José María Marco
Nuevos problemas
El final del bipartidismo, la aparición de nuevos partidos y la naturaleza de estos se relaciona con la crisis económica y con la corrupción. En trance de superar la primera y embridada la segunda, las cosas deberían volver a su cauce. No es así del todo, ni siquiera suponiendo que hubiera un cauce al que volver. Resulta indispensable la vuelta al crecimiento económico y la estabilización de la vida política, razones más que sobradas para respaldar al Partido Popular en las próximas elecciones. Aun así, también estas se echarán a perder si no se ofrecen respuestas –respuestas políticas, para aclararlo todo– a los nuevos problemas que han creado un paisaje muy distinto de aquel en el que vivimos hasta hace pocos años.
Están los problemas derivados de la globalización, en particular aquellos que hacen de las economías nacionales y del Estado del Bienestar, tal como los hemos concebido hasta ahora, entidades mal adaptadas a las nuevas necesidades. Hace falta más cooperación, más apertura y estructuras infinitamente menos rígidas que propicien –en vez de dificultar- un crecimiento suficiente, base de cualquier lealtad política. Están los problemas derivados de la revolución tecnológica, que conceden verosimilitud a un hecho nuevo, como el que se pueda perder –sin recambio– casi la mitad de los puestos de trabajo actualmente existentes. Aquí está todo en cuestión, desde el valor y el significado de la enseñanza, en particular la universitaria, los incentivos para el trabajo y la necesidad de encontrar fórmulas, como alguna clase de renta mínima garantizada, que permitan la supervivencia del lazo social.
Y están, finalmente, otros problemas derivados de la globalización (economía más tecnología) que atañen a la identidad de las personas, a su inserción en la comunidad, al sentido que tiene la vida y la vida de cada uno. Las nuevas identidades parecen surgir sin comunidad en la que enraizarse, lo que contribuye a explicar los fundamentalismos, los nacionalismos, así como el retraimiento en políticas identitarias centradas en el cultivo de lo propio.
Antes que nada, habrá que reforzar las identidades nacionales y las instituciones que son la base de los regímenes respetuosos con los principios liberales. Y una vez que se ha planteado esto, que es menos obvio de lo que parece, habrá que afrontar todo lo demás. Ningún partido político, menos aún aquellos que aspiran a ser mayoritarios, podrá esquivar esta clase de cuestiones.
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