Barcelona
Miró ante la poesía catalana
Vicenç Altaió analiza con rigor las colaboraciones del pintor con autores de la talla de Brossa, Salvat-Papasseit, Espriu, Perucho, Foix o Gimferrer.
Vicenç Altaió analiza con rigor las colaboraciones del pintor con autores de la talla de Brossa, Salvat-Papasseit, Espriu, Perucho, Foix o Gimferrer.
La de Joan Miró es una de las miradas más intensas de la pintura catalana de todos los tiempos. Pero, a diferencia de otros artistas, estuvo pendiente a todo cuanto se hacía a su alrededor, incluso literariamente como lo atestigua su biblioteca personal, hoy depositada en la fundación barcelonesa que lleva su nombre. En esta línea, Vicenç Altaió se ha encargado de analizar y estudiar con detalle la relación de Miró con los poetas en lengua catalana, unas afinidades electivas que dieron como resultado algunos de los mejores trabajos del artista.
«Miró i els poetes catalans» es el título del trabajo inédito realizado por Altaió y que acaba de editar con todo lujo Enciclopèdia Catalana, con una tirada de 1.500 ejemplares al precio de 990 euros. Son dos volúmenes, uno con la obra pictórica y otro, firmado por este especialista, en el que se construye el camino del artista acompañado de nombres como los de J.V. Foix, Joan Salvat-Papasseit, Joan Brossa, Salvador Espriu, Joan Perucho o Pere Gimferrer, entre otros. Es el resultado de años de dedicación a un tema que Altaió conoce muy bien gracias a su etapa al frente de la entidad KRTU y como comisario del Año Miró.
«Joan Miró no hace ninguna distinción entre la poesía visual y la poesía escrita. Es más, creo y demuestro que no pinta imágenes sino que pinta poemas expresados de una manera plástica», apunta Altaió en declaraciones a este diario, recordando que que el artista, uno de los más destacados dentro del grupo surrealista de París, «practica el sueño y el principio del azar, pero también es un lector de poesía que toma la revolución poética, como una apuesta moral, para escaparse de la vieja cultura humanística».
Para el estudioso del autor de «La Masía» o «El carnaval del arlequín», el Miró íntimo es un gran explorador de tres cosas: «Primero, ser otro y debemos inventarnos de nuevo porque la vieja cultura humanística no nos sirve. Segundo, esto se trabaja en el espacio, cogiendo al sujeto y lo unifica en una especie de gran panteísmo en el que está la parte más mística y la más terrenal. Y en tercer y último lugar, Miró practica el humor y el absurdo, buscando la originalidad del lenguaje en la fuente primigenia que es la cultura primitiva –donde está la auténtica energía–, además de tomar el lenguaje de los locos y de los niños», añade Altaió.
«Joan Miró és dels nostres». Con estas palabras tan contundentes, J. V. Foix se convertía en uno de los primeros poetas en mostrar su incondicional adhesión hacia el universo plástico del joven Miró que exponía en 1918 en las míticas Galeries Dalmau de Barcelona. En el estudio podemos constatar cómo fue la colaboración entre ambos, con frutos tan destacados como las ilustraciones mironianas para los libros «Gertrudis» y «KRTU». En 1973, el pintor le envía una maravillosa carta con motivo de los 80 años del poeta. La respuesta de Foix no puede ser más contundente: «No tothom sap parlar sense embuts i amb el llenguatge dels colors com tu».
Un punto interesante de este diálogo artístico y literario es el hecho que el artista también acudió a los poetas que escriben en su idioma en un momento en el que el catalán está sufriendo la represión de las autoridades franquistas. Como dice Altaió se convierte en «un auténtico militante». Incluso rescata lecturas de autores ya fallecidos, como Joan Salvat-Papasseit. En 1974 pondrá su talento al servicio de la palabra escrita del vanguardista y, poco después, lo citará como uno de sus poetas de cabecera ante el escritor Georges Raillard.
Muy distinta es su relación con Joan Brossa con quien le unió una gran amistad. «Miró era, és, veritablement el pintor dels poetes», diría contundentemente el que fuera uno de los más activos integrantes del grupo Dau al Set. La investigación de Altaió nos ayuda a saber de la colaboración entre ambos, con obras tan excepcionales como «Cop de poma», una caja intervenida por Miró y que contenía grabados suyos y de Antoni Tàpies, una partitura de Mestres Quadreny, un poema de Brossa y una escultura de Moisès Villèlia.
El siglo del pintor, su camino acompañado de un poeta lo cierra Pere Gimferrer. Ambos se conocieron en un espacio gaudiniano, el Parc Güell, en 1973, la noche en la que se inauguraba la Galería Maeght de Barcelona. Gimferrer publicó en Polígrafa dos ensayos hoy fundamentales para comprender al pintor: «Miró. Colpir sense nafrar» y «Les arrels de Miró». A ellos se les sumaría «Lapidari», un volumen editado por Maeght a partir de una selección por Gimferrer de textos de autores catalanes anónimos del siglo XV.
El estudio de Altaió tampoco olvida las colaboraciones con Carles Sindreu, Josep Carner y Miquel Martí i Pol. Todo ello hace que la investigación de Altaió sea clave para entender a Miró, casi a la manera de una exposición de papel. Una invitación a volver a Miró y sus raíces, pero también a releer a los poetas catalanes que lo fascinaron.
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