José María Marco

Las élites contra la casta

La Razón
La RazónLa Razón

La bajada de Ciudadanos en el último CIS no parece una mala noticia para el PP, aunque debe ser tomada con cuidado. Ciudadanos se inclina moderadamente por el centro izquierda, pero también agrupa a personas que en algún momento estuvieron en la órbita del Partido Popular. Ciudadanos, al menos en parte, es la renovación que el Partido Popular perdió la oportunidad de acometer en sus propias filas hace tiempo. Hubo quien supo aprovecharla para crear una organización que ha ido cobrando solidez con la crisis y que está siendo decisiva para que alguno de los dos grandes partidos, en particular el PP, pueda gobernar.

Resulta paradójico que el Partido Popular, que tan centrista se ha querido mostrar en estos años, haya perdido respaldo, justamente, por el centro. Los cambios que se han venido produciendo desde las elecciones municipales indican que en el PP han tomado nota de este problema, que habrá de llevar a una reflexión ideológica y estratégica acerca de lo que significa el centro político.

En ese mismo punto reside también la debilidad de Ciudadanos. El partido de Rivera aglutina a una élite convencida de que no ocupa el lugar que le corresponde en la dirección de la sociedad española. Así como Podemos encarna –con mucha imaginación y más voluntarismo todavía– el pueblo contra lo que hasta hace poco tiempo se llamaba «casta», Ciudadanos articula un alzamiento parecido, pero por parte de las minorías. En términos que ya empiezan a quedar desfasados, Ciudadanos ha representado la rebelión no de las masas, sino de las élites: las élites contra la casta. Los excelentes, los talentosos, los superbién educados, por no hablar de cuestiones de edad o de estilo, no se sienten aprovechados ni representados por el sistema. Y han pasado a la acción para reivindicarse.

El argumento es plausible, pero tiene el inconveniente de encerrar al grupo en el narcisismo. Así es como se llega a considerar legítimo que las propias propuestas tengan que ser aceptadas sin haber sido respaldadas. En Ciudadanos, parecen haber prescindido del clásico problema regeneracionista de cómo movilizar a quienes no están dispuestos a movilizarse (antes, las clases neutras, hoy las clases medias). Prefieren saltar a la fase siguiente, que consiste en articular su propia posición minoritaria como la prueba de que son imprescindibles. Así es como se configura una organización con toda la ambición de un partido bisagra, pero también con todas las limitaciones que el último CIS empieza a dejar entrever.