José María Marco
La identidad de la UE
La Unión Europea superó el bache derivado de la crisis económica, que culminó con los rescates de Grecia. Como se había previsto, le está siendo más difícil superar la de los refugiados, que pone en peligro el principio de libre circulación entre los países miembros de la Unión y agudiza un problema previo de convivencia no ya entre nativos e inmigrantes, sino entre europeos. Los dos problemas son distintos, aunque uno puede agravar el otro.
La figura clave ha sido Angela Merkel. Apegada a un liderazgo hecho de pactos y voluntad de consenso, Merkel se atuvo, en la crisis de los refugiados, a lo que estaba convencida que tenía que hacer. Era intolerable que su país, y el resto de los europeos, dejaran en la estacada a centenares de miles de personas que huyen de una guerra salvaje. La sola imagen de familias enteras de refugiados en las carreteras de los países europeos ponía en jaque una Unión basada en principios humanistas de compasión y solidaridad. Así como el problema de la radicalización de algunos sectores de las poblaciones musulmanas es un problema europeo porque el islam forma ya parte de Europa, los refugiados también son un problema interno de los europeos. No hay vuelta atrás.
Las medidas adoptadas por Alemania, Suecia y Dinamarca para el control de las fronteras no cambian esta situación. Responden a la escasa voluntad de muchos de los otros países de la Unión para acoger a los refugiados. La Unión se tendrá que plantear una política clara de control de la llegada de población ajena a la Unión. Clara quiere decir sin buenismo ni sentimentalismo, pero para todos: para quienes quieran entrar sin permiso, pero también para quienes piensen que la Unión puede seguir siendo una isla de paz en un mundo como aquel en el que vivimos. Quitar barreras es una parte de la solución, pero no la más importante. Más serio es estar dispuesto a profundizar en los elementos de una identidad propia: todo aquello que nos une y que nos proporciona la capacidad de sentirnos solidarios y por tanto acoger, integrar y llegado el caso, también defendernos. Merkel, con una valentía admirable, puso a los europeos frente a sus responsabilidades. Es esto lo que está en juego ahora, no la perpetuación de un espacio que dejó de estar cerrado hace mucho tiempo, pero que parece haber perdido la capacidad de ser fiel a los principios que lo fundaron.
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