Papel
Mil y una canciones del verano
El estado de ánimo de cada uno será suficiente para que una melodía altere su ritmo mediante algoritmos, o al de todos si hablamos de un concierto
El estado de ánimo de cada uno será suficiente para que una melodía altere su ritmo mediante algoritmos, o al de todos si hablamos de un concierto
Hay quienes aún recuerdan la pegadiza poesía, la cuidada rima y el exquisito talento puesto al servicio de las letras de algunas canciones que fueron el éxito del verano. Basta recordar títulos para comprenderlo: «Los micrófonos», «La Bomba», «Mayonesa», «Aserejé» o, el hoy objeto de estudio antropológico, «Opa yo viazé un corrá». En la actualidad, pese a los nostálgicos, la canción del verano ya no es una pieza única e inmutable.
Todo comenzó a gestarse en 2012 cuando científicos de la Universidad de Tecnología y Ciencias de la Electrónica de China lograron crear música a partir de las ondas cerebrales. Un electroencefalogramo realizaba una lectura y un programa informático transformaba las ondas, dependiendo de su amplitud y frecuencia, en notas. Es cierto que la música que se conseguía en ese entonces era repetitiva, un poco chirriante y nada memorable... perfecta para canción del verano. Unos años más tarde, el software MindMidi permitió a los músicos crear sus propias piezas en casa. Esto fue sólo el inicio, las neurociencias al servicio del arte y viceversa.
Por ejemplo, la empresa OCZ Technology fue la primera en desarrollar lo que en 2025 es una herramienta habitual: un transmisor de impulsos neuronales (Neural Impulse Actuator, NIA), una interface que en 2014 se utilizaba para que los desarrolladores de videojuegos pudieran subir sus ondas cerebrales a un programa informático.
En ese mismo momento surgió uPlaya, un sitio web que recurría a un algoritmo para determinar el potencial de una canción para convertirse en éxito. Este agente musical-matemático, comparaba las características de una canción con superventas de los últimos 30 años y señalaba, con un 80% de fiabilidad, la probabilidad de que sea un éxito. Y cómo resolver los posibles fallos que impiden ese resultado.
La semilla estaba plantada y la industria musical vio el negocio: ¿Para qué pagar a un artista si pueden ser los asistentes a un concierto quienes creen el sonido? Si se pudiera leer sus mentes como si fuera una partitura, esta iría cambiando a medida que muta el ánimo de los participantes, sería como un ciclo de retroalimentación constante. Y junto a la música la repetición de palabras claves en momentos determinados: «fiesta», «verano», «palmas», «beso»...
Los diferentes instrumentos se unieron: música a partir de ondas cerebrales, ondas que se podían subir a un programa informático y un software que podía aconsejar qué hacer para conseguir la canción del verano... sólo faltaba un dispositivo que permitiera captar las ondas cerebrales de cientos de personas y fusionar los puntos en común para crear piezas que satisfagan a la mayoría.
Las ondas cerebrales se propagan entre los 0,5 y los 25 hercios. Los radiotelescopios que estudian el universo buscan ondas electromagnéticas, como las del cerebro sólo que en amplitudes mucho mayores . La respuesta fue sencilla: la industria musical calibró un radiotelescopio para recolectar música del cerebro de la gente. Y de este modo el éxito del verano ya nunca nos los hemos podido sacar de la cabeza. Porque salió de allí.
- Fuente: Excepto por el radiotelescopio para leer las mentes y por el estudio antropológico de «Opa, yo viazé un corrá», todo lo mencionado es verídico.
✕
Accede a tu cuenta para comentar