Bruselas
Juncker pide una UE más integrada y un superministro de Finanzas
En un optimista discurso sobre el futuro, el presidente de la Comisión Europea aboga por abrir el euro y Schengen a los países del Este frente a las ideas de «núcleo duro» de Francia y Alemania. Propone fusionar la presidencia de la CE y el Consejo.
En un optimista discurso sobre el futuro, el presidente de la Comisión Europea aboga por abrir el euro y Schengen a los países del Este frente a las ideas de «núcleo duro» de Francia y Alemania. Propone fusionar la presidencia de la CE y el Consejo.
Tras un año de parálisis en el proyecto de integración europea, el optimismo se abre paso. Después del fracaso de los eurófobos en las elecciones de Francia y Países Bajos y el caos en Reino Unido tras el Brexit, la UE vuelve a creer en sí misma con algunos titubeos. «Hay una ventana de oportunidad, pero no permanecerá abierta para siempre», alertó ayer el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, en su tercer discurso de la Unión ante el pleno del Parlamento en Estrasburgo.
Pero su alocución va más allá, supone prácticamente su testamento político –no se presentará a la reelección en 2019– y la visión de Europa de un dirigente que ha dedicado prácticamente toda su vida a la integración del Viejo Continente con sus buenos y malos momentos. «Estamos arreglando el techo del proyecto europeo. Pero debemos seguir añadiendo pisos a esta casa. Ahora hace buen tiempo: hagámoslo, porque cuando aparezcan los nubarrones, será demasiado tarde. Aprovechemos los vientos favorables», apremió. Para Juncker, este feliz interludio de marejada no debe quedar ensombrecido por el portazo británico. «Nosotros lo lamentaremos un día, ustedes lo lamentarán pronto», se limitó a decir dirigiéndose a los eurodiputados euroescépticos. Como nuevo hito en el camino, la celebración de una cumbre el 30 de marzo de 2019 en Rumanía, un día después de la previsible salida de Reino Unido del club comunitario para sentar las bases de la nueva Europa a Veintisiete.
El Juncker analítico de los últimos meses dio ayer paso al líder político que plantea propuestas para la Unión Europea del año 2025 a la espera de que las cancillerías europeas recojan el guante, especialmente el nuevo eje franco –alemán. El político luxemburgués apuesta por una Europa de aroma inequívocamente federal, si no en todos los ámbitos, sí en los importantes. Por eso, propone que, tras la salida de Reino Unido, en la nueva Europa a Veintisiete todos los países europeos se unan a la divisa europea y participen del espacio sin fronteras Schengen. Para que no queden dudas de hasta qué punto quiere impulsar una mayor integración, plantea también una unificación de los puestos de presidente de la Comisión Europea y el Consejo, un superministro de Finanzas y una circunscripción europea en las elecciones a la Eurocámara.
La cumbre del 6 de marzo en el Palacio de Versalles con la presencia de los líderes de Alemania, Francia, Italia y España fue interpretada como la escenificación perfecta de la Europa a varias velocidades y con un «núcleo duro» dispuesto a dar los primeros pasos de una mayor integración. Los países del Este reaccionaron airados y la capital comunitaria mostró cierto recelo ante su pérdida de poder en pos de una lógica intergubernamental. El discurso de ayer fue un aviso a navegantes a París y Berlín en un texto plagado de símiles marítimos y una oferta a los países del Este para que se sumen sin ambages al diseño de Europa. Pero el cortejo no eludió graves críticas. «En Europa impera la fuerza de la ley, no la ley del más fuerte», aseguró sin mencionar a Polonia y Hungría, cuya deriva autoritaria quita el sueño a la Comisión. En inmigración, Juncker lamentó que «Italia ha salvado el honor de Europa en el Mediterráneo. Me entristece que no todos los Estados miembros den muestras de solidaridad».
Para que la divisa europea no se convierta en un club de elegidos, Juncker propone un mecanismo de asistencia técnica y también económica para que el proceso de adhesión al euro sea más rápido y fácil. También apuesta por un Fondo Monetario Europeo cuyo embrión sería el actual fondo de rescate europeo (MEDE), una línea de crédito dentro del presupuesto europeo destinado a la zona euro y completar la unión bancaria con un fondo de garantía de depósitos europeo. En la misma línea de apertura al «club», propone que Croacia, Rumanía y Croacia accedan al espacio Schengen.
En un discurso en el que Donald Trump brilló por su ausencia, Juncker apostó por la apertura de nuevos tratados comerciales con Australia y Nueza Zelanda, pero también pidió no caer en la ingenuidad. En línea con la propuesta de Emmanuel Macron, Bruselas propondrá un mecanismo que proteja las inversiones nacionales estratégicas de capital extranjero, con la mirada puesta en China. Una de las partes más duras del discurso estuvo dedicada a Turquía, a quien Juncker prácticamente cerró las puertas en el corto plazo mientras recordaba que el lugar de los periodistas «no son las cárceles». En la lucha contra el yihadismo y la ciberseguridad, volvió a apostar por instrumentos netamente europeos: un organismo de inteligencia con pleno acceso a los datos de todos los Estados y una agencia contra los ataques informáticos.
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