Francisco Marhuenda
Rendición o suicidio
La izquierda podrá vender como quiera el resultado de la reunión del pasado viernes, pero la realidad es que ha sido un fracaso para el Gobierno griego de izquierda radical. No tenía otra alternativa que el suicidio o la humillación, y ha tenido que elegir lo segundo. Lo primero era conducir a Grecia a un desastre económico y humanitario por culpa de un populismo postcomunista tan irresponsable como inconsistente. Los engaños de la campaña electoral han tenido las patitas muy cortas y Tsipras, el «socio» político de Podemos, ha tenido que asumir todas las condiciones exigidas por sus socios europeos.
Nadie quiere que Grecia entre en una grave crisis de consecuencias catastróficas, pero tampoco se podía aceptar la actitud prepotente e irresponsable del actual Gobierno. No se puede acudir a tus socios con exigencias desproporcionadas e insultos a Alemania, esperando que paguen tus propuestas irresponsables. Es cierto que en las campañas electorales se pueden cometer excesos, es algo que ni me gusta ni comparto, pero Tsipras había optado por una deriva que le conducía al suicidio. Hay un problema con Grecia, pero no en la zona euro. Es la gran diferencia entre lo que sucede actualmente y el grave escenario de 2012. El principio de la realidad se impone cuando se gobierna y la izquierda radical griega ha descubierto que cuando se gobierna hay que actuar con seriedad, rigor y eficacia. Los socios europeos le han ayudado a respetar sus compromisos. No se podía pretender que los europeos pagaran los excesos radicales, porque Grecia tiene que hacer reformas y recortes si quiere recibir ayuda europea.
Los primeros pasos fueron auténticas bravuconadas, donde Tsipras y Varufakis parecía que nos hicieran un favor exigiéndonos que les diéramos dinero gratis total. Es cierto que habían abandonado el despropósito de las quitas y pretendían un aplazamiento de la deuda, la desaparición de la troika e incluso insultaron a los alemanes exigiendo reparaciones por la II Guerra Mundial. El disparate alcanzó unos extremos realmente sorprendentes cuando pretendían que sus socios fueran Rusia o China. La firmeza europea viene, precisamente, de los esfuerzos que han tenido que hacer los diferentes países para salir de la crisis. No conozco a ningún político que le guste hacer recortes, pero los han hecho. Rajoy ha tenido que asumir un enorme desgaste político, manifestaciones y ataques, por cierto infundados, en contra de sus políticas reformistas. La izquierda española, tanto política como mediática, ha alcanzado unos niveles de crítica que están situados en el puro sectarismo. El presidente del Gobierno ha tenido que tomar decisiones muy duras, como hizo Zapatero, asumiendo que era la única posibilidad de impedir un rescate que hubiera sido una catástrofe para España.
La incorporación de Grecia a la zona euro fue un gran error, tanto de los gobiernos griegos como de sus socios europeos, porque no estaba preparada para cumplir sus compromisos y armonizar su economía con el resto de miembros. Grecia tiene que cumplir los pactado, porque si se hubieran aceptado las pretensiones de Tsipras, sería el fin de la zona euro. Eran planteamientos que no podían ser asumidos por ninguno de sus socios. No era una cuestión sólo de Alemania y su zona de influencia, sino de todos los países que han sufrido la crisis.
El fracaso de Tsipras es un mensaje claro y directo para Podemos, que hace planteamientos muy similares. No se puede pedir que los ciudadanos del resto de la Unión tengan que asumir nuevos sacrificios para que la izquierda postcomunista pueda imponer sus planteamientos radicales. Europa se tiene que construir desde la seriedad, el rigor y la eficacia presupuestaria. No somos una zona aislada, sino que vivimos en un mundo competitivo. Es el principal problema que afrontamos, junto a la necesidad de armonizar nuestra política exterior para no cometer errores como ha sucedido en Ucrania. Rusia ha vivido treinta años de humillaciones y se pretendía que esto siguiera así pensando que el viejo oso era débil. Le queríamos arrebatar una zona de influencia que históricamente había formado parte de la Madre Rusia, y pretendíamos además que Putin nos agradeciera nuestra soberbia como si viviéramos todavía en los años del Imperialismo.
Europa necesita avanzar desde la solidaridad, pero sin el riesgo de los populismos de la izquierda o la derecha, que son profundamente antieuropeos. Una vez más, se necesita que los gobiernos se sitúen en la centralidad, porque fuera del sistema sólo existe el caos y la quiebra económica. Los europeos se tienen que acostumbrar a las políticas serias y rigurosas así como al control del déficit y la gestión eficaz de los presupuestos. Hemos vivido años de bonanza y despropósitos y ahora es necesario que se apliquen reformas permanentes que nos hagan realmente competitivos en un mundo sin fronteras.
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