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«La Armada ya sabía desde hace días de la desaparición y también de la explosión»
Aumenta la ira entre los familiares de los 44 desaparecidos que aguardan en Mar del Plata, la Base Naval a la que tendría que haber llegado el submarino. La falta de información y la búsqueda de responsabilidades amenazan al Gobierno de Macri.
Aumenta la ira entre los familiares de los 44 desaparecidos que aguardan en Mar del Plata, la Base Naval a la que tendría que haber llegado el submarino. La falta de información y la búsqueda de responsabilidades amenazan al Gobierno de Macri.
De nuevo las dudas sobre cuál era el estado de los tripulantes del «ARA San Juan». Tras conocerse la noticia de la explosión, los seres queridos de los 44 tripulantes a bordo del submarino entraban en cólera. Gritos, llantos e incluso intentos de agresión. Como ya adelantó LA RAZÓN, muchos familiares opinan que el sumergible no debería haber zarpado la semana pasada. Su estado no era el más recomendable, tampoco la información que han recibido ha sido idónea ni 100% veraz, por lo que se convertirá en una auténtica crisis de Estado para Mauricio Macri y se buscarán responsabilidades también en las cadenas de mando.
Este diario habló con Itati Leguizamón, mujer de uno de los tripulantes, quien confesó desde la Base Naval de Mar del Plata que «ya en 2014 tuvieron problemas, no podían emerger y, obviamente, ya en ese momento, les dijeron que no trascendiera la información». Sin medias tintas, reconoce que «son unos desgraciados perversos que nos tuvieron una semana en vilo cuando ya sabían lo que ocurrió. Ese submarino fue inaugurado de nuevo en 2014, tan sólo pintado, con una banderita nueva plantada y sin equipos de primera. Estaba pillado con alambres. Son unos desgraciados. Mi marido se encomendó y se llevó una estampita del Gauchito Gil que colgó en su litera. Nos están clavando cuchillos desde hace días en nuestro corazón».
Para Leguizamón, esposa del cabo primero Germán O. Suárez, «la culpa es de todos. Años y años sin invertir en la Armada, incluido el anterior Gobierno de los Kirchner. No descartamos emprender un juicio contra el Estado porque ya sabían lo de la explosión hace tiempo y no nos lo contaron. En cualquier caso, son títeres que obedecen a una jerarquía». Una unidad de terapia intensiva móvil con la sirena encendida salió de la Base a toda velocidad. Detrás, el Renault Clio gris con el hombre que gritaba: «Mataron a mi hermano, hijos de puta. Mataron a mi hermano porque los sacan a navegar con alambre»; «Digan que son unos hijos de puta»; «Los jefes se roban toda la plata, ¡Macri, hazlos mierda!», se le escuchó decir a viva voz entre llantos.
Jessica Gopar, otra de las mujeres de uno de los tripulantes, señaló ayer que aunque las familias, incluso ocho días después, aguardaban noticias con «esperanza», los marineros «no van a volver nunca más». «No nos quedó santo por rezar ni a nadie por pedir. No sé si hay un destino marcado para cada uno», remarcó la esposa del cabo principal Fernando Gabriel Santilli. «Llegué [a la base] de casualidad a dejar el cartel [con un mensaje de esperanza] porque me había negado a venir por la angustia. Y cuando llegamos y alguien hizo así con la cara (negando), listo, lo primero que dije ‘se murieron todos’», aseveró Gopar, quien aclaró que «tenía una mala espina» que ayer fue confirmada. Gopar, madre de un niño de un año, recordó cómo la última vez que vio a Fernando Gabriel se dijeron que se encontrarían «pronto» y festejarían el cumpleaños del pequeño. También criticó a la Armada por la «falta de información» y agradeció a todos los países, haciendo hincapié en Reino Unido, que están colaborando en la búsqueda.
Fueron estas escenas, las de los familiares tirados en el suelo llorando y los largos abrazos, las que se anticiparon al propio parte oficial del capitán Enrique Balbi en Buenos Aires, empezando a dar la noticia que nadie quería, pero que con el pasar de las horas daba cada vez más miedo. Uno de los padres de apellido Sagardi, originario de Salta, comentó que su hijo también tenía miedo de hablar. Él siempre quiso tripular un submarino. De hecho, estaba ascendiendo en el mando. Le encantaba el submarinismo, pero nunca imaginó este panorama. LA RAZÓN contactó con uno de los abogados denominados «caranchos» (aves carroñeras). Se dedican, cuando ocurren accidentes, a buscar familiares dispuestos a denunciar a las compañías de seguros o incluso al Estado. «Sí, evidentemente, ya estamos buscando víctimas, dispuestas a armar una causa grande contra la Marina y otra contra el Gobierno por responsabilidades, pero todavía hay que esperar y ser delicados. No aprovecharse del dolor de las víctimas», dice.
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