Ely del Valle

Indigestión

La Razón
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Difícil entender las razones por las que García-Margallo va a participar en un debate televisado con el líder de ERC, como no sea el pundonor de quien considera que no aceptar sería de cobardes. Es lo único. Junqueras, que no es tonto, ha conseguido arrastrar una vez más al rival a su terreno, y para que no haya ninguna duda de que esta campaña –en la que, al final, de lo único que se habla es de lo que ellos quieren– la están ganando a los puntos, los independentistas van a sentar frente al autor intelectual del sainete al ministro de Exteriores del país del que quieren marcharse, como si ya estuviera de visita oficial.

No parece que Margallo sea la persona más indicada para cantar las verdades del barquero sobre la manera en que los gobiernos de Mas han manejado la sanidad, la educación, las ayudas del FLA o cualquier otra cuestión de ámbito puramente autonómico, que son las que pueden inclinar la balanza de quienes todavía barajan la posibilidad de quedarse en casa el día 27. Lo suyo es la política exterior, que es además en lo que tiene que estar. El ministro no debería haber entrado al trapo aceptando un debate para el que no va a poder dejar el cargo en el perchero cuando es precisamente su cargo lo que en este caso fortalece al rival. Y no sirve de excusa la pedagogía a la que alude García Albiol. Para eso ya están Obama, Merkel, Hollande, Cameron y Juncker. Lo de la independencia debería despacharse en un minuto, pero no va a ser así porque si Margallo ha aceptado, se supone que es precisamente para hablar de ello. Un charco del tamaño de un pantano, vaya. Y todavía hay quien se extraña de que en las farmacias de la calle Génova se hayan agotado las sales de frutas.