Crisis económica
«La renta básica impulsa a buscar ambiciones propias»
Entrevista a Rutger Bregman, historiador y periodista
Entrevista a Rutger Bregman, historiador y periodista.
El 6 de mayo de 1795, en un distrito de Inglaterra, se implementaba lo que podría considerarse el primer experimento de una renta básica universal. El llamado sistema Speenhamland adjudicaba a todos los hombres pobres y trabajadores, así como a sus familias, un suplemento para poder llegar a un nivel de subsistencia, según unas tarifas fijadas por el precio del pan. Cuanto más numerosa fuese la familia, más dinero cobraría. La medida parecía un éxito al principio, se redujo el hambre y las dificultades, incluso se evitó la revuelta social. «Quizá gracias a este proycto Inglaterra evitó sufrir su propia revolución francesa», comenta Rutger Bregman.
Sin embargo, en 1830, ya se aseguraba que el sistema era un desastre, a través de un estudioque afirmaba que había provocado solo un aumento de la natalidad, una disminución de sueldos, y la proliferación de conductas inmorales. El sistema se cerró, sólo para que cas 150 años después se descubriesen que esos estudios habían sido manipulados. En los 70, incluso Nixon intentó imponer una renta básica en Estados Unidos bajo la inspiración de Speenhamland, pero el senado lo impidió. «Si Estados Unidos hubiese iniciado este camino, mucho otros países hubiesen seguido el ejemplo», comenta Bregman, que acaba de publicar «Utopía para realistas» (Salamandra y Empúries en catalán), excelente ensayo que demuestra que la renta básica universal y una jornada laboral de 15 horas no sólo es posible, sino que es necesaria para un mundo sostenible.
– El título de su libro, «Utopía para realistas», es ya una declaración de intenciones.
– Sólo quería poner el énfasis en que es posible cualquier cambio de paradigma. Ahora puede parecer utópico una jornada de 15 horas o la renta básica, pero también lo fueron acabar con la esclavitud, el sufragio universal o los derechos civiles. Muchos creen que una renta básica hará que la gente deje de tener motivaciones para trabajar, pero los estudios demuestran que es lo contrario, que les abre el apetito para intentar empresas propias. El 60 por ciento de la población asegura que trabaja en «trabajos de mierda», donde no son libres. Si creamos el espacio donde puedan vehicular sus propios intereses, la sociedad puede ganar muchos activos.
– ¿Cree que estamos encerrados en una dialéctica izquierda derecha que impide buscar verdaderas soluciones políticas a estos problemas?
– Por supuesto. De llo que yo hablo no es un principio ni de derechas ni de izquierdas. Nixon era republicano, el gobierno de Finlandia, donde se están haciendo experimentos en este sector también es conservador. El problema es que la derecha tradicional vive en un pasado que nunca existió y la izquierda sólo está en contra de todo, sin ofrecer alternativas ni ideas nuevas.
– ¿El problema es que los gobiernos sólo buscan su reelección, más que buscar verdaderas soluciones a los problemas?
– Exacto, y por eso los gobiernos nunca han solucionado ningún verdadero problema social. Si toman las decisiones basadas en lo que creen que quieren sus votantes, hemos de demostrarles que queremos otra cosa. Es importante mostrar el contagio positivo de las nuevas ideas y cómo tienen siempre un eje transformador. Pero el cambio siempre empieza en la sociedad, nunca en los parlamentos.
– ¿Sucede lo mismo en las grandes corporaciones?
– Le voy a poner un ejemplo holandés, donde los últimos cinco años la empresa más valorada es un centro médico con 1.400 trabajadores en la que no hay directiva. Los trabajadores se reparten las responsabilidades, fijan su propio sueldo y su efectividad es cinco veces mayor que otros centros. La mayoría de directivos no sirven de nada, sólo hacen difícil lo simple, que es gestionar el trabajo. Lo hacen tan difícil que luego dicen, «véis, sólo yo lo puedo solucionar» y así crean un círculo vicioso.
– ¿La elección de Donald Trump es un paso atrás en esta utopía realista?
– No, porque demuestra la fuerza de las ideas. Con su discurso simple llegó a mucha gente. Hay que encontrar ese contrapeso. Hay que dejar de pensar, por ejemplo, que alguien es productivo por el dinero que genera. ¿Entonces, el trabajo de los voluntarios no es productivo? Lo que no son productivos son esos trabajos administrativos que se encargan de enviar mails de unos a otros. Hemos de cambiar el paradigma.
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