Huelga de estibadores
El pacificador del PSOE
Durante años ha sido objeto de mofa y befa. Tan admirado entre sus partidarios como vilipendiado entre sus detractores, es literalmente un hombre hecho a sí mismo en política. Empezó desde abajo hasta llegar a número dos del PSOE y ha logrado lo que no consiguió ni el todopoderoso Alfonso Guerra cuando éste mandaba en el PSOE: pacificar territorio a territorio, desmontar el andamiaje del socialismo más vetusto y acabar con las luchas intestinas de las federaciones más convulsas. Ni que decir tiene que Zapatero sabe que él ha sido parte del éxito de las campañas desde 2000. Obseso de las encuestas, tiene más olfato que técnica, y por eso es a él, junto a Rubalcaba, a quien el presidente recurre cuando quiere saber por dónde encauzar la estrategia. Ha tenido siempre más poder que ninguno de los ministros. Y, aunque amagó con abandonar la vida pública hace poco más de un año, el mismísimo Zapatero le hizo cambiar de opinión al decir aquello de que en el PSOE «sólo Pepe es imprescindible». Le premió en el 37 Congreso Federal con una vicepresidencia que hasta ahora no había tenido más que Guerra el PSOE. Se preparaba así la transición -con Pajín al frente de la Secretaría de Organización- para su desembarco en el Ejecutivo. Quería Fomento y ahí lo tiene. Si lo hace sólo la mitad de bien que ha llevado las riendas del PSOE estos años, será un éxito, seguro.
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