La amenaza yihadista
Irán sacrifica el puño de Hizbulá
La estrategia de Teherán de desplazar a la milicia libanesa a Siria para apoyar a Asad merma las capacidades del grupo terrorista, que ha perdido a más de 1.000 efectivos.
Durante décadas, Hizbulá ha sido una de las principales amenazas en Oriente Medio, especialmente para Israel. En 2006, protagonizó uno de los conflictos bélicos más sangrientos en la región durante la segunda guerra de Líbano, en la que murieron más de 1.000 civiles. Sin embargo, ahora, la milicia chií se resiente tras el rumbo tomado frente a las guerras que se libran en la zona, especialmente en Siria, Yemen e Irak. Los continuos lanzamientos de cohetes desde Líbano hacia Israel se han reducido notablemente y, aunque sin bajar la guardia, el Ejército israelí confirma esta nueva situación. «La milicia en estos momentos está volcada en Siria donde ha sufrido numerosas bajas. Aun así, todavía preocupa la construcción de túneles desde donde lanzan cohetes a nuestro territorio», subraya un oficial de inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel. Ahora, lo que preocupa especialmente es la inestabilidad en la frontera que Israel comparte con Siria, ya que según esta misma fuente «cada día hay un grupo rebelde diferente al otro lado. Existe un gran descontrol y debemos permanecer alerta».
La milicia liderada por Hasan Nasrallah, patrocinada por Irán, ha perdido fuelle debido a dos aspectos fundamentales, ambos relacionados conTeherán. En primer lugar, la falta de financiación de la milicia y en segundo, su involucración en la guerra siria. «Hizbulá está bajo presión. No estamos hablando de su arsenal de cohetes de largo alcance, de sus misiles de crucero o de sus armas avanzadas. Lo que está en peligro es su fuerza de combate, su capacidad humana. Para ellos está siendo muy costoso soportar la carga de sumarse al bando de Asad en la guerra siria», asegura a LA RAZÓN Tony Badran, investigador en la Fundación por la Defensa de la Democracia y experto en Líbano. En este aspecto inciden fuentes castrenses israelíes, que aseguran que los combatientes que sobreviven a la guerra del país vecino «han adquirido mucha experiencia en el manejo de armas sofisticadas».
En relación con la ayuda económica que puntualmente llegaba desde Teherán a las arcas de la milicia libanesa se ha ido reduciendo con los años debido a la maltrecha economía iraní, asfixiada por las sanciones internacionales impuestas por su programa nuclear. Los beneficios que años atrás obtenía el régimen de los ayatolás por el crudo se han reducido a la mitad. Si hace un año vendían el barril a 100 dólares, en este momento lo hacen a 50 dólares. Al mismo ritmo han disminuido las transferencias puntuales a Hizbulá, lo que repercute en los sueldos que cobran sus milicianos y las familias de estos, lo cual ha suscitado recelos entre las madres que antes no dudaban en alistar a sus hijos en las filas del grupo terrorista. «Tardan mucho en pagarnos y los sueldos son muchos más bajos», explicaba Khalil, un comandante de Hizbulá a Jeff Neumann en un artículo reciente del periodista. Las compensaciones a las familias de los milicianos muertos en combate también han desaparecido.
Aunque sin duda, lo que ha hecho mella en la milicia es su incorporación a la guerra siria para apoyar a su aliado Bachar al Asad desde 2013. «Hizbulá es un activo estratégico de Irán en la zona y no hay duda de que Teherán quiere preservar el régimen de Asad, es en este momento su estrategia prioritaria. Así que mantener y aumentar la presencia de Hizbulá en la zona es un imperativo existencial», subraya Badran. Sin embargo, frente a los éxitos cosechados por Asad durante los dos primeros años contra los rebeldes especialmente, en las montañas de Qalamoun, el líder alauí ha experimentado en este último año un duro golpe por parte de los islamistas que se han sumado a la lucha contra el régimen. Según las últimas informaciones, los rebeldes ahora controlan más del 50 por ciento del país y el líder chií pidió ayuda a Irán, que pronto desplegó a su milicia libanesa al país vecino. «Hizbulá no puede negarse a lo que le pida Irán. Ellos no toman decisiones, quien las toma es Teherán», añade Badran. Se calcula que hasta 6.000 hombres luchan al lado del Ejército sirio (no se sabe con exactitud el número de milicianos de Hizbulá aunque se estima que rondan los 10.000) y según informes recientes más de 1.000 habrían muerto en combate. «Han perdido a varios comandantes veteranos y los están supliendo por jóvenes inexpertos», subraya Badran.
Esto supone un duro golpe para Nasrallah, quien estaría intentando conseguir más adeptos a su causa para suplir las bajas, pero dada la difícil situación y la falta de esperanzas para salir con vida, pocos quieren alistarse en Hizbulá. «Nuestra presencia en Siria aumentará tanto como requieran nuestros aliados», afirmó recientemente el líder de la milicia. «Estamos presentes en muchos sitios, y lo estaremos en donde la batalla lo necesite, tenemos hombres suficientes para hacerlo», añadió con la intención de desmentir la delicada situación por la que ahora pasa Hizbulá.
Ante este nuevo escenario y sin menospreciar las capacidades militares de Hizbulá, Yezid Sayigh, investigador senior del Carnegie Middle East Center, afirma que la milicia libanesa «sigue siendo una amenaza para Israel ya que en este tiempo se ha hecho con misiles de gran precisión». Además, insiste en no despreciar «su capacidad para conseguir nuevos combatientes». Pero la preocupación también golpea a Nasrallah, quien al saberse más vulnerable «teme que Israel aproveche esta coyuntura para atacarles», añade Tony Badran. Es por eso por lo que, según el investigador de Defensa de la Democracia, «el líder de Hizbulá insiste a través de sus mensajes televisados en que Israel esté preparada para una próxima guerra». Lo que está claro es que Irán no puede dejar caer a su milicia libanesa, a pesar de haberla sacrificado en Siria.
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