Balance del Gobierno
La mejor España de la Historia
Para buscar la mejor España de la Historia no tenemos que irnos a un pasado remoto. Hace apenas cuarenta años, los españoles logramos escribir juntos uno de los grandes episodios en el relato de la libertad y la democracia en el mundo contemporáneo: nuestra Transición. Un proceso que, basado en una doble vocación de modernidad y concordia, no sólo fue un ejemplo de éxito a ojos del globo. Porque el principal fruto de la Transición, la Constitución Española de 1978, además de encarnar nuestros mejores logros colectivos en estas décadas, se ha revelado como un marco privilegiado para nuestra convivencia y un detonante para la prosperidad de la sociedad española.
Si la Transición ha sido una de nuestras mayores obras conjuntas, hoy conmemoramos el que fue uno de sus hitos más decisivos y brillantes. El 15 de junio de 1977, los españoles nos estrenábamos en unas elecciones libres. Pudimos, por fin, elegir entre distintos partidos, candidatos y programas de Gobierno. Y el voto de la soberanía popular fue inequívoco: los españoles queríamos plena democracia, queríamos derechos y libertades; queríamos alzar nuestro futuro desde la reconciliación y la reforma, y queríamos una España unida y diversa, moderna y próspera, integrada en Europa y abierta al mundo. Con el liderazgo de dos grandes españoles como el Rey Juan Carlos y Adolfo Suárez, los diputados y senadores de la legislatura constituyente pudieron redactar la primera Constitución de todos. Y no es ninguna casualidad que, precisamente, la primera Constitución de todos esté detrás de nuestras mejores décadas. Porque su «lenguaje moderado, de concordia y conciliación», por usar las palabras del presidente Suárez, entroncaba y entronca con los afanes de esa mayoría moderada que, hoy como ayer, integra la sociedad española.
Aquel afán de armonizar las diferencias y cuajar un proyecto común para España tuvo un gran mérito añadido: se hizo en unas circunstancias muy difíciles. Tanto en junio de 1977 como en los años inmediatamente posteriores, los españoles sufrimos, semana a semana, el ataque de los mayores enemigos que ha tenido nuestra democracia: la banda terrorista ETA. También tuvimos que hacer frente a una intentona golpista por parte de quienes querían anclar a España en el pasado. Y junto a ello, atravesamos una prolongada crisis económica que, sin ser tan grave como la vivida en años recientes, hizo sentir sus efectos adversos sobre todo el cuerpo social. Sí, los españoles estrenamos democracia en circunstancias difíciles. Pero supimos superarlas. Y, desde entonces, no sólo hemos logrado remontar otras coyunturas negativas, sino que –a despecho de las crisis– tampoco hemos dejado de trabajar para tener una democracia más avanzada, una economía más abierta y una España más justa.
Es una realidad que está ahí. La España de hoy cuenta con unas instituciones sólidas y una sociedad civil de primer orden: prueba de ello es que ambas lograron doblegar al terrorismo. El papel de la mujer es cada vez más importante. Contamos con un Estado del Bienestar como pocas naciones de la tierra. Nuestra sanidad y nuestras pensiones destacan a nivel global, como también lo hacen nuestras infraestructuras, del AVE a las autovías. Nuestra economía se ha internacionalizado, nuestras firmas están presentes en los cinco continentes y contamos con líderes globales en los más variados sectores de actividad. Y esto es algo que hemos logrado sin merma de nuestro patrimonio cultural y natural, ambos de los más reconocidos del planeta, y capaces de convertirnos en una potencia turística sin apenas rival en el plano internacional, algo a lo que también ayuda nuestra condición de país seguro. Somos, asimismo, un socio de referencia en los foros que cuentan: la Unión Europea, Naciones Unidas o la OTAN. Y cuando los españoles hemos atravesado años difíciles –pienso en la reciente crisis económica–, nos hemos levantado con más fuerza: en los últimos tiempos, hemos logrado estar a la cabeza en crecimiento económico y creación de empleo en Europa.
La Transición fue un enorme voto de confianza en nuestro futuro. Sabíamos que el proyecto de España merecía la pena, y hemos logrado firmar juntos cuatro décadas sin parangón en nuestra Historia. Hoy tenemos retos distintos por delante, pero también tenemos una mejor posición para afrontarlos, y –tras unos años muy duros- sabemos que el futuro vuelve a ser un lugar ilusionante.
Para conquistar ese futuro, los demócratas españoles –jóvenes o mayores– debemos tener siempre ante los ojos las lecciones de la Transición. Por ejemplo, que en España no hay lugar para radicalismos ni rupturas. Que nuestra unidad es clave para nuestra prosperidad y nuestra convivencia. O que, trabajando con responsabilidad, nada nos impide estar entre las naciones más avanzadas del mundo. Nuestro país tiene hoy importantes desafíos a los que dar respuesta, como decía, pero también tiene motivos para la esperanza y la confianza si sigue siendo esa «España de todos y para todos» que hemos hecho realidad en estos años.
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