Restringido
Hacer de la necesidad, virtud
El gran poeta catalán Joan Maragall escribió: «Descartemos la solución providencial, la de un hombre que surge y que lo arregla todo». A estas alturas ya debía haberse aplicado el cuento el iluminado Artur Mas, el hombre que rompe todo lo que toca, el político empeñado en huir hacia adelante para evitar el trullo. Han tenido que ser los de la CUP, herederos del viejo anarquismo catalán –«dentro de cada catalán hay un anarquista», escribió también Maragall– los que le hayan parado los pies. Pero el zapatiesto electoral de este enigmático año bisiesto parece que no hay quien lo pare. La previsible repetición de las elecciones catalanas en los idus de marzo tendrá efectos, no tan secundarios, en la endemoniada política nacional. Seguramente obligará, como ha dicho Mariano Rajoy en la Cope, a hacer de la necesidad, virtud. De eso se trata.
El nuevo escenario de Cataluña sitúa en la primera fila de la competición electoral a En Comú Podem, la impetuosa fuerza de Colau-Iglesias, que disputará el primer puesto a ERC de Oriol Junqueras, con el que aspiran a formar alianza de gobierno, sobre la base irrenunciable del referéndum de autodeterminación. Ante este nuevo panorama es impensable que Podemos renuncie ahora a dicha consulta anticonstitucional, la disimule o la posponga. Esto cierra definitivamente cualquier resquicio para que se cumpla el remoto sueño del cuestionado Pedro Sánchez de presidir en España un gobierno alternativo de izquierdas. No podrá ya ni sentarse a hablar con el de la coleta. Cerrada, pues, esa salida, hay que buscar otra, procurando hacer, en efecto, virtud de la necesidad. Es lo que va a intentar con toda seguridad Mariano Rajoy en la nueva ronda de conversaciones con los principales líderes políticos, empezando por el socialista. Lo que el dirigente popular va a proponer a las otras dos fuerzas constitucionales –PSOE y Ciudadanos– es un gran pacto de Estado con las reformas que haga falta y con un gobierno estable para llevarlas a cabo. No hay líneas rojas y los detalles –incluido el reparto de poder– se pueden discutir. O investidura o urnas. A elegir. Para todos, pero especialmente para socialistas y ciudadanos, multiplicar las elecciones sin necesidad se antoja una temeridad, más que una virtud política.
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