Fotografía
El póster y el triunfo del arte psicodélico
Pronto, estos carteles dejaron de ser un mero instrumento de comunicación para adquirir una personalidad propia vinculada a los cantantes más exitosos del momento: los Jimmi Hendrix, Grateful Dead, Jefferson Airplane y compañía
Si hubo una forma de expresión artística que singularizó la revolución cultural acontecida en San Francisco entre 1965 y 1968 no es otra que la del póster. Vinculado íntimamente a la música y a los grupos y cantantes más exitosos de la época –Greatful Dead, Jimi Hendrix, Jefferson Airplane, etc.–, el póster adquirió pronto una personalidad propia, dejando de ser un mero instrumento de comunicación de grandes eventos y espectáculos. La vertiginosa maduración de su lenguaje lo convirtió en el soporte perfecto para el comentario social y la canalización de todas las utopías que corrían por las venas de los miles de jóvenes que peregrinaban a Haight- Ashbury. Ningún otro lenguaje representó mejor la heterogeneidad emocional y los excesos que rodearon a la cultura de la psicodelia; de ahí que cuando se trata de realizar una aproximación al legado artístico del «Summer of Love» es el póster el campo de expresión que mejor trasluce los factores concurrentes en este momento único de la historia.
El «boom» del póster se remonta a 1965, debido al éxito de «Love», de Lorin Gilette, un diseño consistente en una reproducción fotográfica en blanco y negro de una pareja abrazándose en Ocean Beach, con la palabra «love» inscrita sobre el cielo. A partir del alcance de esta composición, la «causa» del póster comenzó a reclutar talentos provenientes de diferentes zonas de EE.UU, entre los que sobresalieron los denominados «Big Five» («cinco grandes»): Víctor Moscoso, Rick Griffin, Stanley Mouse, Alton Kelley y Wes Wilson. Conocidos como los «posters guys» fueron los encargados de llevar este medio de expresión a sus niveles de máxima genialidad. Todos ellos formaron parte de Family Dog, la compañía creada por Chet Hems para promover conciertos de música rock, y cuyos pósters promocionales les eran encargados sistemáticamente. En julio de 1967, los «Big Five» participaron en la primera exposición conjunta dedica al póster psicodélico: la «Joint Show», celebrada en la Moore Gallery, y que supuso un reconocimiento importante a este tipo de piezas que hasta entonces solo eran visibles en muros, escaparates, cabinas telefónicas o cualquier otro tipo de mobiliario urbano. Pero fue dos años después, en 1969, cuando el MoMA de Nueva York consagró una muestra al «dance poster», que, aparte de los nombres referidos, incluyó obras de autores como Bonnie Graham. Lee Conklin o David Byrd.
Escuela de San Francisco
Para perfilar el estilo que caracterizó los pósters de la Escuela de San Francisco, habría que diferenciar tres registros básicos: en primer lugar, se encontraría el de Víctor Moscoso –de padres españoles, huidos durante la Guerra Civil–, influido por Josef Albers y el mundo del «op art», como se demuestra en los diseños realizados para grupos como Grateful Dead, The Sparrow (más tarde The Doors), Big Brother o Steve Miller Band. Una sensibilidad diferente vendría dada por Rick Griffin, caracterizado por una mezcla de esoterismo, tatuaje y cultura automovilística. Su póster más célebre es el realizado en 1968 para Jimi Hendrix, en el que destaca el motivo central de un «ojo alado» de tradición egipcia y asiria, y que se convertiría en uno de los grandes símbolos del viaje psicodélico. Finalmente, estaría la tríada formada por Stanley Mouse, Alton Kelley y Wes Wilson, que bebieron directamente del «art decó» de principios del siglo XX, y concretamente de artistas como Alfons Mucha y Alfred Roeller. El diseño más conocido de Mouse y Kelley –colaboradores habituales– fue el póster «Skull and Roses», producido en 1966 para el concierto de los Greatful Dead en el Avalon Ballroom. El esqueleto representado –que portaba rosas en su cabeza y brazo izquierdo– se convirtió de inmediato en la imagen inconfundible de este grupo y, por extensión, en uno de los iconos del movimiento psicodélico. Por su parte, Wes Wilson –el más exitoso e influyente de los «cinco grandes»– convirtió sus particulares letras rectangulares –estiradas o encogidas casi como si de un ectoplasma se trataran– en la auténtica seña de identidad de su inconfundible estilo.
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