Rojo
El apunte de Francisco Marhuenda: «¿Presos políticos?, un insulto a la inteligencia»
El frente independentista emprendió hace tiempo una huida hacia adelante. Lo hizo de forma irresponsable, malversando caudales públicos y dividiendo a la sociedad catalana. Eran conscientes del daño que provocaban, pero no les importaba. Durante décadas se ha inoculado el odio a España en una parte de la sociedad, se han utilizado los medios de comunicación público como instrumentos de partido y una elite burguesa ha visto la oportunidad de enriquecerse aún más y tener mayor poder si conseguía la independencia.
No hay que olvidar a los mercenarios del “proces” que han recibido generosas aportaciones económicas, por cierto multimillonarias, durante estos años para defender la ruptura con España. En lo últimos meses todo se ha acelerado y sin tener una mayoría suficiente, ni social ni parlamentaria, negándose al diálogo y buscando imponer sus posiciones se ha perpetrado un grave atentado contra el ordenamiento constitucional y estatutario. Ésta es la razón por la que la magistrada Lamela ha ordenado el ingreso en prisión sin fianza para Junqueras y siete ex consejeros.
La titular del juzgado central de instrucción número 3 considera muy probable que destruyan pruebas, reiteren los delitos y salgan de España para eludir la acción de la Justicia, como han hecho Puigdemont y cuatro ex consellers. Esta es la realidad. Por tanto, no son presos políticos sino personas que han perpetrado graves delitos tipificados en el Código Penal.
Es triste ver la reacción de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y los dirigentes de Podemos así como de algunos periodistas y políticos de izquierdas. Colau se ha atrevido a acusar a la juez de actuar por venganza y considera que el único gobierno legítimo es el encabezado por Puigdemont. Es una actitud tan grave como irresponsable. Incluso ha puesto un letrero en la fachada del ayuntamiento de Barcelona pidiendo la libertad de esos inexistentes presos políticos.
Ahora ya sabemos qué se puede esperar de Colau, simplemente que apoye a los golpistas. Cuando la conocí no tuve una buena impresión, porque me pareció populista, en el peor de los sentidos, inconsistente intelectualmente, intolerante y fanática. Tengo buenos amigos en la izquierda, por tanto mi reacción no era ideológica sino una consecuencia de haber coincidido con ella en los debates televisivos.
La juez Lamela no tenía otra opción que enviarlos a prisión. No era por venganza, algo absurdo, sino por los razonamientos jurídicos que expone en su auto y que, desde luego, no se han leído Colau, Iglesias y aquellos que salieron en tromba a criticarlo. No me ha sorprendido la “brigada periodística” formada por independentistas y compañeros que odian profundamente a Rajoy y al PP. No les importa la verdad, la ley y la Justicia, tan solo su resentimiento porque consideran que solo la izquierda puede gobernar. Les parece bien que se vulnere el ordenamiento constitucional, que se adoctrine en las aulas, que se genere un independentismo cultural con engaños y mentiras, que se cause un enorme perjuicio a España y Cataluña, porque solo les mueve el deseo de cuanto peor, mejor para atacar a Rajoy.
El colofón final lo puso el turista Puigdemont en Bruselas, que reapareció para decir que era el presidente legítimo, aunque cobardemente se dio a la fuga para no asumir sus responsabilidades, y exigir la libertad de los encarcelados. Este sería el modelo de la Cataluña independiente sin respeto a la Justicia y sin división de poderes.
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