fracaso escolar
Los bebés prematuros tienen más riesgo de padecer autismo o ser hiperactivos
Los niños con TDAH repiten curso más a menudo y presentan un menor autocontrol
Valencia- El demostrado aumento de los trastornos del neurodesarrollo en niños tiene su origen no solo en un diagnóstico más rápido y eficaz, sino en una mayor prevalencia y supervivencia de bebés prematuros. Es decir, si hace veinte años el noventa por ciento de los nacidos con un peso inferior a un kilo fallecían, ahora es curiosamente ese mismo porcentaje el de neonatos que sobreviven. Y es precisamente este grupo el que tiene más posibilidades de desarrollar un trastorno mental como podría ser el déficit de atención con hiperactividad (TDAH) o el autismo. Afortunadamente, «hay menos niños con alteraciones graves, pero sí estamos viendo más casos leves».
Según el doctor Fernando Mulas, presidente del Congreso de la Academia Iberoamericana de Neurología Pediátrica y la Sociedad Española de Neurología Pediátrica que acoge Valencia hasta el sábado, la mitad de los bebés prematuros con peso inferior a los mil gramos padece TDAH, aunque el porcentaje baja a un 20 por ciento en los que pesaron al nacer entre uno y dos kilos y medio.
En este punto, Mulas explica la confusión que aún existe respecto a la terminología de estas dolencia. «No es lo mismo un niño nervioso e inquieto, que uno con TDAH» -unos 50.000 en la Comunitat-. Se trata de pequeños con un rendimiento escolar bajo, con diez puntos por debajo de la media, que suelen repetir curso hasta cinco veces más de los que no lo padecen, con problemas para el control, que pueden llegar a mostrar comportamientos agresivos y «con una peor calidad de vida». «No van a robar bancos, pero tienen más posibilidades de fracaso laboral». De ahí la importancia del entorno familiar, más aún cuando en la mitad de los niños y jóvenes con TDAH, uno de los dos progenitores también lo padece.
Es igualmente fundamental, una correcta asistencia médica, aunque los protocolos de la Administración pública son «muy débiles». Mulas aboga, en este sentido, por medidas como la implantación de técnicas de autocontrol o la popularización de la figura del «coacher». Pero de momento se tienen que conformar con un plan de intervención psicopedagógica que les ofrece atención de entre diez y veinte horas al mes.
En cuanto al autismo, la mayoría de los 5.000 niños afectados en la Comunitat Valenciana no son casos graves. Se habla, pues, de «un trastorno del espectro autista».
El también director del Instituto Valenciano de Neurología Pediátrica desmiente asimismo que exista una causa-efecto entre el autismo y las vacunas. «La comunidad médica ya lo desmintió hace tiempo con informes rigurosos». Cree que la confusión nace de que suele diagnosticarse en el periodo que coincide con el calendario vacunal, entre los 18 meses y los dos años de edad.
Aunque el diagnósitico de autismo es harto difícil, existen algunas pistas a las que los padres deben prestar atención a partir de los 18 meses. Así, si el niño no mira a los ojos de forma habitual, no habla conforme a su edad, no responde a su nombre, parece que esté sordo, no comparte sus juguetes, realiza aleteos con las manos o balanceos con el cuerpo y «va a su aire», debería someterse a un examen médico que diagnostique o descarte la posibilidad.
Por otra parte, Mulas, que hoy se convertirá en uno de los cinco especialistas españoles premiados con el premio Ramón y Cajal, defendió la rentabilidad de la inversión para la detección precoz de estos trastornos. «Habrá que recordárselo a los políticos».
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