OHL
Juan Miguel Villar Mir: «El deporte que más me gusta es crear renta, riqueza y empleo»
El fundador del Grupo Villar Mir y presidente de OHL ha impulsado «A su imagen. Arte, cultura y religión», una exposición imprescindible
A finales del pasado mes de noviembre abrió sus puertas en el Fernán Gómez-Centro Cultural de la Villa de Madrid la exposición «A su imagen. Arte, cultura y religión», un recorrido fascinante por la historia del cristianismo a través de algo más de un centenar de obras de arte excepcionales: cuadros, esculturas, tallas y orfebrería del Románico y el Barroco españoles, fundamentalmente, aunque con piezas extranjeras y que llegan hasta el siglo XIX y XX. En la muestra, que puede visitarse hasta el 12 de abril de 2015, grandes nombres como Velázquez, Goya, Murillo, Zurbarán, Rubens, El Greco, Luca Giordano, Claudio Coello o Berruguete se mezclan con anónimos y obras de talleres, pero de gran valor. «Algo más de cien cuadros y que no haya ni una medianía, que todos sean de primer nivel, es muy importante», explica con entusiasmo Juan-Miguel Villar Mir desde su despacho en el piso 52 de Torre Espacio, uno de los cuatro rascacielos levantados al final de Castellana entre 2007 y 2009 y que hoy son ya parte del «skyline», que dicen los norteamericanos, de la capital. Villar Mir (Madrid, 1931) preside el comité organizador de esta exposición sin precedentes auspiciada por la Conferencia Episcopal y patrocinada, entre otras empresas, por el Grupo Villar Mir. Sobran casi las presentaciones cuando se habla de alguien que ha consolidado una de las mayores fortunas de España y que ha creado y preside uno de los principales grupos empresariales e industriales del país: en el conglomerado de sus compañías –de las que es propietario en algunos casos y accionista mayoritario o relevante en otros– destacan la constructora OHL y la concesionaria de estructuras de transporte Abertis, aunque tiene también importantes divisiones de electrometalurgia, energía, fertilizantes, química e inmobiliaria, por citar sólo lo más llamativo de un grupo que en 2013 ingresó 6.423,6 millones de euros. Pero no todo son cifras en la vida de un humanista, miembro de tres Academias –Ingenieros, Doctores y Ciencias Morales y Políticas–, amante del arte, culto y afable.
–Llama la atención, entre otras cosas, lo didáctica que resulta «A su imagen»: los carteles, al contrario de lo que ocurre en otras exposiciones, no sólo hablan de la historia de la obra –cuándo fue realizada y a quién perteneció–, sino que explican lo que representa. Es todo un viaje por la Biblia.
–Hemos tenido la suerte de que el comisario, Isidro Bangó, es un gran catedrático de Historia y es posible que eso se note en los carteles que tienen los cuadros. La obra está inserta en su historia. Todos estamos trabajando con el deseo de ser útiles a los demás, creyentes y no creyentes.
–Está pensada para cualquier visitante...
–Para todo el mundo. Nuestra civilización, la que vivimos en España y el mundo occidental, nace de tres bases fundamentales: Grecia, Roma y el Cristo del Evangelio. Grecia es la de Pericles, la del siglo V a. C., donde aparecen Sócrates y Aristóteles. Y surgen en la historia del mundo el conocimiento y el razonamiento científicos y la Filosofía. Ahí se está haciendo un hombre distinto. Luego, en Roma, aparece una capacidad de organización singular para todo el Imperio Romano, con los césares, su Capitolio, más político... Entre otras cosas, nos deja la lengua: el español, del que estamos tan orgullosos, viene del latín. Sobre esas dos grandes culturas aparece, en mitad del imperio Romano, nuestro señor Jesucristo, el Cristo del Evangelio. Todo el Evangelio me parece importante. Pero lo más relevante es que, en la Creación, Dios hizo al hombre a su imagen para que sea soberano y capaz de poner orden en ese universo creado. De ahí el título de la exposición. A consecuencia, Jesucristo es la primera persona en la Historia que dice que todos los hombres son iguales y libres.
–A veces olvidamos que la raíz de Europa es cristiana...
–Claro, la propia Unión Europea debatió, en sus documentos fundacionales, si se reconocía o no el origen cristiano de Europa. No olvidemos que luego vino la Reforma, con lo que la Iglesia no es sólo la católica. Pero anglicanos, católicos y ortodoxos no tienen diferencias de Dogma: es importantísimo. Todo viene de ese tronco común.
–¿Qué mensaje deja la exposición?
–Lo más importante es la función del hombre. El Cristo de los Evangelios es un mensajero que nos envía Dios Padre para tratar de dejar en todos los hombres un sentido de respeto a los valores espirituales. Son los que hemos considerado siempre tradicionales: la idea del respeto a los otros, el cariño y el querer a los demás; el cumplir los compromisos, la palabra dada; respetar a la mujer del prójimo; tratar de ser buenos en el comportamiento... Esos mandatos hacen posible una sociedad ordenada.
–No nos vendría mal en estos momentos recordar algunos de esos valores.
–Claro, desgraciadamente, la sociedad los tiene bastante olvidados. La crisis última que hemos sufrido nace en EE UU en 2007, luego viene Lehman Brothers en 2008, y se extiende a todo el mundo occidental. Esa crisis nace de falta de valores. Hay una serie de grandes instituciones financieras, y las personas que las manejan, que se meten en operaciones «subprime». Eso acaba transformándose en la crisis más importante en la historia después de la de 1929.
–¿Cómo nace esta exposición?
–La idea parte del cardenal Rouco Valera. Yo había tenido ya algún contacto con él cuando vino a España el Papa Ratzinger, Benedicto XVI. Era la Jornada Mundial de la Juventud, que se hace cada dos años y que tocaba hacerla en España; una satisfacción y un privilegio. Cuando faltaban muy pocas semanas, estaba sin resolver el problema del altar de Cuatro Vientos. Técnicamente, resultaba muy complicado, porque era como la vela de un barco, pero de 20 metros de altura y 100 de largo. El cardenal Rouco me pidió ayuda y ese altar lo proyectamos en esta casa, OHL, pero lo financiamos a medias FCC y OHL. Lo hicimos deprisa y salió muy bien. Después de esa experiencia, se le ocurrió a Rouco la idea de hacer una exposición que llevara a la sociedad el mensaje de la contribución de la Iglesia a la cultura y al arte.
–La muestra es a la vez un gran viaje por las catedrales, iglesias, museos diocesales y monasterios de España...
–Yo estoy muy orgulloso, como presidente de la Comisión, que nos ha dado un trabajo muy importante, de haber podido traer aquí las mejores piezas. Todas las que hemos pedido a 22 diócesis nos las han cedido. Y muchas de ellas no habían estado nunca en Madrid.
–¿No se ha quedado con la espina clavada de alguna que no haya podido traer?
–Creo que no, la colaboración ha sido excelente. Yo pensaba, por ejemplo, que no nos iban a dejar nunca, porque está complicado el transporte de Palma a Madrid, los tenebrarios, unos candelabros gigantescos que los sacan a la calle en Semana Santa. Nunca habían salido de la Catedral de Palma y los tenemos aquí. Pasa lo mismo con «Tentación de Santo Tomás», de Velázquez, que no había abandonado nunca Orihuela. Hay muchas piezas que no habían viajado y que hemos traído. Además han sido muy importantes el Museo de Prado, el Reina Sofía, Patrimonio Nacional... tienen unos archivos millonarios. Lo mismo las colecciones privadas: a todo al que le hemos pedido obra nos la ha cedido.
–Hay piezas también del Fondo Cultural Villar Mir. ¿Qué puede contarme de la colección de su Fundación?
–Somos aficionados al arte, tengo la suerte de que mi hija Silvia lo es mucho. Creé una Fundación en la que metemos todos los años, como aportación para hacer cosas en favor de la sociedad, el 0,7% del beneficio de todas las empresas del grupo. Ese 0,7% es la recomendación de las Naciones Unidas. En la Fundación dedicamos esa cantidad, unos millones de euros cada año, a tres cosas: actividades de tipo cultural; de estudios e investigación; y la tercera parte a beneficencia. Por esa vocación, por pensar en los demás y en el arte, empezamos a comprar obras hace 15 años con un criterio de que fueran sólo de primerísimo nivel. Pudimos contratar los servicios de Paloma Fernández-Iriondo, que venía de ser la número uno de Sotheby’s en grandes maestros del XVII. Hemos comprado hace poco más de un año un Tiziano excelente, una «Sacra conversazione». Aquí tenemos «Sansón y el león», que me la pidió el comisario para esta exposición. Allí donde va es siempre portada del periódico. La muestra va del Genésis al Apocalipsis, y éste último lo está escribiendo «San Juan Evangelista en Patmos», que es una obra de Alonso Cano que tenemos aquí.
–Tiene fama de ser un hombre que se involucra mucho en todo lo que hace.
–No hay más remedio.
–¿Cuánto lo ha hecho en esta exposición?
–Hemos tenido la suerte de tener un equipo, una docena de personas. Yo he tratado de poner el método y cierta disciplina de trabajo, pero la labor de verdad la han hecho ellos. Son los que sabían. Ha sido decisivo Miguel Ángel Cortés, vicepresidente de este grupo de trabajo; Isidro Bangó, como gran comisario; y una serie de personas muy importantes. En estos momentos nos está ayudando Fernando de Haro en la comunicación... Habremos celebrado a lo largo de un año unas cuarenta reuniones.
–Y, liderando un gran grupo empresarial, ¿encuentra tiempo para esto?
–Siempre, de 9:00 a 10:00 de la mañana, dejo tiempo para estas reuniones. Y a seguir trabajando. El día tiene muchas horas.
–Madruga desde siempre, tengo entendido, y le dedica mucho tiempo a todo.
–Soy muy «pesado», y creo que eso es fundamental. Puede que de esa mentalidad de valores tradicionales me venga el convencimiento de que todo lo podemos hacer mejor. Y tenemos obligación de ello. El progreso, el avance del mundo, viene sólo de ese espíritu de superación de cada mortal. Yo he predicado mucho desde la presidencia de COTEC [la Fundación para la Innovación Tecnológica, que encabezó entre 2012 y junio de este año] que España tiene que ser competitiva no porque tengamos salarios más bajos, sino porque hagamos productos de más calidad en el mercado global. Para eso, hay que hacer las cosas mejor. Esa obligación la debemos tener todos.
–¿Qué se le puede pedir al Gobierno para que seamos mejores?
–Afortunadamente, el actual está gobernando España bien. Salimos del anterior, el del presidente Rodríguez Zapatero, que en mi opinión era el más débil en preparación que he conocido nunca en la historia de España. Éste está haciendo lo que debe. A mí siempre me gustaría que lo hubieran hecho un poco más deprisa. Hemos salido de una situación de déficit público del 10% del PIB; más del 30% del gasto público era el déficit, y pasado a una de cuentas públicas menos desequilibradas; hay que seguir reduciendo el gasto público y con eso la economía empezará a crecer. Éramos un problema para Europa y en 2015 quizá seamos el país que más va a crecer del continente. El Gobierno lo está haciendo bien. Pero, tiene la obligación de ese espíritu de superación.
–¿Qué retos tiene el Grupo Villar Mir?
–La historia del grupo está aquí (señala una serie de títulos de empresas enmarcados en una pared de su despacho): la primera fila son sociedades de las que yo me ocupé como presidente ejecutivo profesional. Desde la segunda fila, son los años en que ido comprando cada empresa. La primera fue Obrascom. Tengo ahí la póliza de compra, por una peseta, cuando perdía mil millones al año. Eso fue el 31 de julio de 1987. Han pasado 27 años, y de media he seguido y sigo comprando una empresa al año. Estoy particularmente orgulloso de toda la parte de construcción, porque Huarte la compré en suspensión de pagos en los juzgados de Pamplona y Laín estaba muy mal [OHL son las siglas de Obrascon, Huarte y Laín]. Y de ahí hemos hecho una de las grandes constructoras internacionales en todo el mundo. Me tiene muy contento también que de todo esto, más de 30.000 empleos, no existiría nada, porque todos ellos son de empresas cerradas o en proceso de cierre. Péchiney iba a cerrar, a desaparecer, y hoy es una empresa próspera. El ser Caballero de la Legión de Honor es por haber salvado a Péchiney del cierre. He hecho todos los deportes del mundo, he sido muy malo en todos, y el que me gusta es crear renta, riqueza y empleo salvando compañías. Es lo que he hecho toda la vida: me he especializado en ser salvador de empresas. Y sigo con ello. Sigo también dedicándole mucho tiempo a seguir estudiando. Esa aficción acaba siendo muy rentable. Eso es más importante todavía en el plano de los valores morales. Lo más rentable en la vida es portarse bien con los demás. No hay nada que dé tanta satisfacción. La exposición quiere vender esa idea. Se podría decir que la historia de los valores morales acaba resumiéndose en ser útil y servir a los demás. Y encima me quedo muy contento, porque el colaborador feliz es eficaz, y el frustrado, aunque quiera, no lo es. Eficacia y felicidad van siempre por la vida de la mano.
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