no tiene por qué parecerse a su padre». Son otros tiempos y existen necesidades diversas. Pero es que, por formación, talante y temperamento, es muy distinto a don Juan Carlos.
Sin embargo, siendo pequeño se esforzó por parecerse a él, al menos externamente. Luce el reloj en la mano derecha como su padre, pero lo que apenas se sabe es que don Juan Carlos lo lleva porque es zurdo, zurdo corregido, mientras que Felipe es diestro.
Conoce y valora el papel de su padre en la historia de España. Como padre, ha vivido con él muchos momentos de felicidad. Pero también ha habido épocas amargas de distanciamiento, que han durado años, aunque apenas trascendían hacia fuera.
El respeto se vio mermado sensiblemente a partir de la relación con Marta Gayá. Comenzó en 1978, y Felipe fue una de las primeras personas en conocerlo. Sabía lo que significaba para la familia y cuánto dolor causaba a su madre. Después vino Corinna Larsen.
En marzo de 2011, don Juan Carlos convocó una cena a solas con sus tres hijos, en el restaurante El Landó. Quería darles a conocer su especial amistad con Corinna. Se publicó que les había comunicado su intención de separarse de doña Sofía, y que Felipe respondió a su padre: «Si quieres vivir un romance amoroso con Corinna y te quieres divorciar, abdica».
Cuando, el 27 de mayo de 2019, don Juan Carlos notificó a su hijo la decisión de retirarse de la vida pública, no había trascendido aún que lo que estaba detrás eran las investigaciones judiciales abiertas en Suiza y en España por blanqueo de capitales. En marzo de 2020 se publicó la existencia de la Fundación Zagatka, y la respuesta fue un comunicado de La Zarzuela en el que Felipe se desvinculaba de cualquier negocio de su padre, y además le retiraba su asignación (unos 200.000 euros). Fue una nota especialmente dura con don Juan Carlos, porque insistió en que la Corona debe observar «una conducta íntegra, honesta y transparente», dando a entender que su padre no lo había hecho. El rey rompía con su padre.
La voluntad de Zarzuela
Tras la abdicación, don Juan Carlos se mantuvo en un segundo plano que venía muy bien a Felipe para fortalecer su imagen. Por detrás aparecía también la voluntad de La Zarzuela de establecer una barrera con la etapa anterior. Algo que, a medida que pasaba el tiempo, empezó a cansar al emérito.
Una persona del entorno de don Juan Carlos comentó entonces: «Ese cortafuegos temporal, lógico al principio, se ha convertido en hoja de ruta de la Casa Real, dispuesta a borrar su persona, pero también toda huella de su reinado». El escándalo de los dineros de don Juan Carlos estaba desmontando el crédito de la monarquía y afectando a la credibilidad de Felipe. Izquierdistas, populistas, republicanos, independentistas, anarquistas… e incluso algunos sectores socialistas, pusieron en marcha diversas campañas. La situación se había vuelto peligrosa. Y Felipe y su equipo decidieron actuar.
Se estudió que don Juan Carlos renunciara a la inmunidad que tuvo, pero resultaba inviable jurídicamente. Una regularización fiscal completa parecía imposible, si se deseaba compensar todo lo que había dejado de tributar a Hacienda.
Otra línea se centró en privarle de la condición de rey, el título que se le concedió en vísperas de la abdicación. Bastaría con firmar un real decreto que anulara el anterior. Don Juan Carlos se negó rotundamente. Y, además, planteaba la cuestión de cómo quedaba doña Sofía, reina igualmente por el decreto de 2014. Una opción distinta consistía en excluirle de la familia real, reduciéndola a los reyes y sus dos hijas, pero eso habría provocado descartar también a la reina Sofía.
Una posibilidad más era privarle de los derechos al trono, ya que ocupa el puesto número tres en el orden de sucesión, por detrás de Leonor y Sofía. Pero ese movimiento requiere una ley orgánica. Una vía demasiado complicada, y muy costosa políticamente.
Finalmente, se planteó que dejara de vivir en La Zarzuela, un gesto menos traumático y el que apoyaba el presidente del Gobierno. La decisión se adoptó en negociación entre Felipe y su padre. Pero lo que ocurrió fue que Don Juan Carlos, ante la opción de tener que marcharse de su casa, decidió irse… de España.
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