Valencia
Orar por España y su unidad
España se encuentra en una etapa crucial de su historia; esto es obvio. España se desangra, a juicio de perspicaces y atentas miradas a cuanto nos acontece. «Nos duele España», porque hacemos nuestros los sufrimientos y dolores de los hombres y mujeres de España, de todos y cada uno de los pueblos que la formamos.
En los últimos meses, y más aún en estos últimos días, se ha avivado una gran cuestión que viene ya de lejos: la cuestión de su unidad. La convocatoria de las elecciones autonómicas en Cataluña el próximo día 27 la ha puesto en el primer plano de actualidad. Por todos es conocido cómo está siendo calificada la situación por expertos y no expertos, por políticos de aquí y de otros países, por personas e instituciones económicas y sociales, por medios de comunicación o comentaristas políticos de diversas tendencias. No entramos en ninguna valoración política, que no nos corresponde. Aparte de las razones históricas, jurídicas, económicas, políticas, de ordenamiento del Estado, desde el punto de vista moral lo que suceda el 27 de septiembre plantea unas cuestiones preocupantes y de suma gravedad que afectan al corazón mismo de la realidad social, histórica y de la verdad de España, del bien común de nuestra sociedad, del actual marco de convivencia que afecta a todos los españoles, y de la misma unidad de nuestra nación, que también es una cuestión moral. Valoramos grandemente, agradecemos de todo corazón la declaración ponderada como pastores hecha hace unos días por nuestros hermanos y amigos obispos de las diócesis que están en Cataluña, y les manifestamos nuestra comprensión, nuestra cercanía y nuestra solidaridad a las preocupaciones, inquietudes y esperanzas que esta cuestión les comporta. Esta cuestión nos atañe a todos los españoles, a todos los que integramos la realidad de lo que hoy y desde hace muchos siglos llamamos España. Nos preocupa a todos, nos produce dolor y nos genera muchos interrogantes.
Tal vez convendría recordar en estos momentos un texto de la Conferencia Episcopal de 2002 que decía: «Por ser la nación un hecho, en primer lugar, cultural, el magisterio de la Iglesia lo ha distinguido cuidadosamente del Estado. A diferencia de la nación, el Estado es una realidad primariamente política, pero puede coincidir con una sola nación o más bien albergar en su seno varias naciones o entidades nacionales. La configuración propia del Estado es normalmente fruto de largos y complejos procesos históricos. Estos procesos no pueden ser ignorados ni, menos aún, distorsionados o falsificados al servicio de intereses particulares». España es fruto de uno de estos complejos procesos históricos. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable. La Constitución es hoy el marco jurídico ineludible de referencia para la convivencia. Recientemente los obispos españoles afirmábamos: «La Constitución de 1978 no es perfecta, como toda obra humana, pero la vemos como el fruto maduro de una voluntad sincera de entendimiento y como instrumento y primicia de un futuro de convivencia armónica entre todos». Se trata, por tanto, de una norma modificable, pero todo proceso de cambio debe hacerse según lo previsto en el ordenamiento jurídico. Pretender unilateralmente alterar este ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder o de cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria». No podemos olvidar, por otra parte, que una decisión como la que algunos apuntan ante el 27-S, la de la secesión, puede generar no pocos sufrimientos tanto en los que habitan en tierras catalanas como los que viven en el resto de los pueblos de España; sin ignorar las muchas, y previsibles consecuencias que tendría para todos. Esto también es una cuestión moral (ciertamente para la secesión no se encuentra ninguna justificación moral y por más que buscamos no encontramos ningún texto del magisterio, ni de ningún autor que lo justifique desde el punto de vista moral).
Ante esta situación creada, por algunos calificada de crítica, invitamos a todos los fieles de nuestra diócesis de Valencia a orar insistentemente y con fe: la oración es la fuerza que tenemos los creyentes ante situaciones que no podemos o no sabemos resolver los hombres, que expresa nuestra confianza plena en Dios, para quien nada es imposible; invitamos, además, a orar como ejercicio también de la caridad, del amor a Dios y de Dios que es Padre y nos hace a todos hermanos; e invitamos a orar como expresión de nuestro ser de Iglesia, a la que no le es ajeno nada de lo humano que afecta al hombre, y como un deber del cuarto mandamiento de la Ley de Dios que nos manda honrar también a la patria. Pedimos a todos, queridos diocesanos de Valencia, que rueguen a Dios por España y los pueblos que la forman, entre ellos Cataluña. A todos nos concierne esta situación.
Que Jesucristo, que es Luz, Sabiduría, Misericordia, Verdad y Paz para las gentes y los pueblos, nos haga vivir estos momentos con serenidad. Que conceda luz, prudencia, sabiduría, valor, discernimiento y acierto a nuestros políticos y gobernantes, a las instituciones del Estado, incluidas las de la Comunidad Autónoma de Cataluña, y a todos los ciudadanos, vivan en Cataluña o en otras tierras de España, para encontrar salidas justas y razonables, conformes con el bien común, a esta situación. Que Dios proteja y ayude a España y a todos sus pueblos, especialmente a Cataluña; y que nos dé la fortaleza y el corazón para el entendimiento y la cordura, para la convivencia y para el respeto al Derecho. Todos nos necesitamos: siempre es mejor la unidad que la división. En todo caso, recordamos con qué fuerza defendía la unidad de Italia el Papa San Juan Pablo II cuando el asunto similar de La Padania: «L’unitá dell’Italia, non si toca».
Pidamos por España, pidamos por Cataluña, pidamos por su fidelidad a las raíces que las sustentan, por su progreso, por su bienestar, por cuanto les afecta y necesitan. Pidamos que Dios ilumine y dé sabiduría y discernimiento a los legisladores, para que a la hora de legislar respeten y promuevan la verdad y el bien de la familia, la totalidad de los derechos humanos con sus deberes, libertades y exigencias, sin discriminaciones ni exclusiones, por el bien común de España con Cataluña, por la convivencia, correspondencia, solidaridad y colaboración justa entre todos los que formamos este noble y diversificado pueblo con un proyecto común y una empresa compartida desde siglos. Pidamos por la implantación cada día mayor de la justicia social en nuestras tierras, por la extensión de la solidaridad y la justicia en favor de los pobres y menos favorecidos de la sociedad, de los que no tienen trabajo, de los inmigrantes y refugiados, ayude a acoger a los inmigrantes y refugiados, a los que vienen de otras culturas o de otras religiones, de situaciones de extrema violencia e injusticia, y encontrar caminos justos y posibles en esta acogida. Pidamos por los gobernantes y por los que gestionan el bien común para que en todo no busquen otra cosa, que ese bien común y lo promuevan en toda la amplitud posible. Que Dios nos conceda cordura, sabiduría, prudencia, discernimiento para saber lo que es bueno y justo, valor, bien hacer y justo proceder, corazón y mirada limpia para actuar en estos momentos conforme a la sabiduría que procede de Dios.
En estos momentos es necesario promover la presencia de los católicos en la vida pública y rogar por ello; los católicos no pueden engrosar el número extenso de lo que alguien ha llamado la «cofradía de los ausentes»; es necesaria su presencia, en virtud de su fe y no a pesar de ella, en la cosa pública para llevar el Evangelio a ésta, y transformar y renovar desde dentro nuestra sociedad. Por ello también es necesario pedir que Dios fortalezca la fe de los cristianos laicos y que les ayude, nos ayude a todos, en la imprescindible tarea de formación en la doctrina social de la Iglesia y sus contenidos esenciales e irrenunciables para poder asegurar así en la vida social y política una presencia unida, coherente, honesta, desinteresada, abierta a la colaboración con todas las fuerzas sanas de la Nación.
Ante la premura de lo que nos acontece, ante la gravedad y lo decisivo de la situación que atravesamos, convocamos a toda la diócesis a una jornada de oración, en esta misma semana en que nos encontramos, en todas las parroquias y comunidades, colegios diocesanos y escuelas católicas, en las universidades de la Iglesia. Pueden promover vigilias de oración, rezo del Santo Rosario, visitas al Santísimo, actos de adoración al Santísimo, rezo de alguna hora litúrgica con una convocatoria especial, tiempo para la oración privada y personal... En todo caso, pedimos a todos que durante un mes al menos, a partir de hoy mismo, se introduzcan preces especiales en la oración de los fieles en la Santa Misa con esta intención, para que sea una oración incesante, constante, que llegue a Dios. Por nuestra parte, ofrecemos e invitamos a cuantos les sea posible a participar en la vigilia de oración que tendremos en nuestra Catedral el día 25 de septiembre, viernes, a las 8 de la tarde.
Muchísimas gracias a todos; que Dios os bendiga. La oración de la comunidad eclesial es nuestra arma más poderosa y la más y siempre eficaz. Gracias, de nuevo.
Arzobispo cardenal de Valencia/Obispo auxiliar de Valencia
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