Ministerio de Justicia
Y Getafe habló
No pensaba escribir sobre las últimas fiestas del Día del Orgullo Gay, y no por falta de temas. Por ejemplo, que se subvencionen con un millón de euros unos festejos que el año pasado supusieron multas por más de trescientos mil euros; o que la Embajada USA en España –es decir, el Gobierno de los Estados Unidos– anuncie la concesión de becas para formar como líderes a jóvenes de la comunidad (?) española LGBT, es decir, lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, siglas a las que se añade la «I», los intersexuales. O que la concejalía de Ciclo de Vida, Feminismos y LGBTI del Ayuntamiento de Barcelona anuncie que promoverá cortometrajes destinados a los colegios para difundir en las aulas sus postulados.
Han sido días en los que se ha oído insistentemente el nuevo título de condenación social: homófobo. Por eso más enjundia tienen otras vertientes de ese movimiento planetario, también de estos días. Jueces y fiscales progresistas celebraron un encuentro sobre la homofobia en el Foro Jurídico Pedro Zerolo. Nada que objetar salvo un pequeño matiz: que se vea como homofobia o se tenga por homófobos, por ejemplo, a quienes defienden el matrimonio natural o discrepen de la ideología de género. En definitiva, a quienes rechacen los postulados del movimiento LGBTI.
El tema no es menor porque el dedo acusador del jurista progresista puede acabar señalando a ese discrepante como nuevo enemigo del pueblo, al que se le coloca el capirote inquisitorial de homófobo, palabreja que exime de pensar sobre su fundamento. Que se criminaliza al discrepante lo hemos visto con el cardenal Cañizares, denunciado por criticar la ideología de género, denuncia sensatamente archivada.
Pero la bomba estalló en Getafe. Su Ayuntamiento aprobó un manifiesto apoyado por Ahora Getafe, comunistas y socialistas, que declara que el perfil homófobo es el de hombre blanco, delgado y «de la fe mayoritaria». Lo de delgado no lo entiendo y en cuanto a la fe mayoritaria se supone que será la católica, no la musulmana –eso sería islamofobia–, aunque en sus países ahorquen a los homosexuales.
Esto no daría más que para avergonzarse de que ese ayuntamiento de un ejemplo de corrupción, no económica, sí intelectual. Pero el asunto no es baladí –en esto nada lo es– porque, si unimos lo de Getafe a lo debatido por los juristas progresistas, veremos que se pone cara a la homofobia y que un hombre blanco, delgado y católico tiene todo para ser un sospechoso delincuente según los hacedores de un pensamiento que quiere ser único y dominante.
Aunque les pese, los ediles getafeños no han inventado nada: es el Derecho penal de autor que cabalga de nuevo. Floreció en los años treinta del pasado siglo, con una precisión más: era el Derecho penal nazi. Vuelve Mezger, Edmundo Mezger. No se trata de un jugador de la Bundesliga, no, fue el teórico del Derecho penal nacionalsocialista, perseguidor del delincuente no por lo que hace, sino por lo que se presume que es, judío antes, homófobo ahora; antes caracterizado por la nariz judaica ahora porque es blanco, delgado y católico.
Esto es un paso más. Ya al promulgarse la Ley de Violencia sobre la mujer de 2004 se dijo que se basaba en el prejuicio ideológico del feminismo radical sobre esa violencia y que se trasladó a lo criminal: todo hombre que agrede o mata a una mujer se presume que lo hace por las razones que el feminismo radical o de género presume que motiva su acción.
Recuerdo que el Consejo General del Poder Judicial dijo que con esa ley era la primera vez que un concepto ideológico –la ideología de género– descargaba en el Código Penal, basándose la persecución del delito en presumir una concreta motivación en el delincuente. Hasta en el Tribunal Constitucional hubo un magistrado favorable a declarar la inconstitucionalidad de esa ley y en su voto discrepante aseguró que volvíamos al Derecho penal de autor.
En fin, bocanadas de aire hitleriano en nuestras leyes penales y es que, al final, los extremos se tocan. Como cantaba Ana Belén, «todos los tiranos se abrazan como hermanos»: marxistas, fascistas o nazis son iguales. Pero tranquilos, esto es progresismo. Lo dice la Escuela Getafeña de estudios jurídicos avanzados.
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