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Los parientes secretos de Isabel la Católica

Con raíces en Castilla y Portugal, quien más se asemejó a ella fue Berenguela, que también verificaba la unión de los reinos de Castilla y León

Berenguela de Castilla (a la izq.) e Isabel I (der.), dejaron huella
Berenguela de Castilla (a la izq.) e Isabel I (der.), dejaron huellalarazon

Con raíces en Castilla y Portugal, quien más se asemejó a ella fue Berenguela, que también verificaba la unión de los reinos de Castilla y León

Declarada Sierva de Dios por la Santa Sede, Isabel I de Castilla estaba «familiarizada» con la santidad. En su árbol genealógico más remoto y desconocido encontramos ya claros brotes de ella, tanto en su tronco castellano como en el portugués.

En la ascendencia castellana, y en sucesión directa, figuran así las dos hijas de Alfonso VIII de Castilla, nacido en noviembre de 1155, doña Berenguela y doña Blanca, madres de dos monarcas canonizados por la Iglesia católica: Fernando III el Santo, rey de Castilla, y San Luis IX, rey de Francia, respectivamente. Pero es Berenguela quien presenta más similitudes con nuestra protagonista, pues ella verifica la unión de los reinos de Castilla y de León en su hijo –San Fernando– y posibilita que éste emprenda la reconquista cristiana de España hasta Sevilla, frontera del reino moro de Granada; reconquista concluida felizmente, dos siglos después, por Isabel con la toma de Granada.

- Ancestros portugueses

El tronco lusitano es aún más frondoso en santidad, empezando por Teresa de Portugal, hija del rey lusitano Sancho I y de doña Dulce de Aragón. Teresa fue esposa de Alfonso IX de León, quien tuvo el privilegio de ser padre de un santo (San Fernando), esposo de una santa (Santa Teresa) y, en segundas nupcias, de otra admirable mujer (Berenguela).

Los altares bendijeron también a la hermana menor de Teresa de Portugal, la santa Reina Mafalda, quien contrajo matrimonio con Enrique I de Castilla, hermano a su vez de Berenguela, y este parentesco de consanguinidad fue la razón esgrimida por el Papa Inocencio III para separarla del marido antes de cohabitar con él. La posteridad denominaría a Mafalda «la venerable virgen», ya que ingresó como monja en el monasterio portugués de San Benito de Arouca, que ella convertiría en cisterciense.

Entre los antepasados portugueses de Isabel la Católica no debemos olvidar tampoco a Beatriz de Suabia, primera mujer de San Fernando y madre de Alfonso X el Sabio nada menos, que fue hija del electo rey de romanos, don Felipe. «Dedicadísima a Dios», dijo de ella el Tudense. Y el arzobispo de Toledo, Jiménez de Rada, asegura: «Con tan devota Reina, con rey tan santo y madre prudentísima [doña Berenguela], eran las máximas de palacio ordenadas a la exaltación de la Iglesia».

Orgullosa estaba Isabel de contar igualmente, entre sus parientes remotos, con santa Isabel de Portugal, esposa del rey lusitano Dionís, hija de Pedro III de Aragón y nieta de doña Violante de Hungría, canonizada por el Papa Urbano VIII en 1625.

w Reina madre

Santa Isabel era madre de doña Constanza, casada con Fernando IV, hijo de María de Molina. Precisamente esta última era otra santa descendiente también de santos. Su padre, el infante don Alonso de Molina, era hermano de San Fernando y nieto de doña Berenguela. María de Molina fue esposa a su vez de Sancho IV de Castilla, y sería Reina madre y gobernadora durante la minoría de edad de Fernando IV.

Estamos a punto de coronar esta peculiar genealogía portuguesa de Isabel la Católica, pero antes es justo y obligado recordar a María de Portugal, esposa de Alfonso XI de Castilla y nieta de Santa Isabel de Portugal y de María de Molina. A María de Portugal la historia le debe en parte el triunfo de la santa cruz en la célebre batalla del Salado (1340) –victoria que se celebra todavía en Toledo cada 30 de octubre– como consecuencia de sus desvelos diplomáticos y religiosos. Ella fue precisamente la que logró convencer a su padre, el rey de Portugal, para que uniese sus fuerzas con las del monarca castellano en la común empresa de la reconquista cristiana de la Península; y ella vivió en oración continua en Sevilla, organizando rogativas públicas por el triunfo de la santa cruz.

Ponemos el broche dorado a estos gloriosos ancestros de Isabel la Católica con doña Juana Manuel, con quien arranca en Castilla y en sucesión directa de los Reyes castellanos la casa de Trastámara, a la que pertenece nuestra Sierva de Dios. Desposada con Enrique II de Trastámara, la Reina castellana doña Juana Manuel era bisnieta del rey Fernando III el Santo y madre de Juan I de Castilla, bisabuelo de Isabel la Católica. Sobre esta pionera de los Trastámara en Castilla, el padre Enrique Flórez escribe: «Muy devota y muy noble; de mucha conciencia y limosnera; y en su vida ordinaria, vestía el hábito de las monjas de Santa Clara».

Así de frondoso era el árbol genealógico de Isabel, desde cuyas ramas hemos recompuesto sus ancestros de santidad.

El proceso de beatificación de Isabel la Católica, al que accedí para componer mi libro «Isabel íntima» (Planeta), es un verdadero arsenal de documentos inéditos que durante más de cuarenta años, desde que se presentó a la Congregación para las Causas de los Santos en Roma, el 18 de noviembre de 1972, ha dormido en los polvorientos sótanos del Vaticano. Previamente, se requirieron doce años de investigación, desde 1958 hasta 1970, para examinar más de 100.000 documentos, de los que se escogieron 3.160 repartidos en 27 tomos. Pues bien, todo ese material manejado en su día por el sacerdote claretiano Anastasio Gutiérrez, nombrado postulador de la causa, lleva paralizado ya varios años. ¿La razón? Cuando Juan Pablo II estaba a punto de beatificar a Isabel la Católica, el cardenal de París, Jean-Marie Lustiger, judío converso, logró disuadirle apelando a la expulsión de los judíos. Pero eso ya es otra historia.

@JMZavalaOficial