Primarias en el PSOE
El PSOE ante la centralidad
Desde las páginas de LA RAZÓN siempre hemos defendido que la gestión de la res pública tiene que ejercerse desde el respeto al orden constitucional, la centralidad y la búsqueda de la estabilidad institucional, que es la garantía para fomentar el desarrollo económico y social de los ciudadanos. Nunca el progreso se ha sustentado sobre la base de la demagogia y el populismo, sino desde la racionalidad en el Gobierno y el impulso de aquellas medidas que, preservando los derechos sociales de una sociedad avanzada, favorecen la libertad de los individuos y garantizan un marco empresarial de libre competencia. Ése es el modelo de las democracias occidentales, entre las que se incluye nuestro país, y, al menos hasta hoy, ese era el modelo del socialismo español, ideológicamente posicionado en la socialdemocracia; una izquierda moderna, en principio, incompatible con formaciones que beben de los viejos postulados comunistas, por más que edulcoren su mensaje con el buenismo nihilista al uso. De ahí que cualquier acuerdo entre el PSOE y las agrupaciones electorales de Podemos suscite en las filas socialistas la inevitable inquietud por el futuro y ahonde la fractura interna que tiene en el aplazamiento de la reunión prevista para ayer entre Pedro Sánchez y la líder del socialismo andaluz, Susana Díaz, sólo una más de sus manifestaciones públicas. En este sentido, no deja de resultar irónico que se anime desde el PSOE a la regeneración de sus adversarios del PP y a la sustitución de sus dirigentes, cuando en su propia casa pugnan varias facciones, no sólo por el liderazgo personalista, sino por la orientación ideológica que debe seguir un partido que, elección tras elección, no deja de perder votos. Y aunque es comprensible el deseo de volver a ejercitar el poder en aquellas regiones y ayuntamientos de donde los socialistas se habían visto apartados durante décadas, la vía elegida oculta tal potencial destructor que puede suponer la simple absorción del PSOE por la izquierda populista, entre otras razones, porque algunos de los candidatos que se proponen, como Ximo Puig, en la Comunidad Valenciana, han conseguido empeorar aún más si cabe los resultados de su formación. Enredarse políticamente con unos radicales antisistema, que no ocultan su pretensión de convertirse en el partido de referencia de la izquierda española a costa de los socialistas, es un error que, además, traerá consecuencias para la estabilidad del país y para sus posibilidades de recuperación económica. El regreso a la centralidad y a la defensa del modelo de sociedad surgido de la Transición, incluso con la búsqueda de acuerdos con los populares, es la mejor opción para un PSOE que ha visto cómo sus aventuras con partidos populistas, incluso de corte separatista, siempre se han traducido en pérdida de apoyos.
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