José María Marco
Venezuela
Por lo general, un país extranjero se cuela en la campaña electoral de otro a causa de la política que este último mantiene con respecto al primero. Son cuestiones de intereses, de relaciones, de seguridad, a veces de prestigio. Muy distinto es el caso de Venezuela, que ha pasado a ser un motivo relevante de –al menos– la precampaña electoral de nuestro país por motivos propios, porque en Venezuela se juega otra cosa, que es, aunque parezca mentira, un modelo para nuestro país. Se juega, además, en dos frentes.
Uno es el bien conocido de Podemos, nacido bajo la protección del régimen chavista del que, a su vez, fue en su tiempo musa egerias y algo más. Como demostró LA RAZÓN, las musas patrias inspiraron el trato represivo con el que el Gobierno se encargó de criminalizar a la oposición. A cambio de sus servicios ideológico-represivos, nuestros podemitas recibieron una parte de las riquezas que Chávez, el padrino del socialismo del siglo XXI, iba a volcar sobre su pueblo... sin haberse parado a pensar que antes hay que producirlas. Conocemos el resultado: además de un enfrentamiento político grave, en Venezuela hay inflación, carencia de alimentos, de medicinas, de toda clase de productos y servicios básicos. Derrotado el socialismo entre 1968 y 1989, se refugió en Cuba. Desde allí saltó a Venezuela y ahora, gracias a la movilización del voto joven, se apresta a volver a Europa vía España. Veremos hasta dónde llega la estupidez. Lejos, probablemente.
El otro frente es más insidioso. Lo protagoniza el ex presidente Rodríguez Zapatero, que se ha empeñado en mediar entre Maduro y la oposición con el respaldo de UNASUR, la organización de países latinoamericanos, alternativa a la OEA, que pretende una mayor integración política de la región. La oposición venezolana está dispuesta a negociar, pero no a dejar de exigir la libertad de los presos políticos ni a aceptar un tribunal como el que Maduro se sacó de la manga para torpedear las decisiones de la Asamblea venezolana. Ahora bien, esa es la condición de los «mediadores», que equivale a que la oposición se rinda al «madurismo». Zapaterismo en estado puro.
Por una parte, tenemos a los que consideran un modelo la Venezuela de Chavez y Maduro. Por otro, a un ex presidente socialista empeñado en acabar con la oposición democrática. Los dos objetivos, además, están relacionados. La izquierda española nunca deja de sorprender.
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