Crisis económica
El dinero, ni contante ni sonante
Llevar efectivo para el tiempo de ocio (vacaciones, eventos deportivos o culturales, cines, etc.) ya no es necesario, pero los cambios serán aún más profundos
En España, el año pasado y por primera vez en la historia, el dinero plástico (tarjetas de crédito y débito) que se gastó, fue mayor que el efectivo, alcanzando un récord de 105.000 millones de euros. La cantidad de compras que cada español realiza anualmente, un centenar aproximadamente, están muy por debajo de las 286 de los británicos, de las 376 de los estadounidenses y de las sorprendentes 448 que cada finés realiza anualmente, según un informe del World Payment Report.
Llevar dinero en efectivo ya no es rentable, literalmente. Y no se trata de que el futuro pase por los «bitcoins» y los cada vez más presentes cajeros. Tampoco pasará por los pagos con los teléfonos inteligentes, pese a la creciente seguridad de este sistema. Lo que de verdad revolucionará el sistema bancario es el «crowdfounding». Ya no se trata de incrementar la seguridad y garantizar los sistemas de pagos, sino de hacer que el dinero sea rentable. Los pequeños bancos, menos de 5.000 accionistas (por llamarlos de algún modo), en los que todos están implicados en el crecimiento, están aumentando en número e importancia en Europa: Crowdcube, Funding Circle, Seedrs, Ulule, KissKissBankBank, Union Loans, Symbid, Gambitious o Derev son sólo algunos ejemplos de instituciones de nuevo cuño en las que los participantes ponen su dinero para lograr mayores beneficios, hacer más presión en tarjetas o compras de acciones y crear sus propias plataformas de transferencias de dinero. WhatsApp, por ejemplo, se ha mostrado tan interesada en este sistema de microemprendimiento que sus usuarios de la India pueden enviarse dinero entre ellos.
Gracias a la creciente seguridad en los teléfonos móviles y al encriptado en las comunicaciones, esta tecnología permite llevar un cajero automático en el bolsillo, con las ventajas de que no hay comisión por cambio de divisas, la transferencia es instantánea y el pago es aceptado en muchos más sitios y por un mayor número de personas, que no deben pagar nada a los bancos por tener que aceptar pagos con este medio.
El problema lógico es que muchos pueden temer que les roben su móvil o los fuercen a entregar sus claves. Aquí la tecnología tiene una respuesta sorprendente. Recientemente el ingeniero de software sueco Patric Lanhed se implantó en su mano un microchip con el que puede realizar pagos que funciona con Identificación de Radiofrecuencia (Rfid). Expertos del MIT también están estudiando este tipo de implantes con un ingrediente de seguridad adicional: sólo es capaz de operar en el cuerpo humano de su portador, ya que reconoce su tipo de sangre o su ADN y gracias a ello genera claves aleatorias basadas en la cantidad de oxígeno y glucosa en sangre en determinado momento. Eso hace que la seguridad no sólo sea altísima, sino personal e intransferible.
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