Famosos
Iván Mañero, el cirujano que llevará la esperanza a Cuba
Por orden de Raúl Castro, gran protector del mundo homosexual –él sabrá por qué, lo siente en sus carnes– el barcelonés Iván Mañero se encargará de crear en La Habana un centro específico para operarlos, cuidarlos y orientarlos psicológicamente. Recién llegado de Cuba y muy moreno, lo encontré emparejado con Elsa An-ka. Fue durante el aniversario de la Revolución Francesa, poco antes del tremendo atentado en Niza: una brutalidad sin precedentes. Acaso cree escuela. Podemos tocar madera ante esta nueva forma asesina. Siempre hay algo nuevo bajo el sol. Mientras disfrutábamos oyendo «La marsellesa», escuchada religiosamente –¡qué ejemplo para nosotros, menudo «grandeur» patriótico el suyo–, hubo despistes y cuchicheos cuando luego sonó nuestra Marcha Real. Sigue sin letra, aunque la de José María Pemán no era mala, poeta al fin y el cabo:
«Viva España,
alzad los brazos
hijos del pueblo español
que empieza a resurgir.
Gloria a la Patria
que supo seguir
por el azul del mar
y el caminar del sol»
En los cincuenta les pareció excesiva y eso que salíamos de la Guerra Civil. Preparados y protegidos bajo el sol que calentaba los inclinados jardines que dan a lo mejor de Serrano, esta cita conmemoradora es lo más sobresaliente de la capital. Un alarde diplomático frente a Italia, que no da señales con lo que antaño era en tiempos del embajador Ciarrapico, o la americana, sólo para amistades particulares glosadas por Peyrefitte. La visita de los Obama le dio aire renovador, aunque su titular ya prepara las maletas coincidiendo con el adiós presidencial. Lo sentiremos.
Bajo fuerte protección y con veinte furgonetas policiales rodeando tan suntuoso y refrescante marco –donde el anterior embajador consorte tenía gallinas sueltas por el césped–, tal vigilancia semi cortó la calle Serrano creando un caos circulatorio. También lo hubo en las interminables colas demostrando solidaridad por el nuevo mazazo terrorista. No se temía.
Carmen Maura, más admirada en Francia que aquí, fue con blusón fucsia coincidiendo en color tan fresco y de moda con Carolina Chávarri, madrastra de la hoy olvidada Marta generadora de separaciones en los noventa. Su trasero marcó época. También repetía ese tono en lentejuelas Elsa Anka. Ella me presentó al elegido por Raúl Castro, que delega en su hija Mariela la responsabilidad. Está en el ajo y defiende los derechos casi proscritos allá. «Hablé con él un par de veces, le dije mis proyectos y me dejó en manos de Mariela para que echemos a andar», me dijo Iván Mañero ante las siempre luminososas Paloma Segrelles, madre e hija,contrastadas en amarillos. Se conmovieron viendo que los nietos del embajador, un «enfant» de apenas tres años, lucía camiseta tricolor. El rojo, azul y blanco más que símbolo, tal pueden ser el «foie» o el champán. Algunos lo demandaron porque solían poner una fuente de Clicquot o Moet.
«Sólo hay vino blanco y tinto, además de refrescos», advertían los camareros. Tal ausencia causó preguntas de si era por luto tras los atentados precedentes o resultado de la crisis. Otros años podían visitarse los salones diplomáticos donde daba la bienvenida una enorme Maja de Monolo Valdés. Cerrados a cal y canto y fuerte enrejado. No descuidaron nada confiando en el amplio jardín donde sobresalió el Nuncio Apostólico con Dani San Martín y Goyeneche, la elegancia de nuestro ministro de Justicia o el modelazo blanquinegro de Pilar Oporto, que ahora es «lo más» de Barcelona, a la que miró Enrique Múgica pronosticando al lado de su hija Deborah tiempos peores. Sonó a vaticinio gafe.
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