José María Marco
Ánimo
Es esta una columna de ánimo y de consuelo. Consuelo y ánimo para todos aquellos que veían las terceras elecciones dentro de dos meses, a la vuelta de la esquina, y con ellas la posibilidad de recuperar una mayoría sensata de gobierno para los próximos cuatro años. A ser posible –ni qué decir tiene– con el Partido Popular rozando la mayoría absoluta, que es, por lo visto, la única manera en que nuestro país puede funcionar.
No será así, pero quienes ya soñaban con ese momento deben hacerse a la idea de que es altamente probable que esas nuevas elecciones lleguen mucho más pronto que tarde. Es verdad que mientras tanto vamos a asistir a espectáculos lamentables, en el Congreso y fuera de él. La vida política se va a convertir en un espectáculo insufrible de postureo, reivindicación propagandística y humillaciones al Gobierno, al PP y a sus votantes, también a nuestro país. No importa. Todo eso habrá de ser entendido en clave electoral, y con una particularidad. Y es que la crisis de la izquierda, verificable en toda Europa, tiene aquí un componente suicida un poco más intenso que en casi todo el resto de los países vecinos.
Si el PSOE tuviera algo de partido europeo, de herencia socialdemócrata, de conciencia y orgullo nacional, aprovecharía el tiempo que una vez más le va a regalar el PP para iniciar, sin prisas pero con firmeza, su «aggiornamento». Sería algo así como el Concilio Vaticano II del PSOE. Lo modernizaría de una vez, lo llevaría a aceptar la idea y los símbolos de España como suyos, y le conduciría a hablar, como cuando la Iglesia católica abandonó el latín, un idioma comprensible para el común de los mortales. No ocurrirá así, sin embargo, y el PSOE no sabrá desviarse de su querencia –su naturaleza– de partido radical. Como sus vástagos podemitas le harán la competencia por la más extrema izquierda, los socialistas tampoco evitarán las trampas que se les van a tender de ese lado. Así que en vez de transformarse en una fuerza nacional de integración, el PSOE seguirá despeñándose por donde siempre le ha gustado despeñarse, y despeñarnos a todos. Nos esperan días de gran espectáculo –hay que tomárselo así– y pronto, unas elecciones que ya no serán las terceras sino las primeras. En realidad, es como un seguro de vida. ¡Mucho ánimo!
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