Washington D. C.
Valores compartidos para un futuro común
La visita de Francisco a las Naciones Unidas se produce en un momento de desafíos y esperanzas. Mientras el mundo lucha para hacer frente a los conflictos, la pobreza y el cambio climático, el Papa es una voz importante a favor de acciones urgentes para proteger a las personas y al planeta.
Tengo el gran privilegio de haberme encontrado varias veces ya con Su Santidad, un hombre de gran humildad y humanidad. Cuando el año pasado, en mayo, nos reunimos en el Vaticano, nos invitó a «promover juntos una movilización real de la ética global que, más allá de todas las diferencias de creencias u opiniones políticas, difunda y aplique un ideal común de fraternidad y solidaridad, especialmente con los pobres y los excluidos». La cooperación internacional a favor de los más vulnerables en el mundo es la misión fundamental de las Naciones Unidas, que figura en nuestra Carta, que el próximo mes cumplirá 70 años de su entrada en vigor.
Mientras Naciones Unidas trabaja con socios para responder a las muchas emergencias de nuestro mundo, también buscamos construir la estabilidad a largo plazo. Es por eso que nos sentimos muy honrados por el hecho de que Su Santidad nos visite el día en que se adoptará la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030.
Francisco ha instado a personas de todo el mundo a trabajar por la realización de los nuevos objetivos de desarrollo sostenible «con generosidad y valentía». Como ya ha dicho el Papa, para lograrlos habrá que desafiar a todas las formas de injusticia. Después de la adopción de los objetivos de desarrollo sostenible, la atención se desplazará en la próxima conferencia sobre cambio climático de diciembre en París, en la que todos los gobiernos del mundo se reunirán para tratar de adoptar un nuevo, universal y significativo tratado sobre el clima. Estoy totalmente de acuerdo con Francisco cuando, en su reciente encíclica, dijo que el cambio climático, más allá de otras consideraciones, es una cuestión moral y es uno de los principales desafíos que enfrenta la humanidad. Su Santidad cita con razón el consenso científico sólido que indica que el calentamiento significativo del sistema climático durante las últimas décadas es producto de la actividad humana. Francisco y yo coincidimos plenamente en la necesidad urgente de apoyar a los miembros más pobres y vulnerables de nuestra familia humana, para que las crisis, de las que son los últimos culpables, no sean los primeros en sufrirlas. Otros grupos religiosos se han hecho eco de este punto de vista, incluyendo, recientemente, una asamblea de eminentes estudiosos y líderes religiosos islámicos.
El mensaje de Francisco va mucho más allá de los 1.200 millones de católicos presentes en todo el mundo. En la primera página de su reciente encíclica, el Papa dijo: «Ante el entorno global en deterioro, quiero hablar con cada una de las personas que vive en este planeta».
La Iglesia católica y la ONU tienen muchos valores y objetivos comunes no menos importantes, como el acabar con la pobreza, promover la inclusión social y la protección del medio ambiente.
Al reflexionar sobre los muchos logros de la ONU, todos somos muy conscientes de las graves amenazas que persisten en nuestro mundo.
El conflicto en Siria y el impacto de la violencia extremista en la región constituyen una tragedia humana colosal que requiere una acción internacional. El Papa es firme partidario de una respuesta humana a la difícil situación de los refugiados, que buscan una vida mejor, un drama que está emergiendo con un gran número de llegadas a Europa. Estoy profundamente agradecido por sus repetidos llamamientos a la compasión.
Este mes voy a convocar una sesión especial sobre la crisis de los refugiados para promover un enfoque sistemático que incluya no sólo a los países de destino, sino también a los países de tránsito y, sobre todo, a los de origen. Debemos hacer frente a las causas que impulsan a muchos a huir: conflictos violentos, gobiernos fallidos, la dura represión y violaciones graves de los derechos humanos, incluyendo la persecución religiosa. También es esencial hacer frente a la crueldad de los traficantes de personas y poner fin a sus crímenes.
Francisco ha demostrado la importancia del compromiso de los líderes religiosos en estos temas globales urgentes. Confío en él y a otros líderes para contrarrestar las fuerzas de la división y el odio a través del diálogo y el entendimiento. Juntos podemos hacer realidad nuestra visión de un mundo pacífico en el que todas las personas vivan con dignidad y seguridad.
*Secretario general de la ONU
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