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Merkel: Última victoria y la más amarga
La canciller alemana es reelegida para un cuarto mandato con el peor resultado para la CDU desde 1949. Sus socios socialdemócratas pasan a la oposición tras otra debacle
La canciller alemana es reelegida para un cuarto mandato con el peor resultado para la CDU desde 1949. Sus socios socialdemócratas pasan a la oposición tras otra debacle.
Europa puede respirar tranquila. Angela Merkel, la líder que supuso el garante de estabilidad en la época de mayores turbulencias para el proyecto de integración europea, ganó ayer las elecciones y seguirá siendo la canciller alemana. La Unión Cristianodemócrata (CDU) y su partido hermano, la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), obtuvieron el 33,2% de votos, un 12,4% más que la segunda fuerza política más votada, el Partido Socialdemócrata (SPD) de Martin Schulz, que se quedó con un 20,8%. La CDU ganó las elecciones, pero, en una turbulenta paradoja, lo más relevante del resultado electoral fue la irrupción del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que entrará en el Bundestag al conseguir el 13,1%.
Ganó Merkel, pero perdió toda la democracia alemana. Una victoria con la que, no obstante, y a pesar de la irrupción de los populistas, impulsa el proyecto europeo tan necesario como urgente para su futuro en un momento en que la inquietud que suscitan la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca, el Brexit o la inestabilidad en el mundo árabe reclaman de alguien que pueda empuñar la batuta del pragmatismo y la estabilidad. El futuro de Europa vuelve a estar en las manos de Merkel.
Los resultados, no obstante, aportan un mensaje de advertencia para los dos principales partidos germanos. La Unión perdió un 8,3% de los votos en comparación con las elecciones de 2003. Una caída récord para esta formación que sufre de esta forma el voto castigo de todos aquellos que no aceptaron algunas de las decisiones de la canciller, como la política de puertas abiertas y que, en un gran segmento, fueron seducidos por el mensaje claro y contundente de AfD. Algo que ayer reconoció Merkel, que, en su primera comparecencia tras conocer los resultados, aseguró que uno de sus objetivos, a partir de ahora, es «traer de vuelta a los votantes de AfD, haciendo buena política». La líder asimismo asumió que los de ayer fueron los peores resultados desde que es candidata, aunque añadió que son «el partido más fuerte y vamos a formar Gobierno».
No obstante, el más perjudicado fue el SPD, que se dejó un 4,9% desde las pasadas legislativas. Para los de Schulz, aunque el dato no les cogió por sorpresa, se trata de el peor resultado de su historia desde 1933 y nada más conocerlos anunciaron que no seguirán gobernando con el partido de Merkel al interpretar que la alianza que formaron esta legislatura con los conservadores les ha pasado factura en las urnas. De esta forma, se pone fin a la posibilidad de reeditar una Gran Coalición y, por otro lado, se da vía libre para que la CDU/CSU –en una posibilidad matemáticamente posible– comience las negociaciones con los liberales y Los Verdes. «Hoy [por ayer] termina nuestra colaboración con la CDU en la Gran Coalición», aseguró Schulz tras aceptar la derrota de su formación. «Lo correcto es que nosotros pasemos a la oposición, donde seremos el partido más fuerte», añadió el líder socialdemócrata.
En esa bancada se encontrarán con Alternativa para Alemania (AfD). Aunque esperada, la entrada por primera vez en el Parlamento alemán de diputados de ultradrechca desde 1945 marcó para muchos el punto agridulce de la jornada electoral. La tan ansiada tercera posición recayó en este partido populista que ya se quedó en 2013 a las puertas del Bundestag al obtener un 4,7% de los votos tras una campaña centrada entonces en el rechazo al euro, pero ahora con el trasfondo de la crisis de los refugiados y tras hacerse un hueco en 13 de los 16 Parlamentos regionales, ocuparán 87 escaños en la Cámara Baja. La cara visible de AfD la representan el ex político de la CDU Alexander Gauland, de 76 años, y la directiva Alice Weidel, de 38 años. Dos figuras que, por diferir en matices, han logrado atraer a un electorado transversal que se dibuja desde aquellos con aspiraciones ultraderechistas a los defensores del liberalismo económico, desde sectores de la burguesía hasta adolescentes que fueron ayer por primera vez a votar y todo, a través de un mensaje unánime, totalmente ligado a la extrema derecha y que, bajo lemas como «hay que devolver Alemania a los alemanes», ha sabido recoger el apoyo de aquellos que sienten que el país ha perdido las valores intrínsecos de la sociedad.
Desde hoy, Alemania se enfrenta al desafío de ver llegar a su Parlamento a los opositores de un Estado constitucional. «Este gobierno que se abrigue, porque iremos a por él», dijo un exaltado Gauland en una primera muestra de lo que será, a partir de ahora, el proceder de esta formación.
También con júbilo celebraron los liberales su regreso al Bundestag tras cuatro años de ostracismo parlamentario, al conseguir el 10,4% de los votos. Detrás de este éxito, el joven y carismático Christian Lindner, cuya premisa fue «reinventarse o desaparecer». «Die Linke», el partido de La Izquierda, obtuvo un 8,7% y Los Verdes un 9,2%. Tras la negativa de Schulz a renovar la Gran Coalición, Merkel tiene una trabajo duro para intentar formar Gobierno con liberales y ecologistas, ya que ambas formaciones tienen puntos de vista diferentes sobre el futuro que quieren para Alemania. Así, Lindner no está a favor de reformar la Eurozona –tal y como quiere la canciller–, lo que augura para la canciller un duro conflicto que tendrá que solucionar si quiere pactar con ellos y, por tanto, seguir con su proyecto europeo.
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