Ministerio de Justicia
¿Qué es la verdad?
La frase de Pilatos siempre ha servido para que los demagogos relativizaran casi todo lo que ocurre en este mundo. Nada es verdad ni es mentira... y la política parece el territorio perfecto para ponerla en práctica: todos ganan siempre las elecciones, todos cumplen con lo prometido, y todos dicen la verdad. Pues bien, oyendo las declaraciones de Francesc Homs en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña he tenido la sensación de que sigue estas tesis al pie de la letra.
Acudió ayer el ex conseller como testigo en el juicio por presunta desobediencia del ex presidente Artur Mas, la ex vicepresidenta Joana Ortega y la ex consellera Irene Rigau. Al final de su declaración, Homs abordó al fiscal Emilio Sánchez Ulled para decirle: «Que lástima que no me hayas preguntado, te habría podido contestar». Pero el fiscal no se mordió la lengua y le soltó: «Llame usted a Madrid a ver si me ascienden como a los funcionarios y me envían al Supremo donde sí podré interrogarlo». Se refería Sánchez Ulled a los ascensos que el Govern aplicó a los funcionarios que colaboraron con la consulta del 9-N y a la comparecencia de Homs ante el Supremo prevista para finales de este mes.
Debió picarle la respuesta al diputado pues ya a las puertas del Palacio de Justicia, lamentó que el fiscal no hubiera tenido «el coraje y la valentía» para preguntarle sobre su participación en el 9-N. El fiscal había declarado no haberlo hecho «por respeto» al tener que dar cuenta Homs en el Supremo por el mismo delito. Pero también quería fijarme en otra cosa. Homs, que tenía tantas ganas de hablar, no respondió a ninguna de las preguntas sobre la carta que le enviaron los responsables de T-Systems, proveedora informática del Govern el 9-N, en la que le preguntaban si debían parar los trabajos tras la decisión del Constitucional el 4 de noviembre. Homs les respondió que siguiesen con los preparativos pues no había motivo para suspenderlos; y esa carta es la principal prueba contra él en el proceso abierto en el Supremo. La realidad virtual en la que vive el nacionalismo tiene su justa contrapartida en la verdad de las leyes y sus pruebas. Quizá por eso necesitan con tanta urgencia jueces propios: para que al ser también nacionalistas vean la verdad como ellos la ven. Su verdad.
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