Alfonso Ussía
Los Asensio
El Grupo Zeta ha decidido cerrar sus semanarios «Interviú» y «Tiempo». En «Tiempo» colaboré como columnista durante ocho años, con Pepe Oneto y Jesús Rivasés. Ha sido la revista de referencia del grupo. «Interviú» rompió todos los esquemas de la prensa impresa semanal, y su éxito se debe a la genialidad de Antonio Asensio, su fundador, que veía siete kilómetros más de horizonte que el resto de los editores. Cuando falleció Antonio, su hijo del mismo nombre, se hizo cargo de la gran empresa con apenas veinte años cumplidos. Antonio y Antonio, Asensio y Asensio estarán para siempre instalados en mis mejores recuerdos. Fue en Ediciones B, la editorial de Zeta, donde nacieron las novelas de aventuras del marqués de Sotoancho, y la que publicó mis dos antologías de la poesía satírica, festiva y bohemia de España, «Coñones del Reino de España» y «Bohemios y Malvados». Tuvo un equipo editor excepcional con Blanca Rosa, Ana D’Atri, y Ana Lafuente. Y al final, dos estupendos directores, Ricardo Artola, culto y exuberante en ideas, y el actual director del digital barcelonista «Sport» y vertiginoso antimadridista Ernest Folch, culé de cordialísimo trato y cumplido señorío.
«Tiempo» fue la publicación de prestigio, e «Interviú» la gran novedad. Se equivocan los que sintetizan el éxito de la segunda en los desnudos de las actrices y la famosas españolas. «Interviú» publicó extraordinarios reportajes, tuvo grandes colaboradores y una redacción de excepción, formada por su primer director, el inteligente, brillante y subjetivo Antonio Álvarez Solís.
Antonio Asensio Mosbah, que es el hijo, gusta más de los proyectos audiovisuales que del papel. Es un gran aficionado al fútbol, y su protección a la familia –herencia de Antonio padre–, es tan firme, humana y exagerada que sigue manteniendo que su cuñado Fernando Sanz fue un gran defensa del Real Madrid. Es nuestro único punto de disentimiento.
Así como el semanario «Tiempo» –con Pepe Oneto y Jesús Rivasés especialmente–, cumplió con su prestigio y sus expectativas, compitiendo con «Cambio 16» y «Época» fundamentalmente, «Interviú» voló en soledad sobre la Prensa española. Yo le pediría a Antonio un esfuerzo editorial publicando una extensa antología de la revista, que reúna el período de su vida, desde la Transición hasta el reinado de Felipe VI, con todas sus tetas, sus culos, sus mejores artículos y sus más brillantes reportajes. Se condensaría en ese gran volumen la mejor España de nuestra existencia, variopinta, sorprendente, multicolor y sabia.
La costa de Santander era –y sigue siéndolo–, conocida como la «Costa Casta», y con especial ahínco, en sus playas del poniente montañés. Narro la historieta que viví en la playa de Oyambre para demostrar la penetración de «Interviú» en la sociedad de principios de los ochenta. Oyambre, que no es comillana sino de la vecina Valdáliga, está dominada por los tres descomunales edificios del Seminario de la Compañía de Jesús. Playa con aguas acostumbradas a paseos de sacerdotes y seminaristas, siempre reconocibles por sus trajes de baño, los añejos «Meyba». Pero muy pudorosa en las mujeres. Tan sólo en sus puntas, «El Pájaro Amarillo» y la lengua de entrada a la ría de La Rabia, las veraneantes de ilustres familias y las turistas se atreven a desnudarse. Paseaba por la orilla, cuando advertí a una joven, que en zona de tradicional recato, tomaba el sol con los pechos desnudos. Y su madre, le afeó la conducta de esta manera. «¡Niña, tápate, que vas a salir en “Interviú”!».
Las dos publicaciones han cerrado sus páginas y son memoria y recuerdo. Les dedico estas palabras en forma de elegía en homenaje a todos los que trabajaron en sus redacciones. Y a los Asensio, Antonio y Antonio, que nos ofrecieron la controversia, el debate y el papel de la libertad.
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