José María Marco
Rajoy en la guardería
Para explicar por qué Rajoy no acude a los debates a diversas bandas celebrados estos días, se suele decir que el Presidente quiere evitar un contraste, de edad, que le perjudica. Tal vez lo que Mariano Rajoy trata de evitar es dar la imagen, penosa, de ponerse a dar clase a sus oponentes. Eso sí que acabaría por dejarle en mal lugar, si no es que se despeña por el exabrupto desconsiderado ante tanto infantilismo, como ya ocurrió en el Congreso. Las democracias siempre tienen algo de infantil y los adultos –Tocqueville y otros antecedentes suyos, aún más ilustres, lo sabían bien– han de ser circunspectos. La realidad es bienvenida... hasta cierto punto.
La situación resultaría menos dramática si el frente opositor a Rajoy, incluido el representante de IU, no se hubiera empeñado en hacer del juvenilismo el valor más cotizado de esta campaña. Rivera, que es el más centrado de los cuatro, resulta ser el que más ha forzado la nota del adanismo virginal. Entre los cuatro han logrado que la precampaña sea un torneo de ilusiones y sonrisas llenas de futuro. Lo que cuenta es la edad, y lo bueno, ni que decir tiene, es lo joven. Es posible que esto no le venga del todo mal al Partido Popular. En el terreno ideológico, que no deja de estar presente, los cuatro cabecillas junior plantean variantes de un socialismo más o menos democrático (iba a escribir sonrosado)... Rajoy, por su parte, representa la actitud pragmática y un poco reticente de quien oscila entre la prudencia conservadora y el escepticismo liberal. En cuanto al cambio, Rajoy, a diferencia de los cuatro «bambini», puede presentar una larga experiencia en reformas, desde la del mercado de trabajo y el saneamiento del sistema financiero, hasta la reducción del déficit y la firmeza ante el secesionismo. La clave en este punto es, claro está, hacer comprender al electorado que se está dispuesto a continuarlas. De eso depende que se consoliden y den los frutos que pueden dar. Son, por lo que llevamos visto, espectaculares. Una instrucción del Ejército británico del año 42, destinada a la formación de la tropa, decía que la razón por la que los ingleses se encontraban en desventaja frente a los nazis era porque las ideas de estos resultaban novedosas y dinámicas, mientras que las «nuestras» parecen «aburridas y poco estimulantes». Se recordará quién ganó la Guerra.
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