Barcelona
La victoria que es una dura derrota de la CUP
Los antisistema consiguen que Artur Mas se aparte, pero a costa de tener que arrodillarse ante Junts pel Sí.
En 1839, el carlista Zumalacárregui se rindió al isabelino Espartero para evitar males mayores en sus huestes que estaban divididas y pasando miserias. Evitó la catástrofe y la sangrienta derrota a cambio de entregar hombres y armas. Fue el Abrazo de Vergara. En 2016, Artur Mas y la CUP firman un armisticio para evitar la derrota del proceso soberanista. Mas se aparta y la CUP se rinde a Junts pel Sí. Mas evita la hecatombe del proceso, se garantiza el liderazgo de CDC en la nueva etapa y la CUP se entrega para evitar una sangría interna o lo intenta. Habrá que ver qué pasa ahora en la CUP. Es el Abrazo de Barcelona.
Mas ha sido devorado por el mismísimo Mas. Después de dividir en dos a la sociedad catalana, de trinchar literalmente el PSC, de romper la coalición de Convergència i Unió, de hacer desaparecer a Unió, de dejar en la inanición a Iniciativa per Catalunya, de marginar al PP en la política catalana, de crear dos nuevos actores, C’s y Ada Colau, Mas acaba su loca carrera hacia ninguna parte cayendo él mismo, forzado por los suyos, y dejando lacerada, sumisa y rendida a los pies de Convergència a la CUP. Mas ha salvado el proceso y se ha cobrado cara su cabeza. Él mismo se la ha tendido en bandeja de plata a los radicales, pero ha logrado una rendición incondicional de los independentistas antisistema. Ahora, entrará en el altar de los patriotas, no deja la política porque seguirá de diputado y consigue que la CUP entregue armas y bagajes a Junts pel Sí –ideológicos y parlamentarios– a su nuevo y flamante líder, Carles Puigdemont.
La izquierda anticapitalista ha conseguido que Mas saltara por los aires. Ha dejado a ERC con un palmo de narices porque ya acariciaba la presidencia de la Generalitat en unas próximas elecciones y abre un nuevo periodo en el que nada será igual. Parece una victoria de los anticapitalistas, pero es más bien una dura derrota. Es el precio que han pagado por contener la ruptura de las costuras de la organización. Es el precio para que la CUP no desaparezca. O lo que intenta, porque no está claro que los sectores más duros queden satisfechos con esta salida que se puede resumir en la caída de Mas a cambio de la desaparición política de la CUP.
Ahora, Puigdemont será investido, nombrará su gobierno y tendrá arrinconada a la oposición. La CUP, según recoge el documento del acuerdo no votará «en ningún caso en el mismo sentido que los grupos parlamentarios contrarios al proceso y/o el derecho a decidir cuando esté en riesgo dicha estabilidad». O sea, Junts pel Sí se garantiza siempre la mayoría. Pero es más, la CUP se arrodilla ante Junts pel Sí porque «asume que la defensa en los términos políticos del proceso, tal y como lo entiende la CUP, puede haber puesto en riesgo el impulso y el voto mayoritario de la población y el electorado a favor del proceso hacia la independencia en una negociación que ha desgastado ambas partes y la base social y popular del independentismo». En definitiva, la CUP asume su culpabilidad y reconoce «errores en la beligerancia expresada hacia Junts pel Sí, sobre todo en lo relativo a la voluntad inequívoca de avanzar en el proceso de independencia y en el proceso constituyente que conlleva».
Mas se ha quemado a lo bonzo pero ha puesto alfombra roja a su sucesor. Seguramente, el presidente en funciones ha recibido presiones de CDC y de ERC para que diera un paso al lado –también ha recibido muestras de apoyo del presidente de la Asociación Catalana de Municipios y alcalde de Premià de Mar, Miquel Buch– y así «convertirse en patriota», pero ha hecho hincar la rodilla en el suelo a los que le han amargado sus planes, los sectores más duros de la CUP. En este nuevo periodo, la CUP renovará «el grupo parlamentario para visualizar un cambio de etapa y asumir implícitamente la parte de autocrítica que le corresponde en la gestión del proceso negociador. Los relevos en el grupo se producirán inmediatamente después del pleno de investidura». O sea, Anna Gabriel, Josep Manuel Busqueta, Sebastià Salellas, Eulàlia Reguant y otros diputados abandonarán el hemiciclo y serán sustituidos. Todo sea en aras de la unidad de una organización que ha quedado a los pies de los caballos porque acepta, ni más ni menos, que le impongan a sus diputados. Por si fuera poco, dos diputados de la CUP se «incorporarán a la dinámica del grupo de Junts pel Sí. Participarán en todas las deliberaciones y actuarán conjuntamente en las tomas de posición del grupo para dar cumplimiento a lo establecido en el punto 1». Más que un acuerdo parece una reprimenda que se acepta con la cabeza gacha. Es la rendición de la CUP ante Junts pel Sí.
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