Accidentes de tráfico
Amaxofobia: Miedo a conducir
Es más común de lo que se cree: afecta al 22% de los que se sacan el carné. Suele aparecer tras sufrir un accidente, pero también como respuesta a episodios continuados de estrés y ansiedad
Es más común de lo que se cree: afecta al 22% de los que se sacan el carné. Suele aparecer tras sufrir un accidente, pero también como respuesta a episodios continuados de estrés y ansiedad.
«Querido Jaime: te escribo para contarte que hoy, por fin, he sido capaz de coger el coche y recorrer dos kilómetros para ir a comprar al Carrefour. Tenía que contártelo. Ya no voy a ir más andando a comprar. Muchísimas gracias por tu ayuda». El mensaje lo recibió Jaime González, director de la escuela CEA de conducción e instructor especialista en amaxofobia. Se lo remitió Conchi, una mujer que acudió a un curso para superar el miedo a circular y que cuando llegó no era capaz de meter la primera de las marchas para arrancar el coche sin romper a llorar. A Jaime le llena de satisfacción el caso de superación de esta alumna. Estos días ha estado dirigiendo el último curso con fines terapéuticos para víctimas de accidentes de tráfico con miedo a conducir o que, sin haberse visto envueltas en un siniestro, simplemente sufren amaxofobia, es decir, miedo o fobia a llevar un vehículo, un problema más común de lo que puede parecer. Lo padece el 22% de las personas que han logrado obtener el permiso de conducir, según un estudio realizado por Attitude en colaboración con la Universidad Autónoma de Barcelona. «El curso aborda la parte emocional, hacemos técnicas para rebajar el nivel de ansiedad fisiológica, cognitiva y conductual, y tratamos de realizar ejercicios prácticos para paliar el miedo. Al final, no todo es tan complicado como nos imaginamos, se lo demostramos en la pista de entrenamiento con ejemplos que ocurren en la vida real, pero de forma controlada», explica Jaime.
Una de las alumnas del curso de la Fundación CEA es Zita Cuervo, de 54 años. Espera su turno en el circuito de exámenes de conducir de Alcalá de Henares (Madrid), donde se imparte, para poner en práctica con un monitor las instrucciones que ha recibido sobre cómo hacerse con el coche en una curva cuando se coge a más velocidad de lo debido con el agravante de que el pavimento está mojado. Hace quince años que padece amaxofobia. Viajaba con sus tres hijos y su marido en el coche cuando el reventón de una rueda provocó que su marido perdiera el control del vehículo y dieran varias vueltas de campana. Como consecuencia del siniestro, uno de sus hijos falleció. Desde entonces no es capaz de coger el coche en carretera: ni como conductora ni como copiloto. «Mi marido quiere que el próximo fin de semana nos vayamos a Galicia con mis hijos, pero yo le he dicho: “Marchaos vosotros, ya veré yo si me voy en tren o como llego”». El único sitio por donde Zita coge el coche sin reparos es por el centro de Madrid. «De hecho tengo mucha facilidad para conducir, pero cuando salgo a la carretera siento que la velocidad me da miedo, me vienen a la cabeza pensamientos negativos, me angustia el hecho de no poder pararme en el acto, me empiezo a ahogar, no puedo respirar... ¡Es terrible, el miedo me incapacita!».
No es la primera vez que Zita intenta superar su ansiedad al volante. «En una ocasión fui a un psicólogo. Le dije que me ahogaba y el me contestó: “pues ahógate y luego seguimos hablando...’’. Evidentemente no me ocurrió, todo es fruto de la ansiedad que tengo, es lo que llaman el “efecto huida”, pero siempre que he intentado hacer frente a este problema ha ocurrido algo muy malo en mi vida y no he podido remontar el miedo, la última vez una enfermedad grave de mi marido». Esta vez Zita está decidida a superarse. Y tiene la actitud: «Voy a poner toda la carne en el asador», dice con convencimiento. «Quiero no tener miedo, quiero ser libre, no depender de nadie que me lleve o me traiga y ya hoy me ha dado mucha rabia tener que acudir al curso en el autobús y el metro teniendo un coche aparcado en la puerta de mi casa».
Cristóbal Escobar y Resana Alexi, son pareja y sufren el mismo problema desde que se vieron envueltos en un accidente hace un año en la AP-7 cuando se dirigían a Elda (Alicante). El conductor de un camión cargado de sandías perdió el control del vehículo y volcó en el carril contrario arrastrando a seis coches que acabaron siniestrados junto a una gasolinera. Como consecuencia del accidente hubo dos fallecidos y varias personas resultaron heridas, ellos incluidos. Cristóbal sufrió lesiones muy graves y Resana estuvo al borde de la muerte. «Hemos quedado muy afectados y estamos en terapia porque revivimos continuamente lo que hemos pasado, pero esto hay que superarlo por fuerza, necesitamos conducir», dice Cristóbal, que aún sigue de baja por el siniestro.
«Los afectados por esta fobia evitan la conducción en autovías, circular a gran velocidad, ir sobre puentes o túneles, situaciones con mucho tráfico y/o condiciones climatológicas adversas, así como tener la responsabilidad de llevar a más personas... pero no tienes necesariamente que haber sufrido un accidente para padecerlo. La ansiedad en la conducción puede desarrollarse simplemente por el hecho de haber tenido un alcance, o simplemente una persona con ansiedad puede tener sensación de mareo o vértigo por los altos niveles de estrés que soporta en su vida diaria. Aunque muchos piensan que conducir es una actividad automática, en realidad sí que es una actividad estresante, manejamos una gran cantidad de estímulos y la atención se ve saturada de manera que todo ello puede colapsar en un ataque de pánico», explica Ignacio Calvo, psicólogo especialista en amaxofobia encargado de la instrucción teórica en el curso.
Es el caso de Beatriz, otra de las alumnas que empezó a desarrollar ansiedad en la conducción cinco años después de sacarse el carné y en determinados tramos de la carretera que recorría diariamente para ir hasta su trabajo. «Creo que todo tenía que ver con el estrés que sufría en mi vida. Lo volcaba en la conducción. Un día pasé del respeto al miedo a conducir y había momentos en los que era incapaz de circular a más de 60 km/h fuera la vía que fuera».
Situaciones de pánico al volante «también pueden sufrirlas personas que son muy perfeccionistas o exigentes, porque no pueden controlar lo que hacen los demás y pueden verse en situaciones muy desagradables. También conductores que obtuvieron el permiso pero desconfían de sus habilidades porque perdieron la práctica y cuando cogen un coche se sienten inseguras». Es el caso de Araceli que aprobó el carné de conducir «a la primera». «Soy una persona muy tranquila, pero no cogí el coche de forma inmediata porque vivía en el centro de Madrid y en realidad no lo necesitaba, lo fui dejando y... ya ves, ahora estoy en este curso porque tengo miedo. Lo de superarlo es algo ya personal. He hecho cosas importantes en mi vida, ¿por qué no voy a poder con esto?», dice animada.
Un caso similar es el de Carlos, uno de los pocos chicos que ha acudido a un curso con asistencia mayoritaria femenina. Y es que «cuando hay un problema, las mujeres tendemos a admitir con más facilidad que ellos que algo va mal; los hombres piensan que está mal visto tener una fobia», puntualiza la psicóloga Laura Gómez. Carlos estuvo cogiendo el coche con normalidad durante dos años, pero «un día dije que no podía hacerlo más. Seis años después aquí me encuentro. Quiero poder trasladarme sin depender de nadie. Además, estoy en el paro y necesito ser capaz de llevar un coche por si surge una oportunidad laboral».
Los alumnos acaban la mañana con las instrucciones de Jaime sobre cómo preparar el cuerpo en caso de un golpe inevitable y seguro, y con un ejercicio práctico sobre cómo quitarse el cinturón y salir del vehículo sin lesiones tras un vuelco. «¡Nos vemos en la carretera!», se dicen los alumnos al despedirse del curso mientras se dirigen a la parada del autobús de camino a su casa.
✕
Accede a tu cuenta para comentar