Italia

Populismo y caos

La Razón
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El referéndum constitucional de Renzi ha desencadenado un amplio y articulado debate sobre la calidad del sistema político italiano. Por una parte, quienes están a favor de la reforma de la Carta Magna consideran que ayudará a la economía italiana a recuperarse y comenzar un crecimiento sostenido, o al menos, es un requisito previo para modernizar el país. Además, temen el fantasma de la inestabilidad financiera si el voto al «no» prevalece.

Por otra, están una gran parte de la sociedad civil italiana y de las voces de la élite política en contra de una reforma redactada pobremente que puede incluso poner en peligro la democracia, y que sugieren que la única opción razonable es el voto al «no». Llamativos han sido los titulares del miedo de «The Financial Times» si gana el «no» y el Movimiento 5 Estrellas llega al poder, hasta las fatales amenazas de «The Wall Street Journal» para el euro en los próximos diez años como consecuencia del surgimiento del populismo en Europa. Instituciones internacionales han tomado parte en el asunto explicando por qué el voto al «sí» es mucho mejor para el sistema político italiano. Todo este análisis carece de una perspectiva italiana.

A un nivel más general, hay al menos tres consideraciones a tener en cuenta. Primero, los riesgos de inestabilidad para la democracia italiana son exagerados, sean los resultados que sean. Por razones históricas, la democracia italiana sabe mejor que ninguna otra democracia occidental el poder de la resiliencia, por haber aceptado en su fuerte sistema político partidos antisistema durante casi 50 años. Así, los riesgos de una dictadura son inexistentes. Sin embargo, sin el espectro de una democracia bien consolidada, hay un riesgo hipotético para la calidad de la democracia en el país transalpino. Si sólo una minúscula minoría de italianos fuera a votar se produciría una legitimación parcial y se abriría una fractura social y política en la sociedad italiana por la determinación de una minoría del resultado constitucional. Esto es por qué es tan importante ir a votar esta vez.

Una posible mala reacción del mercado financiero internacional puede ser posible en las próximas semanas después del referéndum, pero no por la victoria del «no», sino por otras razones vinculadas con los fundamentos económicos de Italia. Y pasamos al segundo argumento. Una de las principales críticas que pueden esgrimirse sobre el referéndum es el «timing». En años de crisis económica, la necesidad de reformar el sistema económico con más productividad y un crecimiento sostenible debería poder obtenerse de maneras diferentes y más dirigidas. Los críticos más maliciosos a las reformas han sembrado dudas sobre el efecto de distracción que el debate de la reforma constitucional está teniendo sobre los verdaderos problemas económicos de Italia. El todavía pobre crecimiento, la tasa de desempleo, el crecimiento de la deuda pública, en el nivel más alto en la historia del país, más alta aún que en los periodos de las postguerra mundiales, son las principales preocupaciones.

El tercer aspecto que es importante poner sobre la mesa es la dimensión histórica de la reforma. La Constitución italiana fue redactada después de la Segunda Guerra Mundial con un compromiso heroico entre el conjunto de las fuerzas políticas de la época, que expresaban diferentes culturas políticas e ideologías completamente opuestas. Esta negociación fue necesaria por las profundas y divisorias fracturas que caracterizaron la instalación de la nueva democracia italiana. Hoy, la reforma propuesta, aunque fue votada en el Parlamento por varios partidos, se sostiene sólo por el Gobierno de Renzi.

En resumen, si gana el «sí», el Ejecutivo reforzará su posición y consenso y la democracia italiana entrará en en periodo nuevo de transformación de consecuencias desconocidas de tipo económico y social, con ciertos riesgos a tener en cuenta. Si prevalece el «no», el sistema político italiano encontrará la fuerza para continuar y evolucionar con el poder de la resiliencia democrática. Además, la irresistible tentación de utilizar el poder para lograr dividendos de forma inmediata ha sido precipitado sin considerar que los italianos son más inteligentes y sabios que cualquier aventura política. Es decir, que incluso una posible reforma electoral no determinará la orientación del electorado italiano, eso depende de otras variables, como la responsabilidad y el juicio sensible sobre los partidos.

*Vicedirector de Ciencias Políticas en la Univ. LUISS en Roma