Papel
Rajoy, frente a los conspiradores
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no tiene ninguna duda sobre que el origen de las filtraciones de la investigación del caso Rato no parten de la órbita gubernamental y las atribuye, con toda certeza, a algún funcionario de la Agencia Tributaria próximo a la oposición, con el único interés de perjudicar la imagen del Ejecutivo y del Partido Popular ante las próximas citas electorales. Una estrategia que busca fomentar la idea de divisiones internas entre los populares, como ya ocurriera en la pasada Semana Santa con el supuesto enfrentamiento entre la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y la secretaria general del partido, Dolores de Cospedal, una polémica alimentada desde las propias filas. En esta ocasión, han sido los titulares de Economía, Luis de Guindos, y de Hacienda, Cristóbal Montoro, a quienes se ha querido enfrentar en el enredo de las filtraciones, algo que no tiene el menor crédito para el presidente del Gobierno, siempre puntualmente informado por sus ministros. Sin duda, la desmesurada actuación judicial contra el ex vicepresidente del Gobierno y ex director del FMI Rodrigo Rato –pública y retransmitida en directo por Televisión–, no podía por menos que provocar una honda impresión en el conjunto del Partido Popular. Ciertamente, la fuerte personalidad del implicado no deja indiferente a nadie y es objeto de un cerco político, como demuestra el hecho de que varias asociaciones de extrema izquierda antisistema, un partido político en decadencia y varios particulares se hayan constituido en acusaciones paralelas y presionen a los jueces con reiterados recursos para que Rato sea encarcelado preventivamente. Situación que ha terminado por descolocar a muchos dirigentes populares que, lejos de mantener la serenidad ante unos ataques con clara intencionalidad partidista y claramente dirigidos a desgastar la labor de Gobierno del PP y la persona de su propio presidente, se han dejado enredar en absurdas teorías conspiratorias de filtraciones, aunque no se pueda descartar la actuación de algunos miembros del partido que libran batallas internas sin calcular los daños propios que causan, ni las injerencias de lo que en Moncloa se califica de «falsos amigos». Queda así muy desdibujada la realidad del comportamiento impecable del Gobierno con respecto a la independencia judicial y la lucha contra la corrupción por encima de cualquier consideración personal o política. Por ello conviene destacar que, frente al enredo de los filtradores, está el ejemplo de un presidente como Mariano Rajoy, centrado en los problemas que afectan a España y a los españoles, y que mide perfectamente cuáles son las prioridades en su labor de gobierno.
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