Grecia
Tsipras pide a los griegos que olviden el pasado y le dejen reformar el país
Las calles de Atenas están empapeladas de carteles electorales en los que las caras de Alexis Tsipras y Vangelis Meimarakis dominan por encima del resto de candidatos. Lo curioso es que en aquellos que el pegamento ha fallado, se deja ver otra imagen, la de la campaña del referéndum del 5 de julio, con un «OXI» en mayúsculas que ocupa todo el folio. Un «no» a aceptar las condiciones de Bruselas para un tercer rescate que triunfó en la calle pero que el líder de Syriza ignoró sin escrúpulos. Y la capa de carteles no termina aquí; debajo se asoma otro, el de la campaña de enero. Y es que en nueve meses los griegos han acudido a las urnas en tres ocasiones. Esta esquizofrenia se nota por todos los rincones, los griegos están cansados de que sus representantes, incapaces de solucionar la crisis nacional, escurran el bulto a la primera de cambio, dejando las decisiones en manos del pueblo. Algo que, encima, no ocurre siempre, como se ha demostrado en estos siete meses de Gobierno.
«Estoy harto, todos los que están ahí dentro (en referencia al Parlamento griego) son unos ladrones. Sin embargo, creo que entre todos, Tsipras es el menos malo», justifica un taxista de 62 años, que asegura poco convencido que le dará una segunda oportunidad al líder de la coalición de izquierda radical. Si el jueves, los simpatizantes de Nueva Democracia (ND) cerraban filas ante su nuevo (aunque temporal) líder en la plaza Omonia, ayer todos los seguidores de Syriza se concentraron en la emblemática plaza Sintagma, centro neurálgico de la ciudad, para acompañar a su líder en el cierre de campaña. Tsipras se hizo de rogar, quizá para esperar a que la plaza se llenara, ya que a las 19:30, hora en la que había convocado a sus simpatizantes, dominaban los huecos vacíos. Finalmente llenó su auditorio e hipnotizó a sus fieles. Su llegada al escenario –rodeado de banderas nacionales mezcladas con las moradas y blancas de Eypiza, griegos presumiendo de Sirtaki y mensajes antieuropeos–, fue a modo de estrella del rock. Se arremangó y no decepcionó: sacó su mejor artillería para pelear los votos hasta el final. «Nuestra lucha no ha acabado, no nos hemos rendido, queremos la victoria para seguir nuestra vía de cambio en Grecia y también en Europa», prometió ante unos fervientes seguidores que a la mínima de cambio aprovechaban para lanzar improperios contra la canciller alemana, Angela Merkel. «No os engañéis, Meimarakis y Samaras son lo mismo», proclamó con la intención de frenar el avance de sus principales rivales, los conservadores, que les pisan los talones en los sondeos. «Basta de corrupción, no hagamos un paréntesis y continuemos con un gobierno de izquierdas», dijo. No dejó de lado la crisis migratoria y preguntó a los griegos si realmente quieren «a esa Europa que tira gases lacrimógenos a los refugiados que huyen de la guerra». Arremetió contra Amanecer Dorado e hizo un pequeño homenaje dialéctico a Pablos Fissas, asesinado hace un par de años y por cuyo crimen están respondiendo ante la Justicia los miembros de la cúpula del partido neonazi, que, aun así, se sitúa en tercera o cuarta posición en los sondeos.
Además, sobre el escenario contó con uno de sus aliados europeos, Pablo Iglesias, quien aseguró estar feliz de poder «acompañar a su amigo Alexis» en un día tan especial. «El domingo, los griegos eligen entre la vuelta al pasado o la mirada hacia el futuro, hacia una Europa más justa, con más justicia social que les defienda ante el excesivo poder de los actores financieros», indicó Iglesias. «Diga lo que diga Merkel, somos cada vez más los que creemos que Europa debe rectificar. La victoria de Jeremy Corbyn en Reino Unido también va en este sentido», aseveró. Tras finalizar su intervención, la fiesta continuó en Sintagma, convertida en un auténtico zoco lleno de puestos, bebidas y cánticos.
Aunque en Grecia no hay jornada de reflexión, por lo que los candidatos continuarán hoy con su campaña, ayer fue considerado el cierre oficial. Hoy intentarán arañar los últimos votos, ya que el porcentaje de indecisos sigue siendo amplio (alrededor del 15%), especialmente entre aquellos que en enero dieron su confianza a Syriza y han visto en los siete meses de Gobierno que sus promesas no se han cumplido. Las últimas encuestas publicadas ayer no sorprendieron: de nuevo un empate técnico entre ND y Syriza. Dicho empate no supone un ascenso vertiginoso de los conservadores, sino más bien una notable caída de la izquierda radical, ya que sitúa a ambos partidos en el entorno del 27%. En enero, Nueva Democracia se hizo con el 27,82% y Syriza con el 36,34%. El rompecabezas político griego sigue en vilo.
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