José María Marco

Antiamericanismo

La Razón
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La presidencia de Obama parecía haber reducido el antiamericanismo a un estado residual. Habíamos conocido los restos de un antiamericanismo desconfiado ante lo que Estados Unidos representaba de defensa de la modernidad y la libertad. Luego vivimos los últimos coletazos del comunismo, que hacían del activismo anti mericano un instrumento de propaganda de primera categoría. La Guerra de Irak lo devolvió a la actualidad, como si la lucha contra el terrorismo hubiera sido una nueva forma de imperialismo... La llegada de Obama a la presidencia, con su carisma de afroamericano y de intelectual más o menos pacifista, llevó a la izquierda a reconciliarse con unos Estados Unidos que de pronto asumían, como se dijo durante la era Rodríguez Zapatero, el liderazgo del progresismo mundial.

No era así del todo, como hemos comprobado estos días en Madrid. De nuevo ha habido manifestaciones, ha vuelto la retórica antiyanki y otra vez ha desembarcado el antiimperialismo. Sobre todo, ha vuelto el racismo más repulsivo con el cartel en el que un «negro», que debe de representar a Obama, le mete dinero en el bolsillo a un «judío», los dos caracterizados con todos los rasgos propios de la peor y más abyecta mentalidad comunista o fascista, que a estos efectos tanto da la una como la otra.

Lo que estas manifestaciones demuestran es que en la extrema izquierda española, que ocupa ahora, gracias a su alianza Unidos Podemos, una parte muy relevante del espectro político, sobreviven formas de pensar que creíamos acabadas. La imagen del «judío», más allá de la intolerable brutalidad antisemita que revela de por sí, significa también una nueva presencia de la pulsión nacionalista, amparada por la retórica antiglobalización, en este caso los tratados comerciales y los mecanismos de defensa de las democracias liberales. Los jóvenes deberían ser capaces de darse cuenta de la miseria moral y política a la que se les invita con estos gestos. Se les está llamando a un mundo cerrado, de odio a quien no pertenece a los «nuestros», y que toma por enemigo a batir a todo aquel que se identifique con las ideas de apertura, tolerancia y humanidad.

Como en el siglo pasado, la mentalidad comunista vuelve a tocar la fibra del prejuicio y del miedo para intentar suscitar una reacción que condenará –a quienes caigan en la trampa– a respaldar fronteras, muros e identidades construidas como barrera contra los demás. Que esa sea la mentalidad prevalente en la coalición Unidos Podemos no tiene nada de particular: para eso ha nacido un movimiento como éste, que ha fascinado a tanta gente en nuestro país. Parece que en la izquierda española se hubiera alcanzado un punto en el que todo vale, incluidas imágenes dignas del Tercer Reich lanzadas por quienes no saben vivir sin las series norteamericanas, los vaqueros, los iphones y las redes sociales, es decir; por quienes no se imaginan la vida sin el capitalismo.

La más interesada en alejarse de fenómenos como este debería ser la propia izquierda. Con gestos como este jamás llegará a construir una mayoría social y política. La única forma de conseguirlo sería mediante la violencia. Es a eso a lo que llaman estas nuevas manifestaciones de antiamericanismo.