Vacunas
«No quiero que mis hijos se vacunen con mercurio»
Una madre afirma que son tóxicas y responden a presiones económicas. La liga antivacuna hace un llamamiento a los padres a «mantenerse firmes»
María Garrido vive en un pequeño pueblo de la Comunidad de Madrid, donde ejerce de maestra. Antes había trabajado en un centro de educación especial, donde entró en contacto con madres de niños con autismo que, según dice, «habían contraido los síntomas a causa de las vacunas». A raíz de estos casos, empezó a interesarse por la conveniencia o no de vacunar a sus hijos. Su interés e implicación crecieron tanto que hoy es, junto a su marido, socia de la Liga por la Libertad de Vacunación (LLV), que preside el médico naturista Xavier Uriarte. Esta organización considera en su «Manifiesto médico contra las vacunaciones masivas» que «aplicar vacunas masivamente, infectar de modo artificial a la población, comporta riesgos notables», que, de hecho, señala, «suelen ser minimizados o ignorados». Del mismo modo, sostiene que las vacunas –de las que dice que son «tóxicas», que no hacen retroceder las enfermedades infecciosas por sí solas o que provocan resistencias bacterianas– no obeceden «a la situación epidemiológica real del momento, sino a la presión de sectores económicos». Con todo, y como señalan desde Unicef, estamos ante «mitos»: «No causan autismo, infertilidad o esterilidad. Este es uno de los mitos que más se repiten. Múltiples estudios científicos rigurosos lo han desmentido».
María explica que su postura no es «un no a las vacunas, sino un no a cómo se vacuna». Por ejemplo, cree que no tiene sentido poner vacunas como la hepatitis B a las 48 horas de vida, pues «la posibilidad de contagio es mínima» y, por tanto, «no es necesario y puede ser peligroso». «Conozco algún caso en el que el recién nacido tuvo que ser ingresado en la UCI por este motivo», apunta. Según explica, las vacunas, además de los virus, «tienen un alto contenido en metales como aluminio, plomo o mercurio y conservantes, porque las farmacéuticas las hacen a gran escala y para que duren mucho tiempo, de modo que les salga más barato». Un punto de vista que rechazó ayer Unicef: «Las vacunas no son tóxicas ni antinaturales. Son seguras y han salvado millones de vidas. Si contuvieran dosis dañinas de sustancias químicas», añaden, «las organizaciones de salud pública no permitirían su uso».
Sin embargo, María es muy crítica con los que consideran que las vacunas han sido determinantes en la eliminación de algunas enfermedades: «En realidad, se han extinguido por los avances producidos en higiene, alimentación y canalización de aguas». Y añade que hoy hay más peligro de contraer enfermedades «por la desnutrición infantil que por no vacunarse». «Soy maestra y veo niños que están viviendo en casas ocupadas, en condiciones difíciles», apunta.
Como ya ha manifestado, su posición no es un no rotundo a las vacunas; de hecho, sus hijos están vacunados del tétanos porque viven en el campo, profilaxis que complementó con productos de homeopatía. En cualquier caso, cuando necesita una vacuna acude a aquellas que tienen menor concentración de metales pesados y, por eso, alguna vez ha viajado a Francia. Ahora bien, desde Unicef consideran que la vacunación no es una decisión tan «personal» de los padres: «Todos formamos parte de una gran comunidad donde circulan gérmenes. Si las familias toman la decisión de no vacunar a sus hijos, sus comunidades corren un gran riesgo de enfermedades parcialmente mortales».
Otra de las decisiones que María ha tomado es retrasar la vacunación de la meningitis hasta los tres años, de modo que en vez de administrarle tres dosis sólo lo haga una, según dice, «reduciendo los posibles efectos adversos». Aunque le da igual lo que piense la gente y que la juzguen por su opción, reconoce presiones por parte de médicos. «Cuando di a luz a mi segundo hijo, el pediatra me insistió mucho e intentó intimidarme, diciéndome que si era consciente del peligro de no vacunar. Yo le pregunté que si se hacía responsable de los posibles efectos adversos. Me dijo que no, a lo que respondí que en mi caso sí me responsabilizaba de mi hija».
En definitiva, cree, como defiende la LLV, que el calendario de vacunación en España es «incoherente» y que las vacunas son «muy agresivas», llegando «a debilitar el sistema inmunológico». Precisamente, la Liga para la Libertad de Vacunación, a través de su presidente, Xavier Uriarte, –que requerido por LA RAZÓN, rehusó hacer declaraciones–, envió ayer a algunas asociaciones un escrito con la postura de esta entidad a raíz del caso del niño afectado por difteria en Olot. La LLV defiende que la vacuna no ha tenido una especial incidencia en la desaparición de la difteria, que atribuye a la mejora de las condiciones de vida. El comunicado concluye pidiendo a las familias que no vacunen a sus hijos y «a mantenerse en su decisión», y a las autoridades sanitarias «a que hagan un análisis correcto de la situación».
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