La amenaza yihadista
Libia se convierte en el trampolín de los terroristas en el Mediterráneo
Los radicales se benefician del vacío de poder que existe en el país magrebí
El Estado Islámico, el Daesh, lo tiene claro. Hay que aprovechar la debilidad de los países, la desunión de sus fuerzas políticas y sociales, el desconcierto subsiguiente de su población, para dominarlas. Y hacerlo con un programa perfectamente establecido, hasta lograr, poco a poco, que su «estado» crezca dentro de otro estado, hasta el momento de fagocitarlo. Todo está permitido, porque aunque se marcan los límites de la Sharia (la ley Islámica, en su interpretación más rigorista) aplican aquello de que estos son mis principios y, si no le parecen bien, tengo otros.
Así las cosas, el objetivo que se han marcado los yihadistas es Libia. Lo bueno y lo malo de los terroristas es que tienen una tendencia innata a ponerlo todo por escrito. Forma parte de su condición de fanáticos. Creen que si no dejan testimonio de lo que han hecho o lo que piensan hacer, no pasarán a la historia y su gloria será efímera. Eso, en el caso de los yihadistas, sería tanto como decirles que la «trascendencia religiosa» que pretenden dar a sus hechos quedaría sumida en la nada y eso les convertiría en lo que realmente son: un grupo de vulgares criminales con un alto nivel de peligrosidad que buscan en la religión justificar lo injustificable.
En uno de los documentos que han escrito en los últimos tiempos, los cabecillas del Estado Islámico, dicen textualmente que «Argelia, Libia y Sinaí (más adelante incluyen a Túnez) son tierras estratégicamente cerca unas de otras, por lo que es necesario apoyar a los moujaidines (soldados de Alá) que han comprometido lealtad al Califato en éstas y otras tierras». Fijado el plan a seguir a través de los grupos yihadistas, que han jurado apoyo al Daesh y que son «cabezas de puente» en los países del norte de África, el objetivo principal es Libia que, si algún tipo de acuerdo internacional no lo remedia, lleva camino de convertirse en un estado fallido. Por ello, los seguidores de Abu Bakr Al Bagdadi han puesto sus ojos en esta nación y lo hacen para desarrollar allí su «modus operandi», como han hecho en los territorios ocupados de Siria e Iraq: «En estas fases, se dice en dichos documentos,de lo que se trata es de inmigrar(sic) a un terreno con una autoridad central débil para utilizarlo como base donde se pueda formar una base operativa para reclutar miembros y entrenarlos». Si la ocupación del terreno no fuera todo lo fácil que desean los terroristas, se proponen acciones criminales continuas a cargo de lo que denominan «células mujahidin subterráneas». «Estos ataques, proclaman, obligarán a las fuerzas apóstatas a retirarse, total o parcialmente, del territorio rural y reagruparse en las principales zonas urbanas». «El siguiente paso sería llenar el vacío y gestionar todos los asuntos que conciernen al Gobierno hasta el punto de de convertirse en un Estado de pleno derecho y poder continuar así la expansión en los territorios que restan todavía bajo el control de los infieles», añaden. Más o menos lo que han hecho en territorios de Iraq y Siria, y les gustaría repetir en el norte de África, aunque en estos momentos el único país en el que pueden intentarlo es Libia. De lograrlo, según subrayan expertos antiterroristas, consultados por LA RAZÓN, Europa estaría en una situación de peligro no conocida hasta ahora. Además, el constante flujo de inmigrantes que tratan de llegar a Italia y atraviesan el Canal de Sicilia, permitiría, si no lo está siendo ya, la infiltración de terroristas en el Continente.
Las intenciones del cabecilla del Estado Islámico quedan claras con la proclama bélico-religiosa y la cita expresa, por este orden, de Libia, Argelia, Túnez y Marruecos. Por ello, no es casualidad que haya mandado a sus mejores «expertos» a Libia con el fin de poner en marcha un detallado plan para hacerse con una parte del territorio que le sirva como base de operaciones y logística con el fin de lanzar un ataque sobre el resto del territorio.
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