Alfonso Merlos
Stop radicales
Lo que falta y lo que sobra. Es la clave para determinar por dónde debe ir un pueblo. El buen camino. La línea recta. Lo que ayuda y lo que estorba. Y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha puesto el acento en lo que toca. Estamos a dos semanas vista. Cataluña se juega todo y España, más.
Los radicales son un obstáculo en la senda del bienestar, la prosperidad, la concordia, el civismo, la seguridad y la libertad. En efecto, son el muro que separa a los ciudadanos de los principios y los valores que les deben impulsar cada día, que pueden hacerles mejores como sociedad y como colectivo.
Se entiende a la perfección que Xavier García Albiol sea un candidato al alza, que suma y suma, que hace campaña en positivo, que va por corto y por derecho a las ocupaciones y preocupaciones de sus convecinos, que pone toda la carne en el asador, que «juega» sin trampa ni cartón. Es la esperanza de quienes han visto en la tibieza, las contemplaciones y los circunloquios el peor escudo frente a las vulneraciones sistemáticas y dolosas de la ley.
Y no se puede entender mejor que el presidente del Gobierno haya irrumpido en la carrera del 27-S como lo ha hecho. Sin ambages. Atacando los puntos fundamentales que tendrían que servir para juntar a los catalanes, y no para separarles. En su campo semántico, con su estilo. Con vehemencia, que es en definitiva lo que importa. Unas elecciones no son un plebiscito. Pero cada hombre y cada mujer de una de las primeras regiones de España está ante la decisión de apostar por la paz o el conflicto, la riqueza o la ruina. La razón o la sinrazón. Nada más.
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