Rojo
Sandra Golpe: «Si pudiesen, los políticos ocuparían todas las horas de tv»
Periodista para reconciliarse consigo misma, ha hecho de su profesión una terapia para superar la timidez
Su profesión le ha servido de terapia contra la timidez. La periodista se confiesa una «adicta al móvil» y no descarta sumarse a otros presentadores que han dado el salto a la literatura.
Es una corredora de fondo del periodismo televisivo, al que llegó casi por casualidad porque eso de verse en la pantalla no le convencía demasiado por pudor. Fue una afortunada broma del destino. Ahora, Sandra Golpe lo disfruta. Presenta los informativos diarios del «prime time» de Antena 3 junto a Álvaro Zancajo. Se confiesa adicta a la información, hasta el punto de que recibe más de una reprimenda de su hijo de diez años, que no lleva demasiado bien que su madre esté permanentemente conectada. Él es de los pocos a los que consiente que la «desenchufen».
–A pesar del verano tan duro que estamos teniendo con la violencia de género, también es cierto que las noticias ligeras a veces son una tontuna por la que le puede entrar un ataque de risa. ¿Le ha sucedido?
–La risa es directamente proporcional a las horas de directo que lleves en antena. Eso me sucedía más cuando presentaba el matinal. Hay un momento en que en la escaleta entran noticias chorras y sí: me ha dado un ataque de risa y lo he pasado muy mal. Hubo un momento en el que me tuve que meter debajo de la mesa para que no se me oyese mientras mi compañero la leía.
–¿Estar delante de la cámara es una vitamina para el ego?
–El ego lo tenemos todos y, por supuesto, en televisión mucho más. Sin embargo, como tengo un enorme grado de autoexigencia, lo domo fácilmente. Tenga en cuenta que a mí esta profesión me ha servido de terapia.
–¿El periodismo como terapia? Explíquese, por favor.
–Cuanto era niña y adolescente tenía una timidez patológica. No era ni capaz de ir a comprar el pan, lo hacía mi hermano, que era más pequeño que yo. Me refugié en la lectura y en la escritura hasta que decidí que lo mejor era ir contra mí misma para estudiar periodismo porque me abriría a los demás. Si le cuentan hace veinte años a mi familia que iba a presentar un informativo no se lo hubiesen creído.
–Tengo muchos compañeros que dicen que si su hijo les comenta que quiere ser periodista les da el disgusto de su vida. ¿Usted que piensa?
–Es cierto que ésta es una profesión muy caprichosa, llena de altibajos, y muchas veces no sabes ni siquiera por qué y es muy fácil caer. Pero no la vivo de forma traumática. Con todo, no me importaría que mi hijo la eligiese. Lo que quiero es lo que ambicionan todas las madres: que sea feliz y autónomo.
–Aparte del piloto rojo segundos antes de entrar en directo, que debe ponerla bastante nerviosa, ¿con qué temas se le enciende el piloto rojo y la sacan de quicio?
–Con el de la televisión curiosamente estoy muy tranquila, he aprendido a controlarme. Pero sí que me sacan de mis casillas la violencia de género, los asesinatos a niños... A veces los seres humanos somos incomprensibles.
–¿Se graba el informativo que presenta para verse después?
–Sí, pero no para recrearme conmigo misma. Hay que verse para saber cómo estás haciendo tu trabajo y cómo mejorarlo. Es un ejercicio de responsabilidad.
–¿Qué espacio tiene la televisión en su casa?
–Muy poquito. Como está mi hijo, es él el que tiene el mando, por lo que la programación infantil es la reina de la pequeña pantalla. Sí me gusta ver lo que hay, pero me pasa como con los libros: si a las 50 páginas no me convence paso a otro. Con los programas, lo mismo, si no me enganchan a los veinte minutos dejo de verlos.
–¿Ha caído en la nueva adicción seriéfila?
–No, y me está trayendo consecuencias porque me quedo fuera de muchísimas conversaciones. Me hablan de lo buena que es «House of Cards», «Juego de tronos», «Masters of Sex» y me quedo con cara de nada. Prometo redimirme durante el verano.
–Pero seguro que sí en la dependencia de las tabletas y los smartphones.
–Claro. ¿Quién no? El WhatsApp es un gran invento porque te comunicas con la gente gratis, formas grupos..., aunque también es una esclavitud y necesito apagarlo. Siendo periodista es fundamental. Eso sí, tengo que reconocer que en más de una ocasión mi hijo me castiga quitándome el móvil.
–Lo lógico es que fuese al revés.
–Ya llegará, pero por ahora soy yo la que estoy prácticamente todo el día mirando el teléfono. Se enfada mucho. En ese sentido, a pesar de tener diez años, es mucho más inteligente que los adultos.
–¿Ha pensado escribir un libro como otros rostros televisivos?
–Me encantaría, pero no tengo tiempo. Todavía guardo los relatos que escribía cuando era adolescente en un cuaderno con las tapas azules y las hojas blancas...
–¡Anda! Como el de Aznar.
–No se pase, ¡ja, ja, ja! El mío era mucho más inocente y menos interesante, y por supuesto no tenía ese halo de misterio.
–Hablando de políticos, Pablo Iglesias se enseñoreó con la bandera del Orgullo Gay, al tiempo que ha cobrado de gobiernos como el iraní o el venezolano, países en los que hay una represión tremenda. ¿Cómo lo ve?
–Hemos pasado de que los políticos no estén en los platós a que, si pudiesen, ocuparían todas las horas de las parrillas televisivas. Hay mucho postureo en la política, que es con lo que se queda la mayoría de los ciudadanos, y algunos se están exponiendo demasiado. Ya se ha visto que parte de la nueva generación política ha salido de las tertulias. Aquel que sea un oportunista y se ponga con una bandera u otra... El ciudadano es tonto.
El lector
«Todavía le tengo mucho cariño a los periódicos impresos, aunque reconozco que leo mucho los digitales porque estoy obsesionada con la actualidad inmediata. Aparte de que es una consecuencia directa de nuestra profesión, siempre me ha gustado. Además, soy de esos periodistas que se leen todos los diarios, no como otros compañeros que deciden no leer uno u otro. Creo que es un error porque para hablar de un medio, ya sea bien o mal, hay que conocerlo. Es un síntoma de reduccionismo que no me gusta».
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