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José María Martín Patino: jesuita y hombre de encuentro

Imagen del año 1998 del teólogo José María Martín Patino
Imagen del año 1998 del teólogo José María Martín Patinolarazon

José María Martín Patino fallecía ayer por la mañana en Madrid, faltándole un día para cumplir sus bien colmados 90 años. Había nacido en Lumbrales (Salamanca) el 30 de marzo de 1925 de un matrimonio de honorabilísimos «maestros nacionales», que depositarían en él el afán educador que le ha acompañado a lo largo de toda su vida. Ingresó joven en la Compañía de Jesús en Salamanca el 25 de septiembre de 1942. Toda la trayectoria de su formación como jesuita (estudios humanísticos y Licenciatura en Filosofía y Letras en Salamanca, Licenciatura en Filosofía por la Universidad Pontificia de Comillas, Cantabria, Licenciatura en Teología en la Philosophische-Theologische Hochschule Sankt Georgen de Frankfurt y Doctorado en la Universidad Gregoriana de Roma) le abocaban a ser profesor de candidatos al sacerdocio en su Alma mater comillense. Allí fue profesor de Liturgia en los años en que, antes y después del Concilio Vaticano II (1961-1966), se diseñaba y empezaba a llevarse a la práctica la gran renovación litúrgica promovida por él. Allí lo fichó el entonces arzobispo de Oviedo y más tarde cardenal Tarancón como director del Secretariado Nacional de Liturgia, en el que Patino desarrolló un trabajo enorme en la traducción y acomodación al castellano de todos los libros litúrgicos, además de la formación y adiestramiento de los delegados diocesanos de Liturgia para extender la reforma a las diócesis y parroquias de habla española. Ya entonces fue admirable su labor de «encuentro», convocando a esta tarea, mucho más creativa de lo que podría parecer, a los mejores teólogos, biblistas, filólogos y poetas españoles del momento. Trabó ya entonces con don Vicente Enrique y Tarancón, presidente de la Comisión Episcopal de Liturgia, una estrechísima amistad que los acompañaría a lo largo de toda la vida de éste. Pronto Patino se convirtió en su «eminencia gris» y su brazo derecho. En 1973, ya como arzobispo de Madrid, don Vicente lo nombró provicario general de la diócesis. Fue en ese cargo donde, en unión estrecha con Tarancón, Patino se fue convirtiendo en «hombre público» en la Iglesia y en la sociedad españolas. Años de renovación profunda en una y otra. Renovación conciliar en marcha y contramarcha, y transición política presagiada y realizada. Labina Tarancón-Patino fue en buena medida la inspiradora de una y otra, como punta de lanza, invisible-visible, de la Iglesia española. Es más lo que no se sabe todavía que lo que se sabe de esta meritoria labor. Tarancón nos dejó sus memorias y Patino nos deja sin concluir su visión de esta tarea llevada al alimón con él. Fue una tarea paciente y tenaz de acercamiento y «encuentro» entre personas muy distantes y enfrentadas entre sí, para tejer con hilos de muchos colores el tapiz de la futura Iglesia y de la futura sociedad españolas. La Historia la irá desvelando poco a poco.

Algunos amigos de Martín Patino nos preguntábamos qué inventaría él para cuando le faltara el cardenal Tarancón. Parece que el invento no le resultó muy difícil. Muy pronto apareció la Fundación Encuentro, apoyada en un primer momento en las relaciones personales fraguadas en los múltiples encuentros en el tiempo de la renovación-transición. La Fundación, en una primera fase, fue lugar de encuentro y diálogo de políticos y personas de gran relieve social, promoviendo comprensión e intereses comunes. Poco a poco ha ido acomodándose a los cambios de nuestra sociedad, promoviendo proyectos y realizaciones de gran calado, que quienes los conocemos apreciamos altamente y que merecerían ser mucho más conocidos para beneficio de más gentes y como modelos a multiplicar.

Patino ha sido un hombre que ha puesto desinteresadamente, a lo largo de su vida, su inagotable perspicacia y creatividad y su extrema habilidad para crear relaciones personales e interpersonales al servicio de la Iglesia y de la sociedad española, buscando, como genuino jesuita que fue, «el bien más universal».

Urbano Valero. Jesuita y ex rector de la Universidad Pontificia Comillas, Madrid