Boxeo

Ana Puig: campeona de K1, tras ser madre a los 17 años

No había pisado un gimnasio hasta que dio a luz. Se quedó embarazada muy joven y como se veía con algún kilo de más decidió probar. Tiene dos oros y un bronce en esta modalidad parecida a kick boxing.

La campeona Ana Puig, en el gimnasio al que va todas las tardes antes de que su hija salga del colegio / Foto: Alberto R. Roldán
La campeona Ana Puig, en el gimnasio al que va todas las tardes antes de que su hija salga del colegio / Foto: Alberto R. Roldánlarazon

No había pisado un gimnasio hasta que dio a luz. Se quedó embarazada muy joven y como se veía con algún kilo de más decidió probar. Tiene dos oros y un bronce en esta modalidad parecida a kick boxing.

Paula tiene por madre a toda una campeona. Y no sólo en el ring. Ana Puig prefiere no recordar cómo se sintió cuando se hizo el primer test de embarazo. Fue duro. El segundo se lo hizo con una amiga. «Estábamos de exámenes de segundo de Bachiller. Dio positivo. Cuando fui a casa recuerdo que mi padre me fue a recoger al metro e intuyó que algo malo me pasaba. Le dije que me encontraba mal. Al entrar en casa me fui directa a mi habitación. Al rato, cuando fui a la cocina, vi a mi madre que estaba cocinando. Cogí un vaso de agua y mi padre me pasó un brazo por los hombros. Ambos me abrazaron y me empezaron a preguntar qué me pasaba y me puse a llorar». A Ana no le salían las palabras, sólo logró decirles: «la he cagado, me vais a matar». No sabía cómo decírselo hasta que su padre le preguntó si estaba embarazada. «Afirmé con la cabeza. Me volvió a abrazar y se fue. Recuerdo que me quedé llorando con mi madre. Fue entonces cuando ella le dijo: «Sois cinco hermanos, una boca más no se notará». En ese momento de gran tensión hasta se rieron, después llegó el momento en el que sus padres hablaron con ella seriamente «tras el hachazo», como ella dice.

Y es que cuando Ana se quedó embarazada, sólo tenía 17 años. Llevaba con ese chico cuatro o cinco meses, y no consecutivos. «Era una relación bastante tóxica» y cuando se quedó en estado el desequilibrio fue a más. De la alegría, pasaba al enfado, del enfado a negar que fuera suyo, y así una y otra vez.

Pese a su edad, pese a que él no era precisamente el ideal, «nunca me plantee otra opción que tenerlo». Aunque Ana siempre ha estado en contra del aborto, «porque para mí abortar es decidir sobre la vida de otro ser humano. Una cosa era la teoría, que la tenía muy clara y otra la práctica. Pero cuando el test de embarazo dio positivo no lo dudé, y eso que nunca había imaginado ser madre antes de terminar mis estudios y tener trabajo».

Una decisión que no todas las personas de su entorno aceptaron. «En mi colegio que era católico recibí bastante apoyo y ánimo. En cambio, entre mis amistades del pueblo, mi mejor amiga, que lo sigue siendo a día de hoy, me decía que abortase. Me llegó a decir que si no abortaba me iba a dejar de hablar». Antes de que alguien se lleve las manos a la cabeza, entiendan la edad. «Lo decía por mí, qué iba a hacer una niña cuidando de otra niña. Después se disculpó».

También le costó decírselo a sus hermanos. De hecho, se encargaron sus padres de hacerlo y ella de confirmarlo. «Pensé que mis hermanos me iban a dejar de hablar. Recuerdo que al que más temía era a mi hermano mayor. Un día estando en clase de Geografía dando natalidad y mortalidad recibí un mensaje de él: ''Ya me he enterado. No estás sola. Estamos todos contigo. Te quiero''», recuerda notoriamente emocionada.

En el caso de la que hasta entonces era la pequeña de la casa, no se lo creía. «Mis padres le dijeron que iba a ser tía y cuando me veía no se lo creía y a mí me entraba la risa al verla. Pensaba que era todo una broma hasta que un día mientras estaba viendo dibujos lo hablamos».

Quedarse embarazada «fue la gota que colmó el vaso» por su «relación» tóxica. Y una vez que aprobó selectividad (hoy PAU) sus padres decidieron mudarse de un pueblo de Valencia a Madrid por el bien de Ana y de su nieta Paula. «Mi madre cambió de trabajo tras 11 años en ese cargo, mi padre que es militar pidió cambio de destino. Y mis pobres hermanos cambiaron de colegio, de universidad, de amigos... Lo que puede llegar a hacer por amor la familia es increíble...».

Fue entonces cuando se puso a estudiar derecho por la UNED. Al nacer Paula en diciembre esta madre primeriza dejó los estudios el primer año para estar las 24 horas de los siete días con ella. «Ese año lo dediqué a trabajar y cuidar de la pequeña».

Fue una vez en Madrid cuando decidió apuntarse al gimnasio, pese a que nunca lo había pisado. «Tras el embarazo cogí mucho peso y me metí. Mis hermanos siempre han ido a entrenar y me llamaba la atención. Probé y me gustó muchísimo. No pensé ni en competir, sólo fui por adelgazar». Fue entonces cuando descubrió su pasión: K1, una modalidad «que viene del kick boxing, que es puño y pierna, con la diferencia que en K1 añades golpes con rodilla», explica. Dicho y hecho. «En diciembre de 2017 gané el oro en el Open Nacional del HMF (un campeonato). Al año siguiente gané el bronce de la Federación española del campeonato de la Federación Española de Kick boxing y Muaythai (FEKM) y hace un mes, el pasado 8 de febrero, fue el Open Nacional HMF y gané el otro también».

Aunque en su familia son como una piña, en los campeonatos no han podido llegar a estar todos juntos. Bien por estar un hermano en Edimburgo o bien porque su madre prefiere verle motivada pero «no meterme leches». El resto han ido, incluso su abuela, que cuando se enteró de que su nieta estaba embarazada estuvo un tiempo sien hablar a Ana. «Es muy católica. Y se llevó una gran decepción. Ahora, en cambio, va enseñando a su biznieta por todas las partes». Y está muy orgullosa de su nieta, pese a que se enteró de que hacía K1 porque tras ganar el primer campeonato una prima lo puso en el grupo grande de WhatsApp de la familia. «Puff, cuando lo vi pensé que de ésta mi abuela ya no me iba a hablar, porque qué pensaría de mí que me pego con la gente. Y qué va. Me dijo, a la siguiente competición tengo que ir a verte. Vino y vaya si me animó», dice sonriente.

Una alegría fruto del esfuerzo. Porque todo ello lo hace siendo madre de una pequeña. Su día a día consiste en levantarse antes que nadie, dejar a su hija la ropa y la mochila preparada y salir pitando a la universidad. Ya está en cuarto de Derecho. Cuando termina, que suele ser a las 13:00 horas se va directa al gimnasio para «entrenar un par de horas por lo menos». A las 16:30 o 17:00 llega a casa come y si tiene suerte duerme 20 minutos de siesta hasta que venga su hija, que va al mismo colegio en el que trabaja su madre y al que va también su hermana pequeña, que ahora tiene 13 años. ¿Cuándo estudia? Cuando acuesta a Paula o entre clase y clase. El fin de semana descansa, es decir, cuida de su pequeña, está con su familia y amigo. Pero si está cerca de una competición sale a correr el sábado con el entrenador y el resto de compañeros.

Pero, ¿cómo se llega a ser campeona de K1 siendo madre y estudiando? «Organizándome, priorizando y desde luego con ayuda de mis padres y hermanos». Y aunque no lo diga, esforzándose, porque también saca buenas notas.

Pese a los errores cometidos, «volvería a hacer lo mismo si pudiera dar marcha atrás. No me imagino la vida sin mi hija. Hubiera cambiado cosas. Ahora sé lo que es la familia de verdad, todo lo que han dado por mí que antes no lo valoraba porque pensaba que fuera estaba mejor. Pero si pudiese dar marcha atrás no hubiese aguantado comportamientos de mi ex pareja, que aguanté muchísimo, estaba cegada. Pero volvería a pasar lo que hiciera falta por ella», por Paula, que únicamente tiene los apellidos de la madre. Y mientras Paula no para de crecer, Ana no para. Ya se está preparando para otro campeonato, pero esta vez de boxeo.