Milán
Mamma Mafia se confiesa con Beatrice
La prometida de Pierre Cashiragi descubre a las mujeres que controlan los clanes de la ‘Ndrangheta, la mafia calabresa, la organización criminal más sanguinaria y poderosa de Italia
-¿Qué papel tienen las mujeres en la ‘Ndrangheta?
–¿Quieres que te diga qué papel tienen los hombres? Ninguno.
La conversación la mantiene la periodista y aristócrata italiana Beatrice Borromeo con Rita di Giovine, hija de Maria Serraino, jefa de uno de los clanes de la ‘Ndrangheta calabresa, la mafia italiana en la que las mujeres han alcanzado un mayor poder. Colaboradora de la Justicia y con el rostro escondido ante la cámara para intentar protegerla, Di Giovine es una de las protagonistas de este mundo entrevistadas por Borromeo en su documental «Lady ‘Ndrangheta», emitido la semana pasada en Italia por el canal Sky y que ha reabierto el debate sobre el peso femenino en el crimen organizado.
Son mujeres que ocupan el lugar de sus maridos, hermanos o padres cuando a éstos acaban en la cárcel o caen abatidos en algún enfrentamiento con delincuentes rivales. El caso de Serraino es paradigmático: emigrada desde Calabria (la punta de la bota que forma la península italiana), llegó a controlar una parte del tráfico de drogas en Milán, donde se le conocía como «Nonna eroina» (abuela heroína). Fue condenada a cadena perpetua y ahora se encuentra en arresto domiciliario por un tumor y su avanzada edad (84 años). Además de con Rita, la periodista habla con una de sus nietas, Marisa Merico (adoptó el apellido del primer marido), quien contó en un libro cómo se convirtió en una «princesa de la ‘Ndrangheta». «Nonna eroina» había confiado la sucesión del liderazgo del clan a su hijo Emilio, pero cuando fue arrestado dirigió su mirada a la hija de éste, entonces sólo una muchacha. Así fue cómo Merico se vio dirigiendo los negocios de la familia. Lo había mamado desde pequeña, cuando acompañaba a su padre en el coche cargado de tabaco de contrabando para no llamar la atención de la Policía. En un momento del documental, la ex mafiosa, condenada a 10 años de cárcel en Italia, cuenta cómo transportaba armamento desde Milán hasta Calabria para que los suyos las utilizaran en una de las guerras de clanes. «En una ocasión llevé hasta un bazuca», relata. También se encargaba de trasladar el dinero a España, donde la familia traficaba con el hachís. «Usaba ropa interior como la de Bridget Jones y me escondía todos los billetes dentro». Así conseguía pasar inadvertida en los controles de los aeropuertos.
«Parece que rige un sistema social machista, pero son las mujeres las catalizadoras de los grupos criminales», explica Nicola Gratteri, fiscal adjunto de Reggio Calabria. El periodista español Íñigo Domínguez, autor de «Crónicas de la Mafia» (Libros del K.O.), cuenta que es en la ‘Ndrangheta y en la Camorra napolitana donde las mujeres han tenido más protagonismo. Más allá del papel que algunas llegan a alcanzar en el liderazgo de los clanes, todas las esposas de los miembros del crimen organizado «desempeñan un papel importante en la transmisión de los valores mafiosos a los hijos». Esta educación familiar tiene sus propias ceremonias. «A los niños pequeños se les hace una especie de juego pero que en el fondo es muy serio. Les ponen delante una llave y un cuchillo para que elijan uno. La primera representa la Policía; el segundo, a la mafia. En estas ceremonias las madres están presentes para inculcarles a los pequeños la mentalidad criminal», explica Domínguez. «Crían a sus hijos para que sean buenos miembros de la Camorra o de la ‘Ndrangheta».
Mujeres antimafia
En la historia de las mujeres de la mafia, el periodista español cita a Assunta «Pupetta» Maresca. Se casó en 1955 con un capo camorrista que controlaba un mercado de fruta y verdura. Cuando su hombre fue asesinado, «Pupetta», entonces embarazada de seis meses, mató a tiros a quien había ordenado el homicidio de su marido, a quien sustituyó al frente de los turbios negocios familiares. Con el tiempo fue ganando cada vez más poder e incluso osó enfrentarse abiertamente a Raffaele Cutolo, uno de los más grandes capos de la mafia napolitana y creador en los años 70 de la Nuova Camorra Organizzata (NCO), la principal organización criminal en la zona en aquellos años y que contaba con toda la liturgia y ceremonias propias de las sociedades secretas. A Cutolo y a la NCO se opuso la Nuova Famiglia, una confederación de clanes de la que formaba parte «Pupetta», provocando una sangrienta guerra en los años 80 que dejó cerca de 1.000 muertos. La mafiosa, ganadora de un certamen de belleza en su juventud, constituye un personaje de película. Literalmente. Al menos tres films y series cuentan su historia, una de ellas interpretada por Manuela Arcuri, una de las actrices italianas actuales más conocidas.
El documental de «Lady ‘Ndrangheta» se detiene en otro inquietante personaje femenino de la mafia calabresa, Angela Bartucca, conocida como «la mantis religiosa». Bartucca es la esposa de Rocco Anello, el capo del clan de la localidad de Filadelfia (sur del país), pero tuvo una relación con Santo Panzarella, un delincuente menor a quien enamorarse de la mujer del jefe le costó la vida. Lo asesinaron brutalmente y dejaron que su cuerpo se lo comieran los animales salvajes. Bartucca sustituyó a Panzarella por otro joven amante, al que supuestamente acabaron asesinando igualmente los hombres de su marido. También mataron a su hermano por haber intentado desvelar la autoría del crimen. La historia salió a la luz gracias al coraje de Angela Donato, la madre de Panzarella, quien decidió romper la «omertà» (ley del silencio) que impera en los territorios controlados por el crimen organizado, salvo honrosas excepciones. Les pidió a los asesinos que le devolvieran a su hijo, vivo o muerto, para que al menos pudiera enterrarlo. En el final del documental de «Lady ‘Ndrangheta», Donato acaba confesándose con la periodista y muestra qué es lo que a su juicio debían haber hecho los sicarios: «Él (por su hijo) no tenía que haberse metido en medio, pero tenían que haber matado a ella también».
En la historia de la antimafia hay casos de mujeres que se dejaron la vida por cambiar de bando y colaborar con la justicia. Tal vez el ejemplo más doloroso sea el de Rita Atria, una muchacha de diecisiete años, hija de un capo de la Cosa Nostra siciliana, que cooperó con el juez Paolo Borsellino, quien la adoptó como a una hija. «Tras el asesinato de éste perdió toda esperanza y se suicidó arrojándose de un séptimo piso –recuerda Domínguez–. Su madre siempre la repudió por traidora y rompió su lápida a martillazos».
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