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Cómo sobrevivir a 24 horas de bacanal
Da igual que salpique sangre, aceite o que las cadenas caigan en la primera fila, el «fabreismo» lo consiente todo.
Da igual que salpique sangre, aceite o que las cadenas caigan en la primera fila, el «fabreismo» lo consiente todo.
Sí, el impudoroso ejército de fieles de Jan Fabre aguantó. Se necesitaron 24 horas para subir la ladera del Monte Olimpo, pero se logró. La gente, cargada con todo lo que se pudiera necesitar en los recesos que permitiera la ascensión, se debatía entre la excitación y la expectación. Cada encuentro entre conocidos era un gritito de nerviosismo por tener que encerrarse en un teatro “para ver algo que me han dicho que es la pera”, se escucha. Se dejan ver caras conocidas: Elejalde, Almodóvar, Garrigues Walker -que no solo es jurista-, Escolar...
Primer movimiento en escena (19:20 del viernes), ovación y al lío: dos besos negros muy particulares que presagian “malas mareas”, literal, y una erección por ciencia infusa marcan el camino y encienden las butacas, que lo vitorearán casi todo hasta el final. Quien se pusiera colorado entonces, poco tenía que hacer. Fabre acababa de romper el melón con Dionisio como anfitrión. Eteocles, Hécuba, Odiseo, Edipo... “Raves”, sexo con plantas y con dioses, saltos a la comba hasta la extenuación, sirtakis... Incluso una serpiente que devora el alma a Hércules vía anal. Da igual que salpique sangre, aceite o que las cadenas caigan en la primera fila, el “fabreismo” lo consiente todo.
El público, sobrexcitado, entra y sale de la sala en una madrugada que transcurre entre cervezas y “pitis” mientras las tablas se van marcando por las secuelas dionisiacas. En cada periodo de descanso, los actores se tumban allí mismo y el pueblo corre a las salas de descanso, donde los ronquidos se hacen notar. “Sería genial que de aquí saliera un hijo”, “me encanta”, “esto es un truñete”, “vienen a hacerse los modernitos”, “esto es más que teatro”... Se oye de todo por los pasillos.
Pasa el tiempo y la cafeína va tomando protagonismo. Hay caras cansadas y caras encendidas. La platea se sale a estirar, a saltar, lo que sea para mantenerse en pie. También valen las cabezadas en la butaca. “La batalla necesita héroes”, se interpreta. Caen las horas y a falta de dos, la Roja se llena a la espera de ponerse una medallita en la solapa: aguantar el Monte Olimpo. Se acerca el final, la gente se excita. Llega el “Endtwerk” (19:00 del sábado), la “rave” por excelencia, y con él la explosión de los fieles: “Sobrevivimos”.
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