Restringido
Y la palabra elegida es... cupero
«Cupero» es la definición de las miembras y miembros de las CUP (Candidaturas de Unitat Popular), según el llamado «Observatori de Neologia» y el «Institut d’Estudis Catalans» y es una de las palabras elegidas como más representativas de la lengua catalana durante el año 2015, todo ello votado de forma alegre y festiva a través de las emisoras públicas de la Generalitat. Es significativo resaltar que el año pasado la palabra escogida fue «estelada», nombre que se aplica a la bandera separatista que ondea amenazante en media Cataluña.
Es difícil entender cómo un movimiento marginal y radical, de ideología comunista y postureos bolivarianos, con algún destacado militante que asesinó a catalanes por el simple hecho de sentirse españoles (como Carles Sastre, entrevistado por TV3 hace unos días y presentado como «la gran reserva del independentismo»), heredero del marxismo leninismo y reivindicador de figuras tan antiguas y caducas como Stalin o amantes de las políticas de Pol-Pot, puede –en una sociedad moderna y avanzada como la catalana– aparecer como el libertador de Cataluña, promocionado por la derecha más rancia del separatismo catalán, presentado como la modernidad con unos postureos dignos de análisis psiquiátrico y ser el centro del debate en los últimos meses.
Pero la realidad en Cataluña es un espejismo (no hemos de olvidar que a este trozo de tierra hispana los Pujolistas la llamaban el «oasis catalán», cuando ha sido un enorme estercolero de corrupción), y las CUP han conseguido una enorme presencia mediática, debido a dos factores. El primero ha sido una diabólica situación postelectoral en Cataluña, tras los resultados conseguidos por la candidatura donde estaba escondido el perdedor Artur Mas, que ha posicionado a las CUP como el factor que debía dar la presidencia de la Generalitat al timonel del llamado «proceso por la desconexión». La segunda, una carísima promoción de las CUP en los últimos cuatro años a cargo de los voceros del régimen, y en especial de unos medios privados que han cumplido con creces el encargo dado por quien mueve los fondos públicos.
Su capacidad de penetración en la sociedad catalana es impresionante. Dominan sin rival conocido todos los frentes de nuestra taimada y abducida sociedad. Desde los institutos (a través de sindicatos estudiantiles) a las fiestas populares, con una efectiva y atractiva organización (fiestas mayores alternativas, casals con bares, CSA, ateneos, música y conciertos), tienen negocios con beneficios (energías alternativas, el mundo vegetariano, huertos sostenibles), controlan ayuntamientos (Berga, Badalona o Navàs y muchos pueblos del interior catalán), la cultura es su mundo natural (Castellers, tamborilers, gegants, agrupaciones escolta, asociaciones religiosas, libros, librerías y editoriales, revistas y poesía) y, sobre todo, tienen a miles de militantes liberados, preparados para ganar. Tienen prestigio y juventud, capacidad de movilización y encanto.
Los «cuperos» votan hoy en asamblea reducida sobre el futuro del cadáver político de Mas. Para los «cuperos», que el hijo político de Jordi Pujol sea o no el presidente de la Generalitat es absolutamente irrelevante. Los «cuperos» han conseguido ser el centro de atención mediática en Cataluña y no van a desaprovechar la oportunidad de ampliar sus bases, de llegar a pactos con las Colau de turno y ganar las próximas elecciones en Cataluña. Al conde de Godó le darán por las CUP.
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