Represión en Venezuela
Cuando Venezuela era una democracia
El venezolano Carlos Rangel escribió en «Del buen salvaje al buen revolucionario» (1976) que el problema político de los países de la América española era que su incapacidad para establecer un equilibrio institucional lo habían resuelto con caudillismo. La debilidad de las instituciones, decía Rangel, no había soportado en la segunda mitad del siglo XX la globalización, la explosión demográfica, y la virulencia ideológica de la cosmovisión «marxista-leninista-tercermundista». Así ocurrió en su país, Venezuela.
El convulso mes de enero de 1958, que evidenció la unión de los venezolanos por la democracia, puso fin a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. La clave del consenso fue el Pacto de Punto Fijo, donde se establecieron las reglas del juego político. Los partidos firmantes –Acción Democrática (socialdemócrata), COPEI (socialcristiano) y la Unión Republicana Democrática– se comprometieron a respetar los resultados electorales, formar un Gobierno de coalición para apoyar al primer presidente salido de las urnas y llevar adelante un programa mínimo común. El Partido Comunista se quedó fuera. Aquel sistema estaba coronado por la Constitución de 1961 y establecía un Estado de partidos. Es decir, eran éstos los que copaban las instituciones representativas, alternándose democráticamente en el poder. El régimen sufrió varios intentos de golpe de Estado, un atentado contra la vida de Betancourt, líder de AD, orquestado por Trujillo, dictador dominicano, y la subversión del PCV y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). El país se constituyó como una federación, con separación de poderes, y elección directa de senadores y diputados. Además, se tomó la renta petrolera como fundamento de la sociedad del bienestar, con la educación y sanidad universales, la creación de una industria nacional y una reforma agraria.
El Pacto tuvo el respaldo de la Iglesia, las Fuerzas Armadas, sindicatos y empresarios. Era un régimen basado en el consenso político y social, el llamado «puntofijismo», liderado por personajes de la talla política de Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, entre otros. Tras la retirada de Unión Republicana en 1962, el régimen fue bipartidista entre AD y COPEI. Las elecciones presidenciales eran a una sola vuelta. Para el reparto de escaños en los cuerpos deliberantes se utilizaba, como hoy en España, el método D’Hondt, en listas cerradas elaboradas por los partidos.
Los primeros tiempos del régimen estuvieron caracterizados por una gran ilusión colectiva en la creación de una democracia con contenido ético. Esto suponía que los cargos políticos y los funcionarios debían desempeñar su papel con vocación de servicio público. Ese idealismo fue fracturando a la izquierda, a AD, de la cual se desgajaron las facciones extremas, como el MIR, el Partido Revolucionario de Integración Nacionalista, o el Movimiento Electoral del Pueblo. La imputación del líder de AD, el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez (CAP), presidente desde 1974 a 1979, y entre 1989 y 1993, acusado de malversación de fondos públicos y fraude en plena crisis económica, acabó por sentenciar el régimen. Las protestas culminaron en el «Caracazo» en febrero y marzo de 1989, cuando CAP sacó el ejército a la calle para reprimir a los manifestantes, con un saldo de casi trescientos muertos, que dieron argumentos a Hugo Chávez y Hernán Grüber Odremán para dos intentos de golpe de Estado en febrero y noviembre de 1992. Meses después, en mayo del 93, el Congreso Nacional separó de sus funciones a CAP. A éste le siguieron presidentes débiles sin el apoyo decidido de los partidos del turno, como el de Rafael Caldera, que se separó de COPEI para fundar Convergencia, que obtuvo el triunfo electoral en 1993 con el 17% de los votos.
Las presidenciales de 1998 fueron decisivas. La estrella era Hugo Chávez y su Movimiento V República (MVR), armado de un discurso populista para refundar el país con nuevas instituciones que lo libraran de la corrupción de «la casta» y devolvieran «la riqueza al pueblo». El 8 de noviembre de 1998 se celebraron las legislativas, en las que el MVR obtuvo el 21%. Era el primer aviso. A las presidenciales, AD presentó a Alfaro Ucero, un político inadecuado para el momento, y COPEI apoyó a Irene Sáez, quien había creado su propio partido, Integración y Renovación Nueva Esperanza. Sin embargo, cuatro días antes de las votaciones, COPEI le retiró su apoyo para respaldar a Henrique Salas Römer, candidato de Proyecto Venezuela y Primero Justicia, y evitar la victoria de Chávez. No fue así. La falta de reformas del régimen, la corrupción, la crisis económica y las desavenencias interiores y entre los partidos, provocaron la desafección de los venezolanos hacia la política tradicional y la apuesta por la «salida Chávez». Terminó la democracia por sus propios errores, y dio comienzo el autoritarismo que ahora agoniza por el fracaso del chavismo y la resurrección del espíritu democrático.
*Profesor de Historia en la UCM
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