José María Marco
Pánico moral
La tribuna que han publicado en «Le Monde» un centenar de mujeres francesas acerca del movimiento #Metoo, el de denuncia del acoso sexual, ha suscitado el debate sobre el asunto en los países europeos. Hace más de un mes la escritora norteamericana Claire Berlinski se había atrevido a publicar un ensayo en la misma línea, bajo el título «Caza de brujos». La propia Berlinski indica que el ensayo recorrió muy diversas redacciones de revistas hasta que alguien se atrevió a publicarlo...
Ninguna de estas mujeres tiene el menor interés en defender agresiones ni depredadores sexuales de ninguna clase. Tampoco, en restaurar un orden en trance de desaparecer, aunque todavía no del todo, en el que las mujeres tenían que callar ante las actitudes machistas, desde la violencia propiamente dicha hasta la desigualdad indiscutida e inapelable.
Lo que afirman estas mujeres, que en su propia vida han sido modelos de emancipación, también sexual, es que este impulso que una vez fue liberador se está transformando en algo distinto. Algo así como una causa general contra los hombres y contra el deseo masculino, de la que van a salir perjudicados todos, hombres y mujeres a la vez, porque se está queriendo convertir el campo siempre complicado del amor y el erotismo, el más delicado de la vida humana, en algo absolutamente transparente y normalizado, donde todos estemos a salvo incluso de cualquier malentendido que es ya, de por sí, un signo de violencia.
La tendencia viene de muy lejos, de cuando el amor empezó a estar sustituido por las relaciones, eros por «tener sexo» y el matrimonio por la pareja. Es más relevante en Estados Unidos que en Europa, porque allí la sociedad es menos densa y los individuos, con menos apoyos, están más fragilizados y son más proclives a neurosis y paranoias como esta. Más de una década llevan allí obsesionados con el género, sin ir más lejos. Por debajo de todo esto corre, aquí y allí, un propósito: traducir todo lo humano a términos de poder, de política por tanto. Freud y Marx, los dos ideólogos de la sospecha, vuelven a primera línea para servir de argumento a una empresa motivada por lo que Berlinski, en su ensayo, ha llamado pánico moral, algo así como el brusco hundimiento de cualquier referencia.
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