Papel
Javier Maroto: «He forrado mil libros en la trastienda de la librería de mi padre»
Aplica a la política dosis de humildad. Nunca se calla y no teme a decir lo que piensa cueste lo que cueste. Tímido, dice que lo que más le cuesta es haber perdido el anonimato. En Vitoria es común verle practicar running, con su bicicleta o haciendo la compra.
–¿Quién diría que es usted?
–Un apasionado de lo que hace. Sólo te pueden salir bien las cosas si pones pasión y crees en ello.
–¿Le han robado muchas veces?
–Alguna vez alguna cosa física en la playa cuando dejas la bolsa y te descuidas... Pero lo más doloroso es cuando se llevan cosas que no se pueden pagar con dinero, que tocan más a la dignidad o el cariño, especialmente lo digo por la Alcaldía de Vitoria.
–¿No le quedaron ganas de gritar eso de «¡al ladrón, al ladrón!...»?
–No, porque eso ya lo gritaba y lo pensaba la gente. El ver en un ejemplo de tu ciudad lo que puede suceder en España no es un tema menor.
–¿Maroto tiene moto?
–No, tengo bici y voy en ella por Vitoria. Pero no hago como Carmena que dice que, si no usas la bici, eres de la casta; se hace la foto en el metro el primer día y luego, los demás, se sube al coche oficial. Lo que más valoro de mí mismo es mi palabra, porque es lo único que tengo. El día que no pueda respetarla no estaré en la política, en lo grande y en lo pequeño.
–Es un gran aficionado de Eurovisión, ¿por las canciones o por las puntuaciones?
–Me gusta porque tiene algunas claves que sirven para el resto de cosas. En ese concurso la canción es tan importante como la puesta en escena que, en la vida, se traduce en que el cómo vale tanto como el qué. Esa lección aquí aún no la hemos aprendido.
–¿A quién mandaría a Eurovisión?
–Pues a lo mejor a una Marta Sánchez, pero eligiendo muy bien la canción y pensando que, por muy conocida que sea aquí, los otros millones de espectadores sólo la van a ver tres minutos.
–Y si participara Urkullu, ¿cuántos puntos le daría?
–Puede tener buenas ideas pero falla en la puesta en escena y los sosos nunca ganan Eurovisión.
–¿Qué canción le recomendaría a Pedro Sánchez o Pablo Iglesias?
–Alguna de Amistades Peligrosas.
–¿Ser del País Vasco ya es un máster para hacer política?
–El País Vasco es una escuela de humildad en la política y de cercanía especialmente ahora que podemos ir por la calle.
–Usted dice que hay que «poner oreja» ¿Eso no es de cotillas?
– Eso significa escuchar y después volver a escuchar y después escuchar un poquito más.
–¿Cuando uno tiene su despacho en la calle no corre el riesgo de que se le vuelen los papeles?
–El papel que nunca puedes perder en la calle es el de estar ahí para que alguien te diga lo que quiera decirte. Antes me paraban por la calle y me pedían que pusiera una baldosa; ahora ese mismo padre te dice: «Tengo un hijo en paro». Hay que aprovechar lo conseguido de la recuperación e invertirlo en quien peor lo está pasando.
–¿No siente que llega tarde?
–No, siempre miro el vaso medio lleno y es el «queda poco, vamos a trabajar más duro».
–¿Pero no está desfondado?
–Me han operado dos veces de peritonitis, no estoy desfondado, lo que estoy es rajado por la mitad.
–¿De cuántos armarios tendría que salir el PP?
–Creo que el PP está muy en contacto con todas las realidades, no creo que haya ningún armario por abrir en nuestro caso.
–¿Qué le pedían los niños de Vitoria cuando era alcalde? Creo que tiene pequeños amigos...
–De todo. Los niños piensan que el alcalde es el jefe de la ciudad y de la Policía. Me pedían desde poner un juego infantil nuevo hasta que su mamá no tuviera que esperar dos minutos en la parada de autobús.
–Tras el asesinato de Gregorio Ordóñez da un paso a la política. ¿Qué le dijeron en casa?
–Que estaba como una regadera, pero lo dijeron con la boca pequeña.
–Y como buen vasco, ¿cocina?
–Sí, pero no soy Arzak, ni lo seré nunca.
–¿Le ha pasado factura decir lo que piensa?
–Decir lo que uno piensa en lo personal me parece un acierto, porque lo peor es la mentira. También hay que llevarlo al ámbito de la política. Respetar las convicciones y decir lo que uno piensa trae problemas, pero también tiene ventajas. Cuando un ciudadano ve que, por encima de sus siglas, defiende sus convicciones eso tiene una fuerza especial. No renunciaré nunca a mis conviciones ni a lo que pienso, si no, no sería yo.
–¿Qué le dicen sus compañeros del colegio de su trayectoria?
–Que se lo esperaban. Cuando me elegían delegado de curso solían decir que llegaría a algo así.
–¿Se perdía en la librería de su padre leyendo libros?
–No, lo que yo hacía seguramente ahora se consideraría «ilegal».
–¿Por qué?
–Mi padre vendía un montón de libros a los colegios y uno de los valores añadidos que aportábamos era venderlos forrados. En la trastienda había un ejército de personas forrando libros, y yo te tardaría 30 segundos en forrar un libro porque he forrado miles en la trastienda de la librería de mi padre.
–Si le encargaran una película que se llamara «el arte de engañar» ¿quién le escribiría el guión?
–A los que mejor lo iban a hacer... A Podemos.
–¿Y el casting?
–Se lo dejo a Pedro Sánchez, porque como lo elija su comité de sabios la película no va a pasar de la primera semana.
–¿Debate con Alfonso Alonso sobre su dominio del latín y el conocimiento que usted tiene del indonesio?
–La diferencia es que él es un hombre extremadamente culto y yo extremadamente pragmático, lo cual no son antónimos. Tengo facilidad para los idiomas y soy de los que piensan que entre el latín y el inglés, mejor el segundo.
–¿Qué le preguntaria Javier Maroto a Javier Maroto?
–Si buscas en la red salen cuatro con mi nombre: el político, el cantante, el DJ y el actor. Les preguntaría por qué se han puesto mi nombre para hacerse famosos...
–¿Cuando llega a casa, se confiesa a su perro Roy?
–A veces lo hago, pero te juro que tengo la impresión de que no me comprende.
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Pasividad ante la tragedia